Cada unidad histórica tiene
su forma de expresar su descontento, que en la actualidad debe buscar sus
propios criterios de explicación. El laissez faire (dejad pasar) debe terminar y, el descontento debe de ser catalizado
urgentemente por la demanda de mayor
participación política en los procesos de transformación en curso.
Abdiel Rodríguez
Reyes / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad Panamá
Las crisis son creadas y,
las solucionan los mismos que las crean. Tienen el control político real los
que, ajustado a las circunstancias históricas puedan timonearla. Cuando no
puedan, quedan las fisuras para los cambios, llámese revolucionarios,
imperiosos para inicios de este siglo que verán sus resultados las próximas
generaciones.
En este escenario es que la
Filosofía, como pensamiento crítico, debe brindar las herramientas de
interpretación de estos problemas, que no son simples, aunque erróneamente se
piense lo contrario. En esa ambigüedad, las posibles soluciones están
condenadas al fracaso desde el inicio. Es decir se trata de desenmascarar las
supuestas crisis. Si estas cuestiones no están claras, el neo-despotismo, ya
sea los que dan la cara o, los que realmente mueven los hilos del mundo tendrán
un doble beneficio. Solucionan las crisis que ellos mismo crearon y, mueven las
piezas para que todo quede a su favor.
A contracorriente el
espíritu de la época evoca cambios esenciales, producto en gran medida por la
crisis económica que es de vieja data y larga duración. Coyunturalmente la
crisis afecta todos los ámbitos de la cultura, o al menos cambia las relaciones
que se dan en la misma, que en la mayoría de los casos no son para la
emancipación humana y mucho menos para la realización espiritual del hombre.
A este fenómeno las
humanidades como ámbito del saber no han escapado. Esto ha convertido a la
Filosofía en un estorbo, pues el pensamiento crítico está en su propia génesis
y, la globalización busca precisamente todo lo contrario: el pensamiento único.
En la misma dirección, ya es
evidente una disminución de horas en especial de Filosofía e Historia en los
bachilleres, que trunca el ideal griego de educación: Paideia, pues ya no se
dan las condiciones mínimas para discutir nuestro pasado e ideas. Para colmo
pequeños espíritus no entienden este ejercicio e intervienen en el proceso
mayéutico de buscar las virtudes del hombre. En esta dinámica, el ideal de
pensar griego se va apagando en el intervalo de la crisis económica, porque lo
único que tiene valor en todo los sentidos es salvar el mercado.
Pensar diferente no implica
negar el mercado y el capital, que por ser superestructurales envuelven todo lo que está adentro de su lógica. Lo que
busca es poner en cuestión su propia esencia y, si está atenta contra la propia
humanidad. Al ver que lo único que tiene valor es el mercado y el capital, nos
queda la pregunta ¿Dónde está el valor de las ideas y lo humano? Con
independencia de la respuesta, el simple hecho de hacerse la pregunta es un
logro para la Filosofía en sí.
Quiere decir que el sujeto
desea salir de la caverna y se está preguntando por el valor de otra cosa que
no es lo impuesto por el mercado y el capital. Aunque suene utópico cuando se
le da tanta preponderancia a carreras técnicas y científicas donde es visible
que la máxima aristotélica del justo medio no está ni de asomo en los pequeños
espíritus responsables de tan magnánimas tareas como la educación, resulta
evidente que si las sociedades no comprenden las transformaciones que se dan a
lo largo de la historia jamás serán libre.
El filósofo iraní Ramin Jahanbegloo nos insta a que “na vida equilibrada no es utópica; es una vida de sabiduría, libre de
mediocridad”. A eso es lo mínimo que debemos apuntar para lograr una
transformación de la sociedad.
*Profesor de Filosofía
http://filosofiaysociedadpanama.blogspot.com/
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