Los
migrantes latinos han ido hispanizando a los EE.UU. y no parecen errar quienes
afirman que, después de 50 años, ese país podrá ser considerado uno más de la
América Latina.
Jorge Núñez Sánchez / El Telégrafo
Siempre
supimos que los EE.UU. eran la “otra América”, un país septentrional, distinto
e incluso opuesto a la América Latina. Martí habló de “ese Norte revuelto y
brutal que nos desprecia”. Y Darío anotó en su “Oda a Roosevelt”: “Tened
cuidado, vive la América Latina, que aún reza a Jesucristo y aún habla en
español”. Y así podríamos seguir recordando a todos los pensadores y escritores
que han dedicado páginas, ensayos, libros y tratados a estudiar las diferencias
históricas y culturales entre las dos Américas: la anglosajona del Norte y la
indolatina del Sur.
Pero
ahora, aunque nos parezca increíble, pareciera ser que ha ido desapareciendo la
más importante de esas diferencias, la étnico-cultural, al punto que grandes
espacios de esa tan mentada Norteamérica (California, Texas y Florida) se han
convertido ya en territorios hispanohablantes, similares a los de cualquier
país sudamericano, y otros están cerca de serlo: Nueva York, Illinois, Arizona,
Nueva Jersey y Colorado. Incluso el simbólico
distrito de Columbia, donde se asienta Washington, tiene hoy un 46,7 por ciento
de población hispana.
En
una reciente conferencia sustentada en el seminario internacional “¿A dónde va
América Latina?”, el doctor Nelson Maldonado Torres, profesor de la prestigiosa
Universidad de Rutgers, en Nueva Jersey,
ha llegado a sostener que es llegada la hora de no ver más a los EE.UU. como el
país opuesto y/o enemigo de los nuestros, sino como un país próximo y cada vez
más propio, en el que viven, trabajan, sueñan y crean unos 44 millones de latinoamericanos,
que tienen familiares en el Sur y envían remesas mensuales para ellos.
Conocíamos
ya que los latinos son la minoría más dinámica y numerosa de ese país. Pero las
informaciones aportadas en este seminario muestran una realidad todavía más grande
y compleja. Por ejemplo, que en EE.UU. hay más salvadoreños que en El Salvador
y que sus remesas sostienen la economía de su país. Y que en México hay Estados
que tienen remesas mayores que su PIB.
En
síntesis, los migrantes latinos han ido hispanizando a los EE.UU. y no parecen
errar quienes afirman que, después de 50 años, ese país podrá ser considerado
uno más de la América Latina. Entonces, no sería nada raro que ese país, que ya
ha elegido un presidente negro, llegue a elegir como Jefe de Estado a un
bilingüe que se apellide Sánchez o Campaña, o a un mixturado que se apellide
Obetz Núñez o Delgado Norris.
Desde
luego, estas realidades sociales y políticas exigen un cambio en las ideas
hasta hoy generalizadas entre nosotros, acerca de los EE.UU. como país y como
potencia. Por ejemplo, ya no será tan fácil hablar del “imperialismo
norteamericano” como si fuera la acción de todo un país, y habrá que precisar
bien que se trata de la acción expoliadora de empresas monopólicas, imperios
financieros o eso que el presidente Eisenhower definiera como “el complejo
militar-industrial”.
En la
zarzuela “La Verbena de la Paloma”, don Hilarión expresa: “Los tiempos cambian
que es una barbaridad”. Nosotros podríamos corregir la frase y decir: “Los
tiempos cambian que es un contento”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario