Desde 2007, Antonio
Hodgers es diputado nacional en Suiza y jefe de la bancada del Partido Verde. A
pesar de sus escasos 37 años, su fulgurante vida política de casi veinte años
lo perfila como una de las jóvenes figuras más importantes de la escena
nacional.
Sergio Ferrari / Especial para Con Nuestra América
Desde Ginebra, Suiza
Antonio Hodgers, diputado suizo de origen argentino. |
Argentino de origen,
hijo de padre desaparecido, acaba de publicar junto con su esposa Sophie Balbo
su primer libro: “Hijo”. Biografía a cuatro manos elaborada en un diálogo tan
intenso como emotivo con su madre, Silvia Hodgers, militante del Partido
Revolucionario de los Trabajadores, una
de las organizaciones guerrilleras que actuaron en ese país sudamericano
durante la década de los años 70.
De la militancia
juvenil a la prisión. De la cárcel al exilio. La vida de Silvia ilustra la
trayectoria casi fortuita de miles y miles de latinoamericanos resistentes
contra las tan variadas como múltiples dictaduras de los años setenta y
ochenta. Con distintos nombres y con los mismos métodos, los militares
impusieron décadas negras de represión generalizada, silencios obligados y
democracias postergadas. Desapariciones forzadas; cárceles repletas; exiliados
a montones; familias destruidas; son parte del corolario de esa etapa sombría
de América Latina. Que hoy, tres décadas más tarde, gracias al sacrificio
silencioso de esos miles de resistentes –presentes o ausentes-, transita una
nueva construcción democrática. Que permite mirar hacia atrás, sentir, evaluar,
e incluso escribir…
“Hijo” de Antonio
Hodgers y Sophie Balbo que acaba de publicarse en Suiza y que suscita un
particular interés mediático es el encuentro de dos historias generacionales –
la de Silvia y la de Antonio- y por sobre todo una confesión mutua de amor infinito.
Bajo el amparo sigiloso de Héctor, padre de Antonio, que 35 años después de su
desaparición aporta omnipresente y en silencio, el trasfondo de un amor
clandestino no menos infinito. Al que Antonio intenta redescubrir en su vuelta
a Argentina, ya adolescente.
Tras las huellas de su padre, la vuelta a Argentina
La noche de Navidad de
1994, ni su abuela ni su tía, organizan la celebración tradicional. Antonio,
que realizaba un viaje de 6 meses por el continente latinoamericano, no termina
de entenderlo. “No hay más Navidad en mi familia desde hace veinte años”,
constata. Iniciando otro viaje, simbólico, casi sin retorno, para buscar los
porqués y descifrar las causas de los silencios de una familia destruida por
ausencias y culpabilidades.
“Me quedan algunas
semanas antes de volver a Suiza. No podía volver sin afrontar la verdad que
rodea la desaparición de mi padre. Quería saber porqué luego de lograr escaparse a su primera detención,
pudieron capturarlo de nuevo tan fácilmente. Me lanzo a investigar sobre las
circunstancias de su desaparición”, recuerda el autor. Quien obtiene finalmente
una copia de la denuncia presentada por su abuela en 1983 por la desaparición de Héctor acaecida tiempo atrás, en mayo de
1976. Y descubre entonces un complejo laberinto de recuerdos que incorporan las
presiones familiares sufridas por parte de las fuerzas represivas. “Durante
meses los militares hicieron sin embargo creer a su familia que todavía estaba
vivo, con la esperanza de obtener su colaboración para detener a mi madre”,
explica Antonio Hodgers.
Y en ese momento del
relato, aparece una de las claves de su historia en tanto “Hijo”. Cuando
comprende “la razón del duelo imposible de mi abuela”, que es su propio duelo.
“En el avión de regreso a Ginebra siento una enorme tristeza por ella. Es ya
tan difícil para una madre sobrevivir a la muerte de su hijo, pero ¿cómo
continuar a vivir si se siente culpable de ella?”, se interroga.
Y junto con el alivio
de causas explicadas, el derecho al dolor profundo. Los meses que siguieron ese
viaje “me permitieron llorar la desaparición de mi padre como nunca antes lo
había hecho. Su inexistencia física,
desde mis primeros años de vida, fueron una normalidad para mí. Haciéndome
adulto, percibo ahora como me pesa su ausencia. De golpe me falta
terriblemente. Tendré pronto veinte años y es ahora que le necesito”.
El compromiso político
¿Qué hacer con una
herencia tan pesada como la de la militancia a vida o muerte de los padres?
