Luis Bruschtein / Página12
Los gobiernos de Argentina, Brasil, Colombia, Chile, Perú y Paraguay anunciaron la suspensión de su participación en la UNASUR. |
Hay personas que han soñado con la fuerza de miles de sueños. Con
sueños que quitan el sueño: “Lo que no me deja dormir es, no la oposición que
puedan hacerme los enemigos, sino atravesar estos inmensos montes” le escribía
San Martín a Tomás Guido, poco antes de lanzarse a cruzar la cordillera más
alta del continente con un ejército de cinco mil hombres. Desde Caracas había otro que escribía cartas
porque no podía dormir: “Es una idea grandiosa –le escribía Simón Bolívar a un
amigo– pretender formar de todo el Mundo Nuevo una sola nación con un solo
vínculo que ligue sus partes entre sí y con el todo”.
Dos hombres desaforados que soñaban con liberar y unificar un
territorio que más que triplicaba al de toda Europa con grandes desiertos,
selvas inexpugnables y montañas colosales, los dos hombres se disponían a
recorrer distancias legendarias con sus ejércitos. Dos hacedores de naciones,
dos libertadores. Bolívar y San Martín murieron exiliados y empobrecidos. Pero
esos sueños tan poderosos, a caballo de las grandes transformaciones que se
producían en un mundo que dejaba atrás el feudalismo, se plasmaron en
realidades, aunque no se cumplieran sus metas sino como escenas de las mismas
batallas que habían peleado los libertadores. El sueño no termina pero alimenta
otros sueños y nuevas luchas.
Noam Chomsky, que según el conservador The New York Times es “el
intelectual vivo más importante”, dice que “Estados Unidos ha dominado por
mucho tiempo la región (el continente americano) con dos métodos principales:
la violencia y el estrangulamiento económico”. La semana pasada, el presidente
Donald Trump obligó al presidente peruano a excluir al presidente de Venezuela,
Nicolás Maduro, de la Cumbre de las Américas. Y los demás gobiernos, con la
excepción de Cuba y Bolivia, fueron cómplices.
Chomsky ha dicho que a “Washington no le importa si un país tiene una
democracia formal u otro régimen. Le importa que se supedite a su sistema de
dominación mundial”. La frase describe un lado del problema. El otro lado han
sido los gobiernos locales que se asociaron a esas políticas. Pocas horas
después de esa exclusión vergonzosa de Venezuela en la Cumbre, seis gobiernos
conservadores –Mauricio Macri incluido– anunciaban que suspendían su
pertenencia a la Unasur, un organismo que se creó como punto de confluencia
regional sin la participación expresa de Estados Unidos.
No son seis gobiernos que coinciden. Hay un diseño en estas
decisiones, que tiene su vértice en la Casa Blanca como parte de los métodos de
dominación que describe Chomsky. Hay seis gobiernos que acatan una decisión. El
pensador norteamericano dice que en la estrategia de Washington para la región
“el principio fundamental es: ¿permitirá un país que se le robe?, ¿permitirá
que las corporaciones extranjeras inviertan y exploten a su voluntad? Si lo
permite, puede tener el sistema político que le plazca: puede ser fascista,
comunista, lo que quiera... Pero si un país comienza a dirigir sus recursos
hacia su propia población entonces debe ser destruido”.
Aunque no sea su intención, hay categorías implícitas en esa frase
porque se definen dos modelos en forma genérica: los que permiten “que se les
robe” porque hay un sector económico dominante que saca sus propias ganancias
al someter a sus países a los términos de intercambio tan desiguales con las
grandes potencias; o los que tratan “de dirigir sus recursos hacia su propia
población”. Son dos mundos, dentro de las cuales puede haber diferencias
filosóficas o políticas, pero no hay otro lugar más que esos dos: los que
Estados Unidos acepta o los que invade, hostiga o desestabiliza. Perón lo había
sintetizado en tres palabras: “Liberación o dependencia”.
Los gobiernos conservadores que se hacen cómplices de los intentos de
Washington para aislar a Venezuela y atacar a Cuba y Bolivia califican a la
primera opción como “modelo de libre mercado” y a la segunda la demonizan como
“populista”. Desde el pensamiento opuesto se ha tratado de buscar siempre
formas de convergencia regional para tratar de equilibrar fuerzas en esa
relación tan desfavorable con las potencias. De ese esfuerzo surgió Unasur.
Unir o desunir. Integrar o fragmentar. Los sueños del origen flotan
sobre una historia americana que no termina de coagular. Con sus fortalezas y
debilidades, con sus tradiciones y mixturas, con sus valientes y con sus
traidores. Los carriles son los mismos. En 1890 se realizó en Estados Unidos la
Conferencia Panamericana, un antecedente de estas Cumbres de las Américas donde
ya se anunciaba el expansionismo norteamericano. “Aún se puede, Gonzalo –escribía
a un amigo desde Nueva York otro gran soñador– son algunos los vendidos y
muchos los venales; pero de un bufido del honor puede echarse atrás a los que,
por hábitos de rebaño, o el apetito de las lentejas, se salen de las filas en
cuanto oyen el látigo que los convoca”. José Martí se desvelaba en Nueva York
por la independencia de Cuba cuando ya Washington empezaba a surgir como
potencia dominante.
Esa esperanza de Martí sobrevoló Mar del Plata en 2005 en el espíritu
de Néstor Kirchner, Lula da Silva y Hugo Chávez, los tres presidentes que
decidieron la derrota del ALCA. Dos de ellos murieron en forma prematura y el
tercero está en la cárcel. Pero esa vez fue como si la carta de Martí hubiera
resonado en sus corazones cuando le decía a su amigo Gonzalo que “el interés de
lo que queda de honra en la América Latina, el respeto que impone un pueblo
decoroso, lo poco que queda aquí de republicanismo sano, he ahí nuestros
aliados y con ellos emprendo la lucha”.
Con ese espíritu, al que se sumaron después Pepe Mujica, Rafael
Correa, Evo Morales, Fernando Lugo, Fidel y Raúl Castro, Cristina Kirchner,
Dilma Rousseff y otros jefes de Estado, surgió la Unasur. Con ese espíritu se
reintegró a Cuba a su ámbito natural latinoamericano después de más de cuarenta
años de aislamiento, se trabajó por la paz en Colombia, por el freno a los
golpistas en Bolivia, Paraguay y Honduras y se revitalizó el sistema
interamericano. Unasur rompió con la hegemonía de Washington en la decisiones
de la región a través de su control sobre la OEA –como ocurre en la
actualidad–, y se convirtió así en un obstáculo para los intereses
norteamericanos. Los seis gobiernos conservadores que anunciaron que suspendían
su participación se hacen cargo así de otros intereses que pasan por la necesidad
de Estados Unidos de destruir o congelar un organismo de unidad regional. Macri
y Temer apuestan además a destruir el Mercosur con un acuerdo brutalmente
desfavorable con la Unión Europea.
Como decía Martí en su carta: “Aún se puede Gonzalo, son algunos los
vendidos y muchos los venales”. Describía en un artículo periodístico lo que
soñaba igual que otros grandes que lo antecedieron y miles que vinieron
después: “Todo nuestro anhelo está en poner alma a alma y mano a mano los
pueblos de nuestra América Latina. Vemos colosales peligros; vemos la manera
fácil y brillante de evitarlos, adivinamos, en la nueva acomodación de las
fuerzas nacionales del mundo, siempre en movimiento, y ahora aceleradas, el
agrupamiento necesario y majestuoso de todos los miembros de la familia
nacional americana, es necesario ir acercando lo que ha de acabar por estar
junto”.
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