La estrategia de los poderes fácticos es acumular el mayor número de votos para Marina Silva
para impedir que Dilma gane en la primera vuelta electoral y con ello hacer un
alianza para la segunda ronda entre el PSB y el PSDB para así superar a Dilma
con el voto de la derecha.
Adalberto Santana* / Especial
para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
Marina Silva (izq.) y Dilma Rousseff (centro) lideran las encuentras en Brasil. Aécio Neves (der.) marcha tercero. |
El 5 de octubre de 2014 se desarrollarán en Brasil elecciones
generales. Los cargos que se disputan
giran en torno a la elección de diputados locales, nacionales, senadores
y la principal decisión será votar por quien ocupe durante los próximos años la presidencia de la República Federativa
del Brasil. En ese panorama electoral
figuran esencialmente tres aspirantes para llegar a ocupar el Palacio de Planalto en Brasilia.
Decisión transcendental en un país con casi 207 millones de personas (según el
Instituto Brasileño de Geografía y Estadística,
en información dada a conocer a fines del pasado mes de agosto). A Brasil se le ubica como la nación
latinoamericana más poblada en la región y una de las mayores en el mundo.
En ese complejo escenario
electoral figura en primer lugar la actual presidenta brasileña, Dilma Ruosseff.
La candidata del Partido de los Trabajadores
(PT) en el poder va a enfrentar a la candidata postulada recientemente
por el Partido Socialista Brasileño (PSB), Marina Silva. Militante y
dirigente del Partido Verde (PV), quien
en su alianza con el PSB sustituyó al
candidato Edmundo Campos cuando sufrió un trágico accidente aéreo en el que
perdió la vida. En tercer lugar figura Aécio Neves del Partido Social
Democrata Brasileño (PSDB) quien descendió a ese tercer sitio tras un llamado
“vertiginoso ascenso” de la ex senadora Silva.
La también ex ministra de Medio
Ambiente y Desarrollo, se le ubica por poderosos medios de comunicación de la prensa escrita, televisiva y radial
como la candidata que puede llegar a ganar las elecciones en la segunda ronda
electoral. En esa visión del poder fáctico de los grandes monopolios de los
medios de comunicación del Brasil, se suman también los sectores agropecuarios
del país interesados en que el PT y Dilma Russeff no sigan en la presidencia.
En sondeos dados a conocer por el diario O
Globo y divulgados por otros medios de comunicación, de acuerdo con la encuesta de Datafolha
señalan que hay un empate en el primer lugar entre Marina Silva y Dilma Russeff
con un 34% de votos para cada una. En dicha opinión se apunta que la primera
ascendió 13 puntos y la segunda descendió dos. En tanto que Neves perdió cinco
y se encuentra con el 15% de los votos.
Sin duda contra Dilma se ejerce
una intensa campaña de los sectores más retrógadas del poder económico
brasileño. Tal parece que la candidata
del PSB tiene un ropaje de cordero y por abajo de él se encuentra el lobo. Por ello se puede
identificar que en el escenario electoral brasileño hay francos actores que
convocan a votar contra el PT en plena guerra sucia. Por ejemplo, en una
actitud poco ética, el Consejo Regional
de Medicina de Goias, llamó en
carta del 5 de agosto a sus asociados a lanzar toda una campaña antipetista
durante la consulta de sus pacientes. En
la misiva se convoca literalmente a los
médicos para que desde sus consultorios ejerzan: “su papel de ciudadanos y
pedir votos contra la reelección de la actual presidenta y su partido” (O Globo, Río de Janeiro, 30/08/2014).
La estrategia de los poderes fácticos es acumular el mayor número de votos para Marina Silva
para impedir que Dilma gane en la primera vuelta electoral y con ello hacer un
alianza para la segunda ronda entre el PSB y el PSDB para así superar a Dilma
con el voto de la derecha. Para ello es preciso mediatizar el voto popular
orientando a los sectores populares menos organizados y descontentos por la
crisis para canalizarlos hacia la candidata opositora. Marina Silva figura como
una candidata con un rápido ascenso producto de la campaña mediática en prensa
y televisión. Al poder mediático le interesa destacarla como un personaje que
por su extracción humilde, nació en el estado de Acre en el noroccidente
brasileño perteneciendo a una minoría
étnica (zambo) y de las sectas religiosas pentecostales. Fue compañera de lucha
con el activista medio ambientalista Chicho Mendes. A la vez fue militante del
PT a donde ingreso en 1985, saliendo más tarde en agosto de 2009 para ingresar al PV.
En tanto que a la presidenta Dilma la contrapone el poder
mediático descalificándola por su origen
en las clases medias, universitaria y sobre todo por su militancia en la
guerriilla contra la dictadura y aliada del proyecto de la izquierda
latinoamericana.
El programa de Marina Silva, no es muy claro para la mayoría de lo
votantes. En el fondo, su programa busca reformas que en el plano político
lleven a la desaparición de la representación proporcional. Pide menos control
del gobierno y más acción de los bancos privados. En la educación propone menos escuelas y más
infraestrutura a las que existen. En la
seguridad, propone incrementar los efectivos de la Polícia Federal en un 50%,
así como alienta los derechos de los homosexuales y la posibilidad de la
adopción para ellos, entre otros puntos. Por otra parte, la crítica contra
Dilma, por parte de Marina Silva, se orienta a que Brasil disminuya su
presencia en el Mercosur.
Para los voceros del poder fáctico es clave que Marina incluya al
Brasil en la Alianza del Pacífico y también que ella, de ganar, oriente su
administración por la producción de otros energéticos como el etanol, el
biodiesel y se entre en la dinámica de que Petrobas viva un proceso de menor
estatización. En el fondo, si pierde Dilma la derecha latinoamericana trataría
de replica esa situación en las elecciones de Bolivia (12 de octubre) y Uruguay
(26 de octubre). Sin duda es un momento difícil para la izquierda brasileña que
tiene que acumular sus fuerzas en el corto plazo y ganar de nueva cuenta las
elecciones que le den continuidad al gobierno del PT y de Dilma Russeff.
*El Dr. Adalberto Santana es director e investigador del Centro de
Investigaciones sobre América Latina y el Caribe (CIALC), UNAM.
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