Cuando queremos aclarar
por qué no ha logrado la gran mentira derrocar al gobierno revolucionario de
Venezuela tenemos que explorar tanto lo nuevo en los ideales y valores de los
insumisos, como los que se hacen realidad en la variada organización de la
resistencia militar, a la que se suma la fuerte y estructurada resistencia
intelectual y moral, que fortalece los valores con palabras y hechos.
Pablo González Casanova / LA
JORNADA
Nunca el imperio había
mentido tanto como lo que hoy ignora en relación con un poder perdido.
Las ridículas y pedantes
amenazas de su Gran Jefe, como supuesto defensor de la democracia, son vistas
como las de un demente que, al amedrentar al mundo con su inmenso poderío, a
nadie convence con sus desplantes y mentiras. Preocupan sus declaraciones y
decisiones por la ferocidad insana que expresan y que pueden terminar en un
holocausto que él mismo viviría, en sus últimos momentos, y haría vivir a los
suyos y al país que gobierna.
El problema es aún más
grave, porque Mr. Trump, con su amenazadora cólera de Zeus tronante, es sólo
una expresión de la crisis y ceguera que padecen las clases dominantes de su
imperio y de otros que en una ofensiva mundial lo apoyan, combinando su
silencio cómplice con sus medios de comunicación masiva en un concierto de
intereses y codicias comunes.
Las potencias dominantes
y los distintos apoyos financieros, militares, políticos y mediáticos de que se
sirven, por lo general, dejan a un lado sus distintos estilos de dominación y
acumulación y arremeten en función del poderío de sus dueños y señores y de los
intereses que unos y otros pretenden defender como valores respetables y de los
que cada vez se burlan más, como “la democracia”, “los derechos del hombre” y
el “estilo de vida” civilizado, honorable y eficiente.
En el caso de Estados
Unidos, los “intereses y valores” que realmente mueven a los señores de las
grandes corporaciones, los llevan a apoyar, en sus zonas de influencia y en las
regiones que dominan –para el caso de América Latina y el Caribe–, a gobiernos
golpistas, hoy encabezados por los nuevos ricos multimillonarios, como Michel Temer
en Brasil y Mauricio Macri en Argentina, mientras erosionan el poder de los
gobiernos y movimientos de tendencia socialista, nacionalista o moderadamente
patriótica, a los que debilitan con variadas medidas de represión, corrupción,
cooptación, presión y desestabilización, como lo han hecho contra la propia
Cuba invicta, la cada vez más contradictoria Bolivia, la ya muy deshecha
Nicaragua o el ya traicionado Ecuador.
Es más, como muchos
triunfos de pasadas revoluciones y rebeliones o movimientos progresistas han
sufrido, con el tiempo, crecientes contradicciones, en todos ellos y en las
recientes luchas y victorias democráticas y sociales, impulsan políticas que
hacen caer a los países víctimas en una incesante desestructuración,
desintegración, desorganización. Para eso se sirven –con muchos otros recursos–
de las crecientes contradicciones en que caen los regímenes de antiguas
revoluciones como la mexicana o de los gobiernos populistas y sus sucesores,
como los de Brasil y Argentina. A todos les aplican medidas de efectos directos
e indirectos que, al impulsar la cultura de la negociación y de la
globalización neoliberal privatizadora del Estado, han promovido en grande, de
un lado, la cultura del individualismo, del enriquecimiento multimillonario y de
la macrocorrupción, y del otro, el desmantelamiento del Estado-nación o de sus
poderes, sus empresas y recursos estatales y nacionales, así como la pérdida de
sentido del “interés general” y el “bien común” en los partidos políticos.
