Rusia logró,
aparentemente, un triunfo diplomático a última hora posponiendo un ataque
militar de EE.UU programado para esta semana. Ceder en estos momentos, sin
embargo, significaría para EE.UU retrasar su objetivo principal, que es
construir un Medio Oriente que pueda ser una aliada incondicional en su lucha
contra Irán y, después, contra China.
Marco A. Gandásegui, hijo / Para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Entender cuáles son los
intereses de EE.UU en Siria en la presente coyuntura, es fundamental para
situar en su lugar las relaciones entre América Latina y, en particular, Panamá
con EE.UU. La retórica que el gobierno del presidente Barack Obama utiliza para
‘ablandar’ las defensas de Siria en el escenario internacional es la misma que
EE.UU utiliza en sus relaciones con la región.
En Guatemala liquidó al
gobierno democrático del presidente Arbenz en 1954. Una década más tarde
invadió a República Dominicana para derrocar al presidente democrático Juan
Bosch. Pasaron diez años y nuevamente en 1973 intervino en Chile para bañar en
sangre el experimento del gobierno democrático del presidente Allende. En la
década de 1980 convirtió a Centro América en un campo de batalla. En 1989
invadió militarmente a Panamá bombardeando a comunidades urbanas con efectos
terroristas. En 1995 invadió a Haití y exilió al presidente democrático
Aristide. En 2002 encabezó un intento fracasado para derrocar al presidente
democrático Hugo Chávez.
Todas estas experiencias
tuvieron un sustrato común: la mentira. EE.UU desde hace 70 años tiene el poder
militar para imponerse ante cualquier adversario.
Desde hace más de 10 años
ha construido un castillo de mentiras en torno a la realidad de los pueblos
árabes con el fin de satanizarlos. La invasión y destrucción de Afganistán
(país no árabe) desatada en 2001 fue precedida por una campaña que transformó a
los talibán (estudiantes del Corán) en terroristas. Poco después EEUU
invadió a Iraq con el fin de ocupar sus campos petrolíferos. En 2011 invadió a
Libia y asesinó a su líder Gadafi.
En el caso de los países
del Medio Oriente, la arremetida de EE.UU se produce en el marco de una
redefinición de la correlación de fuerzas a escala global. Washington es
consciente de los problemas que representa el espacio dejado por la Unión
Soviética, la emergencia de China y la declinación de Europa para su estrategia
global.
También tiene que
enfrentar la consolidación de Irán, la permanente inestabilidad provocada por
la política israelí en la región y el debilitamiento de los gobiernos más
cercanos a EE.UU como Arabia Saudita y Egipto.
Hace 10 años se puso en
marcha el proyecto del ‘siglo americano’ que consistía en convertir a EE.UU en
la potencia hegemónica única en el siglo XXI. Para hacer realidad este plan,
contemplaba contener a China y subordinar la rica región petrolera del Medio
Oriente. La nueva retórica sirvió para presentar ante el mundo a los pueblos
‘islámicos’ como los enemigos del siglo XXI.
El objetivo militar es
desestabilizar a los países de la región árabe y reconstruirlos de acuerdo con
su propia visión del mundo. Este cambio del tablero geopolítico le permitiría
arrinconar a China que ya se ha convertido en país dependiente de las
importaciones de energéticos (petróleo). Sobre la base de campañas basadas en
mentiras, pero repetidas una y otra vez, EE.UU logró introducir en la mente de
las mayorías de los pueblos la duda sobre las intenciones de la Casa Blanca.
En el caso de Siria, los
voceros de Washington plantean que es inevitable el bombardeo y destrucción de
Siria (igual que Afganistán, Iraq y Libia) para castigar al gobierno sirio por
el uso de armas químicas. Según el presiente Al-Assad, “hemos retado a los
acusadores a presentar siquiera un ápice de prueba legitimadora, algo que no
han sido capaces de hacer… Los hemos retado a mostrar pruebas no ante nosotros,
sino ante su propia opinión pública”.
Rusia logró,
aparentemente, un triunfo diplomático a última hora posponiendo un ataque
militar de EE.UU programado para esta semana. Ceder en estos momentos, sin
embargo, significaría para EE.UU retrasar su objetivo principal que es
construir un Medio Oriente que pueda ser una aliada incondicional en su lucha
contra Irán y, después, contra China. Más aún, los asesores más agresivos (‘los
halcones’) de Obama son conscientes que la ventana de oportunidad puede estarse
cerrando para que EE.UU logre su objetivo propuesto en el proyecto del ‘siglo
americano’. Sin embargo, los sectores más moderados (‘palomas’) de EE.UU
insisten en que sus objetivos (no perder su hegemonía global) pueden alcanzarse
sin invadir a Siria. Esta división que se asemeja a la producida durante el
gobierno de Bush hace una década, se ha visto sacudida por la aparición de los
llamados fundamentalistas de la extrema derecha (miembros del Tea Party)
que se oponen a la política guerrerista de Obama. Este sector plantea que el Premio
Nóbel de la Paz, Brack Obama, no tiene la capacidad para dirigir a EE.UU en
la guerra y debe abstenerse de comprometer a EE.UU en aventuras bélicas en el
Medio Oriente.
Según Hans von Sponeck,
ex subsecretario de la ONU, “EE.UU no tiene pruebas reales de que
el gobierno sirio haya utilizado armas químicas”. Incluso, agrega, si
proporciona pruebas, “hay que ser escépticos recordando los muchos incidentes
falsos o fabricados utilizados para justificar muchas guerras anteriores:
el incidente del Golfo de Tonkín en Vietnam, la guerra del Golfo,
la masacre de Racak (en Kosovo), las armas iraquíes de destrucción
masiva y las amenazas de masacre en Bengazi, Libia”.
12 de septiembre de 2013.
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