El pueblo que tiene un
gobierno que se solidariza con las causas legítimas puede estar seguro que
recibirá a cambio el apoyo recíproco. Esta máxima se está socavando en la
actualidad.
Marco A. Gandásegui, h. / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad de Panamá
La historia de Panamá
ha sido dominada por sus relaciones con el mundo exterior. Durante la colonia
era el paso obligado de los metales preciosos de origen peruano con destino a
España. En la segunda mitad del siglo XIX sirvió de puente para unir las costas
de Norte América. En el siglo XX EEUU intervino directamente en el Istmo para
someterla a sus intereses globales: Construyó el Canal de Panamá, estableció
bases militares y creó una Zona del Canal.
El siglo XXI se inició
sin bases militares extranjeras, sin jurisdicciones extrañas (“Zona”) y con un
Canal bajo administración panameña, resultado de las luchas nacionalistas y
enfrentamientos sociales del pueblo con el ocupante norteamericano. Se derramó
mucha sangre y se hicieron muchos sacrificios, pero el objetivo se hizo
realidad: “Una sola bandera, un solo territorio”. La juventud fue la que
encabezó las luchas populares, portando la bandera nacional y sus conocimientos
adquiridos en las escuelas que finalmente derrotó a los usurpadores
extranjeros.
Hay que reconocer
también la labor diplomática de los políticos liberales. Sentaron las bases
para desarrollar una estrategia que serviría para negociar con EEUU (Eusebio
Morales, Harmodio Arias M., Roberto Chiari). Igualmente, hay que reconocer las
contribuciones de nacionalistas como Jorge Illueca, Juan A. Tack y Omar
Torrijos. Fue este último que logró reunir el equipo que, sobre los hombros agigantados
de estudiantes, trabajadores y pueblo, sentó a Washington a la mesa para que
firmara los tratados que reconocieron la soberanía panameña sobre el Istmo. El
general Torrijos (jefe de gobierno entre 1972 y 1978) asumió el compromiso de
negociar con EEUU unos tratados del Canal que fueran satisfactorios para las
demandas del pueblo panameño. Para este fin su primer objetivo fue unir a los
distintos sectores sociales del país. Políticamente si no era imposible, era
una misión muy difícil. Los empresarios (burguesía) estaban divididos entre
‘nacionalistas’ y rentistas. Los obreros organizados desconfiaban de los
militares. Los estudiantes estaban divididos y hacían demandas radicales (que
al final casi todas se hicieron realidad).
Torrijos y el equipo
que encabezaba también tenían que legitimar – convencer – al mundo y a los
pueblos con sus respectivos gobiernos, que admiraban la valentía y coraje de la
juventud panameña, que la causa nacionalista merecía ser apoyada. ¿Cuántas
veces los dirigentes panameños habían desconocido las causas de otros pueblos
en Nuestra América, Africa, Asia, Europa y los mismos EEUU? Sus votos en las
Naciones Unidas (ONU), la OEA y otros foros creaban muchas sospechas. Torrijos
hizo una campaña internacional que lo llevó a todos los continentes, comenzando
por América latina, para convencer a los dirigentes y pueblos que la causa
nacional era la de un pueblo que estaba cansado del neocolonialismo y la
ocupación militar. Una primera señal que el mundo se cuadraba con Panamá fue la
reunión del Consejo de Seguridad de la ONU en la capital panameña que hizo
exclamar al canciller Tack: “EEUU vetó a Panamá, pero el mundo vetó a EEUU”.
Los países que antes
tenían sus dudas sobre la causa panameña entendieron la posición del país.
México, Venezuela y Costa Rica comprometieron su apoyo. Incluso, gobiernos como
el colombiano, chileno y brasileño también. Los países socialistas, árabes,
africanos, europeos y, sobre todo, la organización de Países No-Alineados se
solidarizaron con Panamá. Entre los que más contribuyeron a la causa panameña
fueron los dirigentes y pueblo palestino. EEUU quedó diplomáticamente cercado y
sólo Gran Bretaña, Israel y Taiwán se quedaron apoyando la causa equivocada. En
1977 se firmaron los tratados del Canal y Panamá recuperó su soberanía gracias
a las luchas del pueblo y la solidaridad internacional.
Fue una lección que
todos los panameños aprendimos. El pueblo que tiene un gobierno que se
solidariza con las causas legítimas puede estar seguro que recibirá a cambio el
apoyo recíproco. Esta máxima se está socavando en la actualidad. En años
recientes, en la región latinoamericana, EEUU ha formado un frente contra
Venezuela y su pueblo. Panamá no ha manejado correctamente sus relaciones con
sus vecinos para buscar una solución política basada en el respeto a la
autodeterminación. Las agresiones económicas y amenazas militares son
inaceptables. Igualmente, Panamá tiene que reconocer la coyuntura que vive
Palestina que sigue siendo castigada por Israel que se ha convertido en una
máquina asesina.
Nuestra soberanía es un
derecho que el pueblo demostró que sabe defender. No podemos olvidarnos que la
solidaridad internacional también es estratégica.
No hay comentarios:
Publicar un comentario