Descartadas ideologías y programas en las luchas políticas, con alternativas
que tengan alguna posibilidad de cumplirse, ya sea en lo social o en lo
nacional, los proyectos de futuro se limitan a ofrecer dizque terminar la
corrupción o el narcoterrorismo sin explicar cómo lo harán. Partidos y
políticos profesionales del gobierno en turno y de la oposición ni siquiera
defienden un programa político que impida el despojo de los recursos de la
nación o incluso uno moderadamente patriótico que se proponga defender la
educación pública de las ciencias, las técnicas y las humanidades a todos los
niveles, y que sea capaz por su política financiera y económica de proporcionar
empleo y seguridad social a los egresados, por brillantes que sean. Es más,
ningún partido político presenta y defiende un programa de control monetario y
productivo o de servicios o que proponga las medidas necesarias para dar fin al
terror y al sistemático despojo del suelo y el subsuelo de la nación, con el
consiguiente desempleo de inteligencias y brazos, causa fundamental de las
crecientes emigraciones de campesinos ya despojados de sus fuentes de vida y de
trabajo por las grandes corporaciones agrícolas, mineras, industriales, que
mediante los sicarios imponen el terror y el narcotráfico, los dejan sin seguridad
alguna, sin territorio ni tierra, sin agua, alimentación, salud…
Así, mientras ningún
partido o movimiento institucional defiende un programa coherente que permita
salir de tan grave situación, surge un creciente rechazo a los emigrantes que
intentan refugiarse en los países sede de las corporaciones y del poder
imperial. Desestructuradas las naciones en desarrollo –así sea éste desigual–
de hecho, los partidos ya no tienen nada que ofrecer que puedan cumplir. Su
papel en la democracia simulada, neoliberal, globalizadora, rapaz, es obtener
puestos pagados de elección “popular”, cuyos agraciados hagan negocios con la
venta de los bienes que el Estado aún conserva, a sabiendas de que si llegan a
ser acusados de corrupción nada les pasará, si llegan a ser denunciados nadie
los enjuiciará, si son sancionados nadie los perseguirá y si los persiguen
nadie los encontrará. Todo eso ocurre porque de principio a fin y de arriba
abajo, corrupción y capitalismo tardío forman parte del actual sistema global y
su funcionamiento, como política de la acumulación por despojo y de explotación
de los recursos humanos y naturales con las tecnologías más avanzadas y la mano
de obra más mal pagada, cuando no esclavizada, o tributaria y ya despojada de
sus antiguos recursos por los sicarios del gran capital y los gobiernos aliados
subordinados. Como los beneficios de acción formal y legal caben en el orden de
los delitos para sus beneficiados principales del centro y la periferia, los
grandes bancos, que dominan el sistema, han establecido sus propias redes de
“paraísos fiscales”, que de paso sirven para no pagar impuestos al fisco y
esconder los miles de millones hurtados con un efecto conocido, por el que
viejos y nuevos multimillonarios se enriquecen más y más con todo tipo de alianzas
y apoyos de las corporaciones y bancos, hechos con los que se convierten más y
más en estados tributarios, que con un lenguaje engañoso corresponden a
crecientes tasas de interés por las crecientes e impagables deudas. Todo eso
ocurre en una recolonización financiera que cuenta a más de las empresas
calificadoras, como Moody’s y con las redes de “bancos vampiros”, dependientes
ocultos de la gran banca o de pequeños Shylocks piadosos.
Esos y muchos otros
rasgos de dominación y acumulación son los que caracterizan al sistema, y los
que éste sigue defendiendo con el aberrante pretexto de que corresponden a las
más novedosas y eficaces políticas científicas y a la lucha por la democracia y
la libertad, argumentos con los que atacan en una guerra integral, formal a
informal, pacífica y violenta, a todos los movimientos y países que atentan
contra sus “valores e intereses”, entre los cuales han decidido hacer víctima
“privilegiada” al actual gobierno de Venezuela.
El gobierno de Estados
Unidos –con el apoyo de las grandes potencias de Occidente– lanza hoy la más
feroz ofensiva contra el pequeño y valeroso país de Venezuela, a cuyo
patriótico, rebelde y democrático gobierno acusa con indignación y saña de
oprimir y hambrear a su pueblo, cuando en realidad es un país que con su
gobierno y la inmensa mayoría de sus ciudadanos está plenamente identificado
con una de las más grandes luchas liberadoras de nuestro tiempo.
En ofensiva integral y
creciente, el gobierno de Estados Unidos y el complejo empresarial, militar,
político y mediático de que aquél forma parte muestran la misma saña que, desde
1959, han mostrado contra la revolución cubana, y hoy mismo no sólo esperan que
la situación les sea más favorable con el creciente peso que el mercado
negro adquiere, y con la eliminación de sus necesarios proveedores de
combustibles, que de seguir recibiendo puedan permitir a Cuba pasar nuevamente
a un mayor desarrollo igualitario. Fomentan y toleran, por eso, el creciente mercado
negro y crean ellos mismos misteriosos e improbados ataques con “sonidos
criminales” que hacen víctima a buena parte del personal de la embajada de
Estados Unidos y a nadie más de los alrededores. Con semejante engaño pretenden
renovar el miedo a la vecina “dictadura comunista”con la que “es imposible
tener buenas relaciones cabales”.
