La confrontación planteada por la mayor potencia
militar del mundo ha obligado a Cuba a desarrollar acciones que en “silencio
han tenido que ser” y que “han de andar
ocultas” si se quiere lograr el éxito en tal desigual combate.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
En 1805, el tercer
presidente de Estados Thomas Jefferson anticipándose casi 20 años a James
Monroe y la doctrina que tomó su nombre le escribe en una carta que “es imposible no mirar hacia tiempos
distintos cuando nuestra rápida multiplicación nos expanda más allá de los límites y cubra todo el norte sino el
sur del continente”. Jefferson sugería
que Estados Unidos debía “tener las Floridas y Cuba”.
Faltaban 13 años para
el nacimiento de Carlos Marx, 112 para que triunfara la Revolución socialista
en Rusia, 121 para que Fidel Castro viniera al mundo y 154 para que entrara
victorioso a La Habana al mando del Ejército Rebelde y Cuba iniciara su vida
como nación verdaderamente independiente.
Los intentos de Estados Unidos de apoderarse de Cuba no tienen nada que
ver con el carácter socialista de su revolución, ni con el liderazgo de Fidel,
sino con una ancestral decisión de su élite de dominar el Caribe al que
consideran su “frontera sur” para lo cual, controlar la “llave del golfo” era y
es vital. El mismo Jefferson, años más tarde, en 1820, precisó que Cuba era "la adición más interesante que se podía
hacer a nuestro sistema de Estados" y le dijo al Secretario de Guerra, John C. Calhoun, que debía "a la primera oportunidad, tomar
Cuba".
De esa manera, ya en el siglo XIX se comienzan a manifestar
una serie de acciones que eran expresión
concreta de la voluntad intervencionista antes manifestada. A mediados de siglo
se efectuaron varios intentos para apoderarse de la isla, patrocinados sobre
todo por los sectores esclavistas del sur. A John Quincy Adams, sexto
presidente de la unión norteamericana se debe la idea de que Cuba debía
mantenerse bajo el débil dominio colonial español para que algún día pasara a
control de Estados Unidos “como una fruta madura”. En 1848, el undécimo
presidente James K. Polk ofreció a España comprarle Cuba por 100 millones de
dólares y un año después se realizaron intentos “independentistas” con el
objetivo de “asociar” Cuba a Estados Unidos. La oferta de compra aumentó a 130
millones en 1854, pero España se mantuvo firme en la posesión de su joya
colonial más preciada.
La lucha de los cubanos
por su independencia se mantuvo incesantemente desde 1868 y en 1898 el triunfo
de los patriotas era inevitable. José Martí había entendido el valor
estratégico de su país en el marco geopolítico ante el naciente imperialismo
estadounidense que no escatimaba en mostrar su voluntad expansionista. En mayo
de 1895, un día antes de morir, le escribió a su amigo Manuel Mercado una carta
premonitoria donde le decía “…ya estoy todos los días en
peligro de dar mi vida por mi país, y por mi deber —puesto que lo entiendo y
tengo ánimos con que realizarlo— de impedir a tiempo con la independencia de
Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa
fuerza más, sobre nuestras tierras de América”.
Sin embargo, la oligarquía
estadounidense comenzó a conspirar para justificar una invasión a Cuba. El
instrumento fue una dudosa explosión (nunca aclarada hasta hoy) del acorazado estadounidense Maine surto en
La Habana en febrero de 1898. Después de culpar a los españoles del incidente,
declararon la guerra, interviniendo en la isla con tropas que impidieron la
victoria definitiva de los cubanos en su lucha.
España se vio obligada a conceder
la Independencia a Cuba, pero ésta, fue parcial y mediatizada. Estados Unidos
ocupó la isla hasta 1903 cuando retiró sus tropas a cambio de un tratado que le
permitía la intervención militar en Cuba cuando lo entendiesen necesario para
“garantizar el orden”. Este tratado en
forma de enmienda fue incorporada a la nueva constitución cubana. Así
mismo, se apoderaron de dos territorios,
uno en Guantánamo en el oriente del país y otro en Bahía Honda al occidente
donde instalaron sendas bases navales. En el primero aún permanecen
ilegalmente, toda vez que dicho acuerdo fue una imposición sustentada por la
fuerza de las armas y de la ocupación militar de un país que no tenía gobierno.
En 1903, Fidel Castro aún no había nacido.
