La derrota de Lula en el STF a propósito del rechazo del habeas corpus
y su eventual prisión, revela la vuelta de las fuerzas del atraso que
perpetraron el golpe parlamentario, jurídico y mediático contra Dilma Rousseff
en 2016. La gran cuestión no se restringe a la difamación de nuestro mayor
líder, condenado sin pruebas convincentes, y a la sangría del PT. Se están enfrentando
dos proyectos que van a definir nuestro futuro: larecolonización o la
refundación.
Leonardo Boff / Servicios
Koinonia
El proyecto de la recolonización fuerza a Brasil a ser mero exportador
de commodities. Esto implica desnacionalizar nuestro parque industrial, nuestro
petróleo, las grandes instituciones estatales. Se trata de dar el mayor espacio
posible al mercado competitivo y nada cooperativo y reservar al Estado
solamente funciones esenciales mínimas.
Este proyecto cuenta con aliados internos y externos. Los internos son
aquellos 71.440 multimillonarios censados por el IPEA que controlan gran parte
de las aportaciones del país. El aliado externo son las grandes corporaciones
multinacionales, interesadas en nuestro mercado interno y, principalmente, el
Pentágono que vela por los intereses globales de Estados Unidos.
El gran analista de las políticas imperiales, recientemente fallecido,
Moniz Bandeira, Noam Chomsky y Snowden nos revelaron la estrategia de
dominación global. Se rige por tres ideas fuerza: la primera, un mundo y un
imperio; la segunda, la dominación de todo el espacio, abarcando el planeta con
cientos de bases militares, muchas de ellas con ojivas nucleares; la tercera,
la desestabilización de los gobiernos progresistas que están construyendo un
camino de soberanía y que deben ser alineados a la lógica imperial. La
desestabilización no se hará por vía militar, sino por vía parlamentaria. Se
trata de destruir los liderazgos carismáticos, como el de Lula, difamar el
mundo de lo político y desmantelar políticas sociales para los pobres. Un
contubernio ha sido organizado entre parlamentarios venales, estratos
judiciales, del ministerio público, de la policía federal y por aquellos que
siempre apoyaron los golpes particularmente los grandes medios.
Depuesta la presidenta Rousseff, todos los elementos político-sociales
a decir verdad empeoraron sensiblemente.
El otro proyecto es el de la refundación de nuestro país. Es un
proyecto que viene de muy atrás, pero ganó fuerza bajo los gobiernos del PT y
aliados, para el cual la centralidad era dada a los millones de hijos e hijas
de la pobreza. No sólo mejoró la vida de ellos, sino que rescató su dignidad
humana, siempre humillada. Este es un dato civilizatorio de magnitud histórica.
Este proyecto de la refundación de Brasil, proyectado sobre otras
bases, con una democracia construida a partir de abajo, participativa,
socio-ecológica, constituye la utopía esperanzada de muchos brasileños.
La sostendrán tres pilares: nuestra naturaleza de singular riqueza y
fundamental para el equilibrio ecológico del planeta; nuestra cultura,
creativa, diversa y apreciada en el mundo entero y, finalmente, el pueblo
brasileño inventivo, hospitalario y místico.
Estas energías poderosas podrán construir en los trópicos, una nación
soberana y ecuménica que integrará los millones de desheredados y que
contribuirá a la nueva fase planetaria del mundo con más humanidad, ligereza,
alegría y fiesta, a ejemplo de los carnavales. Pero hay que derrotar a las
élites del atraso.
No anunciamos optimismo, sino esperanza en el sentido de San Agustín,
obispo de Hipona, hoy Argelia. Bien dijo: la esperanza incluye la indignación
para rechazar lo que es malo y el coraje para transformar lo malo en una
realidad buena.
Una sociedad sólo puede sostenerse sobre una igualdad razonable, con
justicia social y la superación de la violencia estructural. Este es el sueño
bueno de la mayoría de los brasileños.
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