Paradójicamente –como ya
ocurrió en la larga historia del proceso revolucionario en Cuba– hoy, frente al
sostenido y creciente ataque contra Venezuela, ni el propio pueblo venezolano
ni el poderoso imperio que con sus incontables engaños dice hacer “todo lo
posible por salvar al pueblo venezolano de una nueva y feroz dictadura”, ni el
imperio ni el pueblo empobrecido y rebelde logran derrocar al “criminal e
inepto gobierno”, por lo que el imperio se ve obligado a añadir otro gran
engaño, sosteniendo que la situación política de Venezuela representa sobre
todo “un gran peligro para la seguridad nacional de Estados Unidos”.
Si semejante
argumentación de la gran potencia no es del todo nueva, pues si antes decía
defenderse del proyecto “comunista”, hoy es francamente ridícula, cuando en la
mayor parte del mundo reina el capitalismo, y el gobierno de Venezuela está muy
lejos de constituir un peligro para la seguridad de Estados Unidos por oprimir
bárbaramente –según lo acusan– a su propio pueblo. En realidad es obvio que el
superpoder imperial esconde algo más bajo la supuesta defensa del pueblo de
Venezuela para librarlo de un gobierno inepto, represivo y corrompido y para
dizque contribuir a que en el país se instale otro gobierno que sí respete la
democracia y la libertad del pueblo venezolano, tal como la entiende el
imperio, por ejemplo, en los casos de Brasil y Argentina, donde recientemente,
con los tristemente famosos golpes blandos “triunfe la democracia”, al
poner en la silla presidencial a un Temer en Brasil y en Argentina a un Macri,
dos connotados millonarios que han adquirido su inmenso haber en formas
ilegales comprobadas.
Lo extraño es que
semejantes argumentos contra Temer y Macri, en el caso de Venezuela, han
logrado un silencio cómplice y un gran apoyo entre las grandes potencias del
mundo occidental, de sus gobiernos y sus medios de comunicación masiva, que en
uniforme versión de la “realidad” hoy, más que ayer, obedecen a una subsidiada
acometida informática favorable a quienes con millones de dólares subsidian a
los “medios”, y que por tener los mismos intereses que el gobierno de Estados
Unidos se suman a la lucha contra “el bárbaro, cruel e inepto gobierno de
Venezuela”.
La denuncia de la
“barbarie” y de “las barbaridades” del gobierno venezolano contra su propio
pueblo muestran una extraña coincidencia con los argumentos del gobierno en
turno de Estados Unidos y, de hecho, corresponden a una bien coordinada campaña
apoyada tanto en diarias imágenes fotográficas y fílmicas de valientes
aficionados, como en fotos y películas profesionales de los grandes canales de
televisión, a las que se añaden análisis críticos y respetables publicados en
las páginas editoriales de los grandes diarios del mundo, así como comentarios
y noticias que los “pintan como son” en numerosas y no menos globales “redes
sociales”, y hasta en los apoyos que el gobierno de Estados Unidos recibe en
amplios círculos de sus dependencias, así como en los foros económicos y
políticos que defienden “los derechos del hombre”, apoyos que se acompañan de
cierta admiración y elogio a quienes han realizado un golpe blando, que
a manera de impeachment estaban hasta hace poco por dar en Venezuela…
cuando, para el desagrado mayúsculo de los apátridas, sufrieron una gran e
inesperada derrota cuando el gobierno venezolano, tan criticado por inepto y
autoritario, convocó a elecciones generales para la instauración de un nuevo
congreso constituyente que de veras represente al pueblo y realice elecciones en
las que la mafia, supuestamente “democrática”, se niega a participar, con
ridículos pretextos de perdedora y a sabiendas de que sólo lograría mostrar en
ellas contar con una inmensa minoría e impopularidad ciudadana.
Y aquí es el momento de
aclarar qué otras medidas han montado el imperio y las fuerzas oligárquicas
empresariales locales y de los países vecinos, como Colombia, Brasil y la
pequeña colonia que conserva Holanda, todas destinadas a desestabilizar y
derrocar al gobierno “enemigo de la civilización”, de “la democracia”, de los
“derechos del hombre” y de “la seguridad de Estados Unidos”. A esa aclaración
será necesario añadir otras más que el imperialismo ha empleado en
intervenciones anteriores, especialmente una que parece haber perfeccionado con
el auxilio de las tecnociencias de la complejidad y de la comunicación, que
para el caso corresponden a la construcción mentirosa de hechos que comprueban
las acusaciones hechas y otras nuevas mentiras en que aparezcan el ineficaz
gobierno y sus instituciones como lo que no son. También se hace necesario
descubrir cómo no se trata sólo de lanzar engaños y mentiras, sino de “sembrar
pruebas de la punible, cruel e inescrupulosa política” que cae en derecho
penal, y den lugar a un procesamiento humanitario y judicial por jueces y
tribunales que las grandes y humanitarias potencias integran y dominan, y que
ahora es más conocido cuando los tribunales del imperio y sus aliados juzgan a
los gobiernos de las naciones recolonizadas.
