El 15 de septiembre de 2008, el banco de
inversión Lehman Brothers pidió protección crediticia ante la ley, declarándose
oficialmente en bancarrota. Su caída se transformó en símbolo de la debacle que
tiene todavía sumidos a los Estados Unidos y a Europa en una crisis de la que
tardarán muchos años en salir.
Rafael
Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
Esta crisis, de la que cada cierto
tiempo ministros de gobierno y algunos analistas recurrentemente auguran que se
está empezando a salir, no ha sido, sin embargo, sino otra vuelta de tuerca del
sistema capitalista que, recurrentemente, entra en ellas para salir, después,
más fortalecido, dejando tras de sí una estela de damnificados que son
arrojados a las márgenes del sistema y prácticamente desechados.
Para salir de sus crisis, el sistema se
ajusta, se hace más eficiente para lo que, en última instancia, es lo que le
interesa, producir más y mejor con menos, lo que tiene varios significados.
Primero, elevar la productividad, es decir, introducir innovaciones
tecnológicas y desembarazarse de fuerza de trabajo, o estableces nuevas
relaciones con ella con el fin de abaratarla. Segundo, abrir nuevos mercados
para que el capital pueda realizarse como mercancía, esta vez en el concierto
de la llamada globalización, que navega bajo la bandera del libre comercio.
Tercero, asegurarse el continuo y barato suministro de materias primas que, en
su mayoría, se encuentran ubicadas en países tercermundistas (perdón, quise
decir “emergentes”), con los cuales establecen convenientes relaciones,
especialmente a través de los tratados de libre comercio.
De todo esto salen gananciosos unos
pocos y damnificados muchos. Como ya se ha podido constatar recientemente, los
ricos se hacen más ricos y los pobres más pobres. Es la lógica del sistema. No
se trata solamente de las personas sino, también de regiones y países.
Nada menos que el periódico New York Times publicó recientemente un
reportaje sobre la creciente desigualdad que está minando a los Estados Unidos.
Según los economistas Thomas Picketty y Emmanuel Saez, basados en datos del
sistema de recaudación de impuesto de ese país, los ingresos más altos
resultaron golpeados cuando los bonos de Wall Street y las ganancias de capital
decayeron temporalmente, pero desde el 2009 no volvieron a sufrir, y la
recuperación económica fue a parar principalmente al 1% de la población y,
dentro de ella, al 0,1%, la crème de la crème, con ingresos anuales de más de
$1,9 millones.
Un estudio similar ha sido realizado en
España, en donde el paro sigue creciendo, bordeando ya el 27%, y más del 56%
entre los más jóvenes, pero los más ricos tienen ingresos ahora mayores que los
de antes de la crisis.
En Alemania, que este domingo va a
elecciones, y que se ha transformado en la locomotora de Europa, puesta de
modelo de crecimiento y desarrollo, basa buena parte de su prosperidad en los
bajos salarios. Buena parte de la disputa entre la CDU y el PSD, los
principales partidos que estarán en la contienda este fin de semana, se basa en
la posibilidad de establecer un salario mínimo, que hoy por hoy solo se fija
por sectores, y en donde una persona como una peluquera, por ejemplo, apenas
llega a ganar 700 euros por ocho horas de trabajo diario, que no son suficiente
para llevar una vida digna.
Se trata, pues, de uno de los reacomodos
cíclicos del sistema, que se sacude lo que le estorba para seguir generando
cada vez más ganancias que van a parar a cada menos personas.
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