Este 40 aniversario del golpe
de Estado en Chile encuentra a la sociedad en una verdadera vuelta de tuerca,
ante la posibilidad de dar un viraje que le ayude a desembarazarse de la sombra
de Pinochet, que todavía sigue gravitando sobre la vida de todos los chilenos.
La sombra de Pinochet sobre Allende... y sobre Chile. |
Rafael
Cuevas Molina / Presidente AUNA-Costa Rica
El golpe de Estado que derrocó al
presidente constitucional Salvador Allende, el 11 de septiembre de 1973, abrió
las puertas para que la derecha chilena pudiera impulsar sin obstáculos el
modelo neoliberal que, para entonces, no había sido puesto en práctica en
ninguna parte del mundo.
En efecto, el neoliberalismo hasta
entonces no era sino una teoría desarrollada por Milton Friedman y sus
colaboradores en la Universidad de Chicago, y no sería sino hasta unos años más
tarde cuando la señora Margaret Thatcher lo impulsaría en la Gran Bretaña,
provocando con ello un sisma social y político que reprimió a sangre y fuego, a
tal punto que esto le valió el mote de La
Dama de Hierro.
En Chile, las reformas
neoliberales se ejecutaron al compás de la más feroz represión militar, con la
asesoría de los economistas de la Universidad de Chicago, los conocidos Chicago
Boys, y con la complicidad del Banco Mundial, el Banco Interamericano de
Desarrollo y el Fondo Monetario Internacional, quienes se convirtieron, desde
entonces, en la triada que habría de impulsar tales políticas en toda América Latina.
Se basaron en lo que desde
entonces se conoció como “el consenso de Washington”, que constaba de un
listado de políticas económicas consideradas por esos organismos financieros
internacionales y centros económicos con sede en Washington, como el mejor
programa económico que los países podían aplicar para impulsar el crecimiento. Estas
políticas pasaban por la disciplina
fiscal, el reordenamiento de las prioridades del gasto público, la reforma
impositiva, la liberalización de las tasas de interés, una tasa de cambio
competitiva, la liberalización del comercio internacional, la liberalización de
la entrada de inversiones extranjeras directas, las privatizaciones, la
desregulación y los derechos de propiedad.
Chile se
transformó en modelo de la aplicación de tales políticas y, aun hoy, cuando han
mostrado sus límites no solo en América Latina sino también en otras latitudes,
sigue poniéndose como ejemplo por parte de quienes continúan, empecinadamente,
considerando que ellas son la vía que lleva hacia el desarrollo.
Como se sabe,
la dictadura de Augusto Pinochet culminó cuando, mediante plebiscito realizado
en 1988, la dictadura dio un paso al costado y permitió que volviera el libre
juego de partidos políticos y elecciones. Se aseguró, sin embargó, que el
modelo que había cimentado quedara intacto, y como tal se ha mantenido hasta nuestros
días.
Esa situación
ha provocado que Chile sea hoy uno de los países más desiguales del mundo, en
el que, a pesar de la riqueza producida, miles de personas se ven marginadas
del sistema educativo y de salud, reciben pensiones paupérrimas o se encuentran
cada día más en situación de inestabilidad laboral.
Por esta
razón, en los últimos años ha habido grandes movilizaciones sociales que exigen
el fin del modelo heredado de la dictadura. Especiales protagonistas han sido
los jóvenes, quienes ven su futuro comprometido por las altas tasas cobradas en
la educación privada y las escasas perspectivas de trabajo digno que se les
ofrecen.
Este 11 de
septiembre tomó a Chile con una nueva conciencia respecto de su pasado y de su
futuro. Si bien por años le fueron ocultados o tergiversados los hechos del
golpe y sus resultados, hoy hay una creciente demanda de verdad, lo que ha
obligado a que muchos de los que fueron ejecutores o cómplices de las
barbaridades cometidas tengan que dar la cara. Y, por otro lado, hay también
cada vez más gente, y son más enérgicas las demandas, para que las cosas
cambien, se deje de lado la lógica neoliberal, y se pueda construir un Chile
más justo y equitativo.
Este 40
aniversario del golpe de Estado en Chile encuentra a la sociedad en una
verdadera vuelta de tuerca, ante la posibilidad de dar un viraje que le ayude a
desembarazarse de la sombra de Pinochet, que todavía sigue gravitando sobre la
vida de todos los chilenos.
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