El
tratamiento que dio Marx al tema de la comuna rural rusa es perfectamente aplicable
a la situación de América Latina. Es seguro que si Marx se hubiera propuesto
estudiar a nuestra región en la forma que lo hizo con Rusia, habría aprendido
el español, para leer los documentos originales en este idioma. Pero Marx se
quedó con pocos conocimientos sobre esta parte del mundo.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / Firmas
Selectas de Prensa Latina
Es poco
conocido (y hasta desconocido) el trabajo intelectual de K. Marx (1818-1883) en
sus últimos años de vida. Para aquella década de los ochentas, Marx estaba muy
enfermo: “una enfermedad nerviosa […] me viene aquejando periódicamente en los
diez últimos años” le escribe a Vera Zasúlich el 8 de marzo de 1881, en una
carta de cuya existencia también se conocen los borradores, pero que al parecer
no llegó a su destinataria. El documento lo descubrió Riazánov en 1911, entre
los papeles de Paul Lafargue (1842-1911, cubano/francés, yerno y primer
biógrafo de Marx).
Vera
Zasúlich (1849-1919) fue una destacada revolucionaria rusa, que el 16 de
febrero de 1881 envió una carta a Marx, en la que le pregunta su opinión sobre
el futuro de la comuna rusa: o bien dicha comuna rural puede ser la base del
socialismo, o si, por el contrario, debe pasar previamente por el desarrollo
capitalista, como algo inevitable. Añade que según los “marxistas” rusos, las
comunas son formas arcaicas que la historia condena a desaparecer, porque “lo
dice Marx”.
Antes de ir
a la respuesta de Marx, cabe señalar que a fines de 1877 este científico
escribió otra carta al director de Otiechéstvennie Zapiski(El
Memorial de la Patria), que no fue enviada. Fue Engels quien la encontró
entre los papeles que quedaron después de la muerte de Marx, y que fue
publicada en ruso, en octubre de 1888.
Marx dice
al director: “Para poder estar autorizado a estimar el desarrollo económico
actual de Rusia, estudié el ruso y luego estudié durante muchos años las
publicaciones oficiales y otras vinculadas a este asunto”. A continuación,
añade que, si Rusia sigue por la vía del desarrollo que mantiene, perderá la gran
oportunidad histórica de evitar los sufrimientos del capitalismo.
Aclara, al
respecto, que el capítulo sobre la acumulación primitivaescrito
en El Capital, tuvo el propósito de establecer cómo se expropió a
los productores directos de la propiedad de sus medios de producción, para que,
de un lado, aparezcan trabajadores asalariados (proletarios sin
ninguna propiedad) y de otro, propietarios capitalistas de los medios de
producción. Marx afirma, en forma contundente y citando textos de su propia
obra, que esa expropiación “se ha cumplido radicalmente en Inglaterra” y que
“todos los países del Occidente Europeo están yendo por el mismo camino”. Por
consiguiente, afirma, si Rusia tiende a volverse una sociedad capitalista
siguiendo a Europa Occidental, no lo logrará sin transformar primero en
proletarios a buena parte de la población campesina, y solo entonces
experimentará las “despiadadas leyes” del capitalismo.
Pero Marx
hace otra afirmación aún más contundente: su esbozo histórico de la génesis del
capitalismo en Europa Occidental no puede ser transformado “en una teoría
histórico-filosófica de la marcha general que el destino le impone a todo
pueblo, cualesquiera sean las circunstancias históricas en que se encuentre, a
fin de que pueda terminar por llegar a la forma de la economía que le asegure,
junto con la mayor expansión de las potencias productivas del trabajo social,
el desarrollo más completo del hombre”.
Y para
aclarar aún más el asunto, Marx nuevamente acude a El Capital para
poner como ejemplo lo ocurrido con los plebeyos de la antigua Roma: habían sido
campesinos libres, pero fueron expropiados; sobre esa base surgió la propiedad
de los fundos y la del capital financiero; pero estos “proletarios romanos” no
se transformaron en trabajadores asalariados sino en una “chusma de
desocupados”, bajo un modo de producción que no era capitalista, sino que
dependía de la esclavitud. Marx concluye: “Así, pues, sucesos notablemente
análogos pero que tienen lugar en medios históricos diferentes conducen a
resultados totalmente distintos. Estudiando por separado cada una de estas
formas de evolución y comparándolas luego, se puede encontrar fácilmente la
clave de este fenómeno, pero nunca se llegará a ello mediante el pasaporte
universal de una teoría histórico-filosófica general cuya suprema virtud
consiste en ser suprahistórica”.
