Gobernar Estados Unidos no debe equivaler a sentarse frente a una
pantalla y con sendos controles colmados de teclas comenzar a borrar del mapa
ciudades y pueblos al antojo, y trazar nuevas fronteras a un mundo que en la
ficción de un sueño de poder se pretende manejar como a un balón de fútbol.
Luis Manuel Arce / Prensa
Latina
Donald Trump, quien había planeado ir a Lima donde ciertos presidentes
latinoamericanos durante una cumbre borrascosa le besarían sus manos, decidió
de pronto anunciar al mundo que tendría que enviar a su vicepresidente al
insignificante encuentro en tierra inca porque había priorizado bombardear con
cohetes, por segunda vez, a una parte de Siria.
Su inteligentísima y persuasiva secretaria de Prensa, Sarah Sanders,
fue muy específica al anunciar que a petición del presidente, el vicepresidente
viajará en su lugar a Perú, pues Trump permanecerá en Estados Unidos para
supervisar la respuesta estadounidense a Siria y monitorizar el desarrollo de
reacciones en el mundo.
El mandatario hizo gala de su sensibilidad mediante twitter, su idioma
favorito. Es una cuestión de humanidad y Estados Unidos no puede permitir que
ocurran atrocidades como esa, dijo en referencia a un supuesto ataque químico
en la localidad siria de Duma el cual ha sido imposible de verificar porque lo
más probable es que ni siquiera haya ocurrido.
Los expertos le han dicho al mandatario al respecto que es un sin
sentido, por no decir estúpido, creer que Siria se pondría a sí misma la soga
al cuello con hechos de ese tipo cuando el Estado Islámico está derrotado y el
gobierno recupera de forma sostenida todos los territorios ocupados, al extremo
de que el propio Trump anunció que retiraría a los soldados que aún mantiene en
ese país.
Por el contrario, Damasco se ha mostrado dispuesto a tender en Guta y
Duma puente de plata al enemigo que huye.
Hay muchas especulaciones acerca del por qué Trump busca lanzar por
segunda vez en forma masiva cohetes a Siria, y algunas de ellas apuntan a una
necesidad imperiosa de desviar la atención a los serios problemas internos que
lo acosan, desde un caos brutal en la Casa Blanca, demandas de mujeres
ofendidas hasta el tema migratorio o los multimillonarios déficit financiero y
comercial y su incapacidad de resolverlos.
Lamentablemente el poder de Estados Unidos todavía es tan grande y su
democracia tan violablemente imperfecta que Trump puede multiplicar desde una
poltrona iPhone en mano las cientos de toneladas de escombros a lo que han
reducido gran parte de Siria sin que el aire de muerte de inocentes le mueva el
peluquín, como Irak no conmovió a Bush ni lo incitó a reconocer su mentira
sobre las armas de destrucción masiva, ni Hiroshima y Nagasaki a Truman que
sabía era innecesario lanzar las bombas atómicas para hacer rendir a Japón.
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