En el escenario
latinoamericano, la política desarrollada por el Presidente Salvador Allende
emprendió el reforzamiento de lo que se llamó “la personalidad
latinoamericana”, aludiendo a la potencialidad existente entre los pueblos de
la región para conformar un bloque político-económico, que consolidara la
independencia, la soberanía y el incremento del bienestar social.
Sergio Rodríguez Gelfenstein / Especial para Con Nuestra
América
Desde Caracas,
Venezuela
El 27 de junio de 2008 con motivo del centenario del nacimiento de
Salvador Allende, fui invitado a presentar una ponencia en el evento organizado
en el Centro Cultural Gabriela Mistral, de Santiago de Chile, como homenaje a uno de los grandes de la historia de América Latina. A
continuación expongo una versión muy resumida del contenido de dicha exposición
que da una idea de la visión internacional del Compañero Presidente
Allende.
El año 1970 marcó en Chile el ascenso del movimiento popular y obrero
al gobierno, luego de caminar por un
arduo y sacrificado sendero signado por la lucha contra las estructuras del
Estado burgués. La victoria electoral de Salvador Allende, permitió que por
primera vez un movimiento que pujaba por la consolidación de un proyecto
socialista, consiguiera llegar a la Moneda en los marcos de la democracia
representativa.
En este
contexto, el Gobierno de la Unidad Popular dirigido por el Presidente Salvador
Allende, ejerció una política internacional asentada en la necesidad histórica
del pueblo chileno de conquistar nuevos y reales niveles de independencia ante
las pretensiones monopólicas de grupos económicos hegemónicos y arremetidas
imperiales que procuraban impedir la consagración del proyecto socialista en el
continente americano.
Es así como
el principal objetivo de la política internacional del Gobierno de Allende fue
el “fortalecimiento de la plena autonomía política y
económica… sobre la base del respeto a la
autodeterminación y a los intereses del pueblo de Chile”. Así lo reveló en su primer
mensaje a la nación, en mayo de 1971: “La
política internacional del Gobierno de la Unidad Popular no es sino la
proyección en el plano externo de la forma cómo se ha concebido y definido
nuestro quehacer histórico: iniciar en nuestra Patria la construcción del
socialismo como único camino eficaz para que las grandes masas, encabezadas por
el proletariado, alcancen el pleno ejercicio del poder y el justo uso de la
riqueza común”.
En cada uno
de los escenarios en que se desarrolló la política internacional del Gobierno
(multilateral o bilateral), tuvo como basamentos fundamentales los preceptos de
resguardo a los principios de convivencia inscritos en la Carta de Naciones
Unidas, no intervención en los asuntos internos de cada Estado y libre
determinación soberana de los pueblos.
El discurso ofrecido por el Presidente Allende el 4 de
diciembre de 1972 ante la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas muy bien podría definir la
posición de Chile frente a las distintas dinámicas a las que tuvo que hacer
frente su Gobierno en el escenario multilateral entre 1971 y 1973. A través de
aquellas palabras, Allende no vaciló en denunciar las variadas agresiones y
maniobras de las cuales fue víctima su país por los distintos agentes
internacionales que no perdonaron la voluntad soberana del pueblo chileno de
nacionalizar el cobre y otras importantes industrias extractivas. En aquella
ocasión Allende manifestó: "Desde el momento
en que triunfamos electoralmente el 4 de septiembre de 1970, estamos afectados
por el desarrollo de presiones externas de gran envergadura, que pretendieron
impedir la instalación de un gobierno libremente elegido por el pueblo y derrocarlo
desde entonces. Que ha querido aislarnos del mundo, estrangular la economía,
paralizar el comercio del principal producto de exportación que es el cobre y
privarnos del acceso a las fuentes de financiamiento internacional” señalando
más adelante que “… nos encontramos, frente a fuerzas que operan en la
penumbra, sin bandera, con armas poderosas, apostadas en los más variados
lugares de influencia".
De igual manera, expresó que los problemas y enemigos a que se
enfrentaba Chile eran los mismos que combatían la mayoría de los países del
tercer mundo, a saber “la actual estructura hegemónica político-económica de
dominación”. Al respecto expresó: "Hoy vengo aquí porque mi país está
enfrentando problemas que en su trascendencia universal son objeto de la
permanente atención de esta Asamblea de las Naciones Unidas: la lucha por la
liberación social, el esfuerzo por el bienestar y el progreso intelectual, la
defensa de la personalidad y dignidad nacionales” agregando que “…el chileno es
un pueblo que ha alcanzado la madurez política para decidir, mayoritariamente,
el reemplazo del sistema económico capitalista por el socialista."