A la síntesis de esos
hechos habrá que añadir también otra circunstancia significativa, y es que
tamaña mentira no es sólo achacable al gobierno de Trump y las oligarquías
criollas, sino que por lo menos empezó durante el gobierno neoliberal y
globalizador de Barack Obama, lo que nos obliga a repetir estos hechos para no
seguir extendiendo la creencia de que se trata de la política de un presidente
mentalmente insano, sino de una medida acostumbrada por el imperio, falsamente
atribuida al gobierno de un paciente mental metropolitano, y cuando en realidad
es una más de las tradicionales y renovadas intervenciones del imperio y sus
aliados y subordinados locales y regionales.
Pero incluso hasta aquí
no habremos logrado hacer la síntesis de la mayor mentira del mundo si no
aclaramos qué otra gran razón se esconde bajo la “noble lucha”, pero para
preguntarnos: ¿por qué tan grandes batallas y tan poderosas fuerzas, con
tamañas técnicas y políticas antiguas y modernas ahora renovadas y enriquecidas
con las nuevas ciencias y tecnociencias, no han logrado derrocar al supuesto
gobierno dictatorial y bárbaro de Venezuela, que destruye, desgobierna,
empobrece y hambrea a su propio país? ¿Por qué?
En un análisis mínimo de
los intentos de derrocar al actual gobierno de Venezuela pueden destacarse
además algunas de las múltiples razones y políticas por las que la resistencia
venezolana ha triunfado y seguirá triunfando.
La exponencial capacidad
de resistencia comenzó desde que el comandante Hugo Chávez Frías mostró, en las
palabras y los hechos, que la revolución venezolana tiene un carácter
antimperialista y anticapitalista y que se debía y podía organizar una nueva
fuerza apoyada por el ejército bolivariano venezolano y a cargo de un creciente
sistema de poder basado en la estructuración de comunas y de redes de comunas,
sus consejos y comisiones promotoras y coordinadoras.
En Venezuela se ha
construido ya una resistencia invencible, que el presidente Chávez formuló y su
sucesor Nicolás Maduro continúa, enriquece, apoya y explica, tanto en cada uno
de sus actos de gobierno como en sus discursos y entrevistas. En todos ellos
aparece con fuerza la coincidencia que sus palabras tienen, tanto en los hechos
como en la estructuración de “la realidad ética” de que Chávez Frías fue
precursor con un nuevo proyecto de revolución, no sólo venezolana, sino
bolivariana, no sólo original por el hecho de que fue apoyada desde el
principio y hasta ahora con éxito y creciente poder, tras el fallido intento de
golpe de unos militares traidores dominados y encarcelados por su propio
congruente ejército, apoyado por una inmensa multitud de los pueblos que
bajaron de los cerros circundantes de Caracas para liberarlo y protegerlo,
convencidos de que era el más valioso defensor del pueblo con los del propio
pueblo. Chávez pudo continuar así con más fuerza, firmeza y apoyo un camino
que, entre variaciones concretas, tiene y tendrá efectividad universal con
aquellos ejércitos que se unan por convicción ética y política a los
empobrecidos pueblos del mundo. Pueblos y ejércitos que hagan suyo el interés
general podrán construir y construirán otro mundo sin duda posible, en que la
organización de la vida y el trabajo sean capaces de alcanzar la práctica
concreta de la libertad, la justicia y una genuina democracia estructurada como
poder de los ciudadanos, en todo diferente a la que deja fuera y hasta sin el
derecho formal de ser considerados como ciudadanos a los pobres de la tierra,
siervos, medieros o asalariados y otros, que siendo “desaparecidos” en
creciente número han sido reducidos a la esclavitud.
Si en las alternativas al
mundo actual, el movimiento del 26 de julio en Cuba y el del EZLN en México,
han abierto caminos de vida, libertad, justicia y democracia que son referente
universal, a ellos se añade hoy el que en Venezuela inició el general
revolucionario Chávez, no sólo al expresar formas éticas e ideológicas de las
que Nicolás Maduro es fiel e intachable heredero, sino de formaciones de lucha
en que la moral se fundamenta o practica con la estructuración en los hechos y
va mucho más allá de las palabras sobre una sociedad “libre, democrática y
socialista”. Va de las palabras a los hechos.
