Es
simplismo el calificar a los gobiernos de Correa como una democracia de
fachada. En Ecuador se observa que con Correa, una fuerza política
pluriideológica y multiclasista ha
impuesto su hegemonía en el sentido más gramsciano del término.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
La visita de Rafael Correa tuvo gran
impacto en Guatemala. Y esto pudo deberse
a varios hechos. En primer lugar,
la capacidad política y administrativa del mandatario. Luego, su
brillantez expositiva y articulación discursiva. Finalmente, la atención que
han despertado los llamados gobiernos progresistas en Latinoamérica, particularmente en los países
andinos. Indudablemente entre ellos, el