¿Cómo apropiarse de dolores, derrotas y
compromisos profundos de la generación anterior? ¿Odiar a los
progenitores por los dolores encarnados o amarlos ilimitadamente por su entrega
generosa?
Interrogantes todos a
los que se confronta el joven argentino-suizo, producto de dos mundos y actor
de dos historias.
“Cada joven se plantea
la cuestión de seguir o romper con la herencia de los padres. En mi caso, se
trataba del compromiso político. La ‘desaparición’ de mi padre por parte del
terrorismo de Estado me llevó rápidamente a entender que no tenía elección: debía
continuar su combate”.
Y las razones de la
decisión son fundamentalmente tres para Antonio Hodgers. En primer lugar, para
demostrar que sus verdugos no vencieron. Además, porque “como yo nunca lo
conocí, el modelo que me hago de mi padre está esencialmente ligado a su
compromiso político”. Y finalmente, “porque mi madre me transmitió los valores
que eran suyos. Lejos de lamentar sus elecciones, siempre ella asumió sus
luchas, a pesar del precio que ella y sus compañeros debieron pagar”.
Convencido sobre la
necesidad de su compromiso político, dice “sí a la herencia de los valores,
pero bajo qué forma concreta”, se interroga Antonio Hodgers buscando el espacio
más favorable para su militancia.
Si sus padres asumieron
la lucha armada contra regímenes dictatoriales y con un modelo de sociedad
socialista, cuando él decide comenzar su militancia, Europa vive “los últimos
meses del régimen soviético, con la caída del Muro de Berlín” como expresión de
la fragilidad de Estados “desconectados de las aspiraciones de sus pueblos”.
Y esta lectura de la
realidad aparece como esencial en la definición del compromiso del autor, que
comenzó como adolescente a militar en el Parlamento juvenil de su municipio
ginebrino de Meyrin; que se prolongará como diputado cantonal –provincial- en
el Parlamento del Cantón de Ginebra,
hasta llegar más tarde a una
diputación nacional y disputar, en las elecciones de octubre próximo, un cargo
en el poder ejecutivo colegiado del mismo cantón. En un ritmo y velocidad
militante que le llevan a organizar brigadas y delegaciones a Cuba y Bosnia, a
comprometerse con los “sin papeles” y nuevos refugiados, y librar numerosos
combates políticos-asociativos en su propia búsqueda de paradigmas de justicia.
Empujado por una
reflexión personal de fondo que integra los interrogantes propios de la nueva
etapa que vive la humanidad hacia casi al terminar el siglo pasado.
“Constato que resumir
la lectura del mundo a un esquema capitalismo versus comunismo, o derecha
versus izquierda, como en la época de mis padres, no alcanza. La realidad es
más compleja y el universo del pensamiento político, también”, reflexiona el
joven diputado nacional.
Anticipando su nueva
forma de pensamiento, “su verdad siglo XXI”: “nuestra generación está condenada
a reinventar un proyecto de sociedad. La necesidad de encontrar nuevos códigos
de lectura me ocupará el espíritu durante varios años. No descubriré las pistas
que buscaba sino más tarde gracias a la ecología política…el proyecto de
sociedad más adecuado para confrontar los desafíos del siglo XXI”, enfatiza.
Algo más que un homenaje personal
“Hijo”, conlleva un
doble homenaje. Antonio, dedica el libro a “mi abuela, mi madre, mi hermana, mi
esposa y mi hija –nota del redactor: a punto de nacer-, las mujeres en las que puedo contar”.
En tanto Sophie, la co-autora –que pone en letras numerosos diálogos con Silvia
Hodgers -, lo dedica a “Héctor, mi suegro”.
Homenaje que expresa el
alma misma de un libro que describe vidas, que derrochan pasión y compromiso.
Y que concluye, con
cuarenta páginas de anexos explicativos sobre la Ecología Política – un real
paradigma para Antonio Hodgers- bajo el mismo signo del cuestionamiento
personal inicial. “Mis padres lucharon por una causa. Mi madre sacrificó su
juventud, su carrera profesional. Mi padre pagó con su vida. Incluso ausente,
él me aporta mucho todavía. Es un modelo que no puedo traicionar”.
Ayer
argentino-latinoamericano marcado por la resistencia armada. Hoy universal,
confrontado con los grandes debates de la sobrevivencia del planeta, el calentamiento
global, el des-crecimiento y la ecología política. “Hijo” de desaparecido que
se asume, sobre todo, hoy, como hijo de un planeta amenazado.
No hay comentarios:
Publicar un comentario