En otras
palabras, lo que dice Marx es que él estudió el desarrollo del capitalismo en Europa
Occidental, que su análisis sobre la acumulación primitiva no se aplica a Rusia
y que nunca creó una teoría histórico-filosófica general, aplicable a cualquier
sociedad, bajo cualquier circunstancia.
Volvamos,
entonces, a la carta a Vera Zasúlich. Marx le responde que en el fondo del
capitalismo está la separación entre el productor y los medios de producción
(como señala en El Capital: “La propiedad privada,
fundada en el trabajo personal… va a ser suplantada por la propiedad
capitalista fundada en la explotación del trabajo de otros, en el
sistema asalariado”); y que su base histórica (se refiere a la acumulación
originaria) es la expropiación a los campesinos, un asunto realizado en
Inglaterra, aunque el mismo camino siguen los países de Europa Occidental. Y
Marx recalca: “La «fatalidad histórica» de este movimiento está,
pues, expresamente restringida a los países de Europa
occidental”.
Por
consiguiente, Marx advierte a Vera Zasúlich que, si en occidente, el movimiento
ha consistido en “la transformación de una forma de propiedad privada
en otra forma de propiedad privada”, en el caso de los campesinos rusos,
por el contrario, “habría que transformar su propiedad común
en propiedad privada”. Se sobrentiende que solo de este modo avanzaría en Rusia
la producción capitalista, y siempre, además, que la fuerza de trabajo liberada
por la expropiación, se convierta en asalariada de la clase capitalista. Sin
embargo, añade Marx, que tras sus estudios especiales, se ha convencido que la
comuna “es el punto de apoyo de la regeneración social en Rusia”, una vez que
liberada de sus trabas, pueda tener su propio desarrollo espontáneo.
El
tratamiento que dio Marx al tema de la comuna rural rusa es perfectamente aplicable
a la situación de América Latina. Es seguro que si Marx se hubiera propuesto
estudiar a nuestra región en la forma que lo hizo con Rusia, habría aprendido
el español, para leer los documentos originales en este idioma. Pero Marx se
quedó con pocos conocimientos sobre esta parte del mundo.
De modo que
la acumulación primitiva que Marx estudió para Europa fue distinta
en América Latina. Aquí fue un proceso recurrente no solo en la época colonial,
sino en la época republicana. Las comunidades indígenas perdieron tierras
durante todas estas épocas, sin que necesariamente surgieran proletarios
indígenas, sino formas de sujeción servil a los latifundios, haciendas y
plantaciones.
La
población indígena del Ecuador, otrora numerosa, de acuerdo con el último censo
de 2010 representa hoy apenas el 7% de la población nacional. Aunque las
comunidades indígenas todavía conservan lazos de reciprocidad, han sido
arrasadas por el desarrollo oligárquico y luego por el capitalista. Según
varios estudios, territorios de algunas camaroneras ecuatorianas que tomaron
auge en la década de 1990 surgieron de la expropiación territorial a las
comunas montubias de la Costa.
Así, las
comunas ecuatorianas difícilmente parecen ser potenciales gérmenes para una
futura sociedad no capitalista, como idealizan algunos analistas, más bien
orientados por conceptos milenaristas y hasta mesiánicos. Y dejan mucho que
pensar los comportamientos políticos de altos dirigentes que se han
identificado con las derechas nacionales.
De otra parte, el sector de
“subempleados” alcanza al 19.8%, el “empleo no remunerado” al 9%, y el
desempleo al 4.6% (datos del INEC a diciembre 2017). Todo esto significa que
estos pobladores, igualmente carentes de medios de producción, tampoco se transformaron
en proletariado, y bien caben en ese amplio sector llamado, en distintos
tiempos, como autónomos, marginados, informales, subproletarios o migrantes
hacinados en las grandes ciudades (como ocurrió durante las décadas desarrollistasde
1960 y 1970). No cabe asimilarlos al concepto ejército industrial de
reserva que Marx formuló.
El
capitalismo latinoamericano y ecuatoriano, precisamente por su “subdesarrollo”
y dependencia externa, merece, por tanto, estudios específicos. Además, la
burguesía de la región igualmente debe ser estudiada en forma historiográfica
concreta, porque no tuvo las características que Marx observó en las burguesías
europeas, ya que proviene de las antiguas oligarquías republicanas y mantiene
esos rasgos oligárquicos antidemocráticos que le vuelven reacia a cualquier
promoción social.
Tampoco en
América Latina se cumplen procesos inexorables o repetitivos de lo ocurrido en
Europa. Es el momento de volver a Marx, pero sobre la base de comprender la
necesidad de investigaciones concretas de las realidades latinoamericanas, en
mucho adelantadas por numerosos estudiosos e investigadores, y dejar de
considerar definitivamente la supuesta “teoría” suprahistórica de Marx, que él
mismo negó.
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