Allende
señaló en diversas oportunidades durante sus alocuciones públicas la
imposibilidad de cimentar una relación de trabajo eficiente, transparente y
constructiva mientras se mantuvieran posiciones de subordinación de la OEA a
Estados Unidos. Según él, era tan evidente la oposición de intereses que se
planteaba en diversos aspectos de la vida económica y el acontecer político en
la región, que resultaba insostenible la edificación de nada sólido y duradero.
Este
lenguaje franco y directo encontraba acogida en numerosos gobiernos de la
región, que brindaron permanente respaldo a Chile ante las agresiones de que
era objeto por parte de Estados Unidos, sin que la OEA, supuesta garante de la
democracia, la soberanía, el desarrollo social y la asistencia reciproca en materia militar en
el continente americano, sin que tuviera ni tan solo atisbos de mostrar
entusiasmo por las propuestas de trasformación realizadas desde el Gobierno de
la Unidad Popular.
En
el marco de la superación de las desigualdades, la promoción de un espíritu de
solidaridad por las luchas de liberación de otros pueblos en el mundo, la
cooperación entre los gobiernos del sur y en ejercicio del principio de
pluralidad ideológica, el Presidente Allende tomó la decisión de incorporar a
Chile al Movimiento de Países No Alineados, muchos de cuyos postulados
coincidían con los enunciados de su política internacional. Con la
incorporación de Chile al MPNA, Allende
buscaba fortalecer en un mismo bloque a todos los países subdesarrollados,
sobreponiéndose a las diferencias que separaban a unos de otros, animado por la
firme convicción de que sólo en la unidad y
conformación de un conglomerado amplio, se podría enfrentar eficazmente
los desafíos y agresiones de los países más industrializados. Desde su tribuna, llamó al derrocamiento de las
desfasadas bases del institucionalismo multilateral cuyo origen se encontraba
en la conservación del status quo del término de la segunda guerra mundial. El
Sistema de Naciones Unidas así como los organismos surgidos de Bretton Woods
fueron el centro de sus críticas.
La
defensa del patrimonio y el derecho soberano a controlar la explotación de los
recursos naturales, en especial el cobre, fue uno de los ejes transversales por
los cuales se evaluaba cada una de las acciones emprendidas por el gobierno de
la Unidad Popular en el ámbito internacional. En
conjunto, los miembros del Consejo Intergubernamental de Países Exportadores de
Cobre (CIPEC) representaban en aquel momento el 41% de la producción total
mundial y el 75% del cobre de exportación en el mercado internacional. Cabe
recordar que en 1973, Chile era el cuarto país productor de cobre después de
Estados Unidos, Unión Soviética y Zambia.
En
el escenario latinoamericano, la política desarrollada por el Presidente
Salvador Allende emprendió el reforzamiento de lo que se llamó “la personalidad
latinoamericana”, aludiendo a la potencialidad existente entre los pueblos de
la región para conformar un bloque político-económico, que consolidara la
independencia, la soberanía y el incremento del bienestar social. De igual
manera, el principio de “pluralidad ideológica” marcó cada una de las acciones
y propuestas, que en el escenario latinoamericano, emprendió el Gobierno de la
Unidad Popular.
El espíritu latinoamericanista de Allende era
favorable al desarrollo de esquemas de integración en la región, pero dicho
fenómeno debía estar purgado de intereses imperiales y dirigidos al incremento
en los niveles de bienestar social. En su discurso al visitar la sede del Acuerdo de Cartagena manifestó: "Si
fracasamos o nos detenemos estaremos abiertos y sin defensa frente a las formas
modernas de colonialismo. Solos, divididos, incluso derrotados sicológicamente,
nos enfrentaríamos ante las grandes potencias económicas mundiales, sin
capacidad de negociación y, evidentemente éste es un objetivo que sectores
nacionales y extranjeros están persiguiendo”.
Compañero Presidente
Allende, su gobierno y sus propuestas en materia internacional están presentes
en cada acción de nuestros pueblos, son un grito que reclama igualdad y equidad
en los pasillos de la ONU y en las organizaciones internacionales, Usted conduce
los acuerdos en aquellas instancias donde se construye unidad en la diversidad,
orienta e ilumina cuando se trabaja por la integración de Nuestra América,
¿quién puede dudar que Usted esté detrás de cada tratado de cooperación
sustentado en los principios de solidaridad y complementariedad?
Hoy, cuando se abren
las grandes alamedas, cuando los trabajadores de esta patria
latinoamericana comienzan a transitar en
libertad por Cochabamba y por Managua, por Caracas y por Quito, como caminan
hace mucho más tiempo por La Habana, para construir esa sociedad mejor que
usted soñó y por la que entregó cada
minuto de su maravillosa vida, le decimos gracias, gracias por ser padre, padre
de esta América Nuestra “que ha dicho basta y ha echado a andar”.
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