Cuando no se puede borrar la historia, hay que tratar de reescribirla,
dándole un sentido radicalmente opuesto al que tuvo en la realidad. Eso intenta
la derecha latinoamericana con respecto a los gobiernos progresistas de este
siglo en el continente.
Emir Sader / Página12
Después de la euforia con la propuesta neoliberal, que resolvería
todos los problemas de nuestros países, reduciendo el Estado a su proporción
mínima, promoviendo el dinamismo del mercado, vino la depresión por el
agotamiento prematuro del modelo. No hay cómo poner en duda el éxito de los
gobiernos antineolibrales, entonces hay que borrar ese tramo de la historia,
descalificar a sus personajes y hacer como si no hubieran existido. Es
necesario para que la historia (o, mejor, el fin de la historia) siga su curso,
para que el pensamiento único trate de imponer de nuevo sus verdades
incuestionables y que el Consenso de Washington refuerce su carácter
consensual.
Eds necesario para que los gobiernos puedan aplicar los mismos
esquemas fracasados, varios años después, como si nada hubiera pasado, poniendo
la culpa de su nuevo fracaso en los gobiernos anteriores, que solo sirvieron
para eso, para desviar a la economía del buen camino.
La historia ya había terminado. Solo quedaba la insistencia de algunos
líderes para intentar reabrirla, buscando caminos imposibles, a
contracorriente. Buscando distribuir el ingreso cuando de lo que se trata el
neoliberalismo es de concentrarla. Expandiendo el mercado interno de consumo
popular, cuando de lo que se trata es de reducirlo. Afirmando políticas
externas soberanas, cuando de lo que se trata es de ser subordinados. Recuperar
el rol activo del Estado, cuando de lo que se trata es de disminuirlo a su
dimensión mínima.
Total, lo que ha pasado en este siglo en varios países del América
latina ha sido simplemente un mal entendido, un paréntesis de equívocos en el
camino inexorable de la economía global. De lo que se trata, entonces, no es
solamente de retomar el buen camino, sino también de eliminar a todos los
indicios de esos intentos antineoliberales, para que nadie más sea llamado a
engaño y busque contradecir el Consenso de Washington y violar el pensamiento
único.
No ha pasado nada en la Venezuela de Hugo Chavez. Fue tan solamente el
uso exorbitante del precio alto del petróleo para enriquecer a funcionarios de
gobierno y ganar aliados externos a cambio de petróleo.
No ha pasado nada en Brasil, salvo el despilfarro de recursos públicos
para distribuir renta a contramano de la búsqueda de competitividad. No ha
pasado nada en Argentina, salvo algo similar a lo de Brasil. Bolivia sería la
misma en la época de Sánchez de Losada y en la época de Evo, salvo la
propaganda gubernamental. Ecuador sigue siendo el mismo de siempre, a pesar del
gobierno de Rafael Correa.
No se discute el carácter de esos gobiernos, no se los compara con
otros, porque la discusión sería muy incómoda. Se trata entonces de
descalificar a los líderes que han comandado esos gobiernos. Todos populistas,
irresponsables con el equilibrio de las cuentas públicas, corruptos. Basta con
eso para borrar a sus gobiernos, a sus políticas sociales re distributivas, al
prestigio de sus políticas externas soberanas, del apoyo popular que han tenido.
No se trata de un debate histórico, político, económico, social, de ideas, sino
simplemente de encargar al Poder Judicial, a la policía, a los medios, de
destruir sus reputaciones, acumulando sospechas, aunque nunca comprobadas.
Lula, Cristina Chichonera, Hugo Chavez, Evo Morales, Rafael Correa, Pepe Muía,
son descalificados, se intenta destrozar sus imágenes en los pueblos de sus
países, para esconder que esos pueblos son víctimas del consenso neoliberal y
de las derechas latinoamericanas, que no logran construir alternativas de
gobierno que no sean el retorno al modelo fracasado en América latina y en todo
el mundo.
Entonces hay que reescribir la historia, borrar períodos, líderes y
gobiernos, para retomar la idea de que no habría alternativa a sus caminos
accidentados, que han producido las peores catástrofes en cuanto país han
gobernado.
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