La subordinación de los
gobiernos cubanos a Estados Unidos de lo que en el transcurso de lo que en la
historia cubana se llama la “república mediatizada” se mantuvo a lo largo de
sus 61 años de duración. A cambio de un respeto irrestricto a los
inversionistas estadounidenses, lo que rayaban en la cuasi pérdida de la soberanía, el último dictador,
Fulgencio Batista, recibió un apoyo militar cuantioso, expresado en un
constante abastecimiento de armas, equipos y financiamiento para sostener su
gobierno despótico y autoritario mediante la represión y la crueldad. Aunque el
epicentro de la lucha del pueblo cubano para derrocar la dictadura se
desarrolló fundamentalmente en el oriente del país, en toda la isla se fue construyendo un gran
frente anti batistiano bajo el liderazgo de Fidel Castro hasta que el 1° de
enero de 1959 el dictador huyó y las fuerzas revolucionarias tomaron el poder.
El movimiento triunfante se propuso desarrollar un programa de gobierno que
pregonaba principios democráticos, de justicia social, economía mixta y crítica
a Estados Unidos por el apoyo que había dado a Batista. Sin embargo, habían
transcurrido pocas semanas del triunfo revolucionario cuando comenzaron a
desatarse una ola de sabotajes, quema de cañaverales y atentados con explosivos
contra objetivos fundamentales de la economía. Así, ya en el mes de marzo de 1960 el trigésimo cuarto presidente de
Estados Unidos Dwight David Eisenhower firmó una orden ejecutiva
por la cual ordenaba a la CIA preparar
un proyecto encaminado a derrocar al
Gobierno revolucionario, utilizando para ello, todos las fuerzas e instrumentos
a su alcance En una primera instancia,
el énfasis se puso en operaciones de carácter psicológico, presiones económicas
y políticas y el comienzo del entrenamiento masivo de cubanos que habían
pertenecido a las fuerzas militares y represivas de la dictadura y que habían
huido a Estados Unidos, pero paulatinamente fueron dado pasos hacia un plan de
invasión para lo cual fueron creando condiciones a través de la inserción en
territorio cubano de pequeños grupos de sabotaje.
La respuesta del gobierno cubano fue la
creación el 28 de septiembre de 1960 de los Comité de Defensa de la Revolución
(CDR) a fin de organizar al pueblo para garantizar su seguridad y defensa, así
mismo el 6 de junio de 1961 es instituido el ministerio del interior, cuerpo
especializado del Estado para enfrentar la acción agresiva y criminal de
Estados Unidos que ya en abril de ese
año, bajo el gobierno del trigésimo quinto presidente John. F. Kennedy había
organizado una fuerza invasora con apoyo logístico de las fuerzas armadas
estadounidenses que desembarcaron en Cuba por Playa Girón, en el litoral
central del sur de la isla donde fueron derrotados en menos de 72 horas.
Esta agresión había hecho patente la
intención estadounidense de aniquilar la revolución cubana a cualquier costo.
La respuesta debía ser de la misma dimensión y profundidad: la defensa y la
seguridad de Cuba se debía garantizar a cualquier costo, sin embargo la
insuperable distancia en cuanto a la capacidad financiera, militar y
tecnológica de ambos países intuía una lucha no equitativa que sólo se podría
librar a partir de la conciencia, la convicción, la voluntad, la decisión y el
valor de un pueblo dispuesto a cualquier sacrificio para mantener su
independencia y su soberanía.
De la carta antes mencionada que Martí
dirigió a Manuel Mercado se extraen dos enseñanzas capitales que son sustento de la doctrina cubana de
seguridad. Martí dijo…” Viví en el monstruo, y le conozco las
entrañas, y mi honda es la de David”. Martí señalaba que haber vivido en
Estados Unidos, le daba pautas para
trazar los planes que habrían de llevarse adelante a fin de impedir la
potencial expansión estadounidense que visualizaba, de no lograrse la
independencia de Cuba. La referencia
bíblica posterior enfatizaba en su convicción de que el enfrentamiento se iba a
dar en condiciones desiguales.
Antes, -en la misma carta-, Martí afirmaba que: “En silencio ha tenido
que ser, y como indirectamente, porque hay cosas que para logradas han de andar
ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado
recias para alcanzar sobre ellas el fin.” La
confrontación planteada por la mayor potencia militar del mundo ha obligado a
Cuba a desarrollar acciones que en “silencio han tenido que ser” y que “han de andar ocultas” si se quiere
lograr el éxito en tal desigual combate.
Solo un pueblo decidido a defender su
libertad es capaz de parir hijos que asuman las enseñanzas del apóstol en carne
propia, a riesgo de su propia vida y su propia felicidad. Eso son Antonio Guerrero Rodríguez, Fernando González Llort, Gerardo Hernández Nordelo, Ramón Labañino Salazar y René González Sehwerert, los 5 héroes cubanos que en silencio y de
manera oculta vivieron en las entrañas del monstruo para descubrir y prevenir los planes de grupos terroristas
que conspiraban para causar la muerte y le desestabilización de Cuba y con
ello, –parafraseando al Apóstol- impedir a tiempo se extiendan
por las Antillas y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de
América.
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