Así, cuando queremos
aclarar por qué no ha logrado la gran mentira derrocar al gobierno
revolucionario de Venezuela tenemos que explorar tanto lo nuevo en los ideales
y valores de los insumisos, como los que se hacen realidad en la variada
organización de la resistencia militar, a la que se suma la fuerte y
estructurada resistencia intelectual y moral, que fortalece los valores con
palabras y hechos.
A tamaña unión se añaden
otras fuerzas no menos importantes, que de un lado incluyen el poder defensivo
en esta guerra integral –llamada de cuarta generación–, cuyo campo de lucha
abarca todas las actividades materiales e intelectuales, financieras,
económicas, políticas y bélicas, articuladas entre sí, y en las de no menor
importancia, que no sólo respetan y hacen respetar las diferencias religiosas y
filosóficas, sino con las que en el caso de Venezuela identifican su manera de
pensar con las de creer y hacer de dirigentes, como lo hizo reiteradamente
Chávez, con el catolicismo en lo religioso, con el marxismo en lo científico y
lo revolucionario y con el liberalismo ilustrado y radical, como el que Bolívar
–Padre de la Patria– representa en Venezuela, con las ideas que vinieron de la
Ilustración y de la revolución francesa y que en Hispanoamérica se reformularon
por Bolívar al proponer como meta alcanzar un gobierno en que se estructure “la
soberanía del pueblo, única autoridad legítima de las naciones”, y por eso,
capaz de imponer, con su poder organizado, “la máxima felicidad posible de
todos los habitantes”, y capaz de lograr como realidad la unión de nuestros
países en una gran nación que los incluya.
Llegados a este punto,
podemos trazar un esbozo mínimo de una visita real a una pequeña ciudad que ya
se encuentra en el seno de la nación venezolana. Se trata de una ciudad en la
que el poder político y todas las actividades de la misma están a cargo de una
comuna de comunas. Vemos así que en ella cada comuna o grupo de comunas y su
labor coordinadora acordada han construido sus casas y las habitaciones donde
duermen, se asean y trabajan, con materiales e instrumentos que salen del
cerebro y los brazos de sus habitantes. Las distintas comunas cultivan sus
alimentos necesarios, como el pan, las verduras, las frutas, las carnes de
ganado menor, más abundantes de las que provienen del ganado mayor y las que
obtienen de algunas aves como las gallinas, o el agua que beben y extraen de
los pozos que han cavado y purificado, en que atendiendo la útil división del
trabajo los lleva a completar lo necesario con el trueque y sus mercados, en
los que a más del trueque usan la criptomoneda llamada petro, que emite
el Estado venezolano y ya ha sido aceptada en el mercado internacional por
algunos países de Oriente. A la organización del mercado añaden la de varias
comisiones destinadas a atender los problemas de salud, guardería y educación
de niños o de jóvenes y adultos, y en ese terreno destaca un increíble proyecto,
el de la formación de cuadros revolucionarios y de una fuerza defensiva que
está preparada para coordinarse con el ejército nacional bolivariano. El número
de los contingentes preparados y armados alcanza la cifra de 400 mil jóvenes de
ambos sexos, adiestrados por las comisiones de los comuneros de la nación
venezolana. De ellos, 200 mil están adiestrados y armados para la lucha; otros
200 mil están adiestrados, y aunque carecen de armas, vitalmente participan en
la defensa de la Patria, para que, conforme quienes ya están armados pierdan la
vida en la batalla heroica, ellos hagan uso de sus armas. Y allí no queda el
proyecto, sino que según supimos tiene como meta alcanzar un contingente
cercano a un millón de integrantes…
Mucho podría contarse de
nuestra visita a esta ciudad de las comunas, pero no cabe duda de sus
capacidades concretas para enfrentar las políticas con que ayer el imperialismo
derrocó a Salvador Allende y con que amenaza destruir a Venezuela: ya ni una
puede funcionar, ni la devaluación de la moneda ni el ocultamiento de víveres
ni mucho menos el ejército bolivariano en las antípodas del pobre diablo de
Pinochet.
Ya puede la mayor
mentira del mundo seguir armando crecientes formas de ataque, como la que
busca con los países que mandan a sus seguros y serviles jefes de Estado a la
reunión del Ministerio de las Colonias y apoyen en realidad la mayor mentira
del mundo para apoderarse de la mayor reserva de petróleo del mundo. Ahora
sí, en los hechos, ¡no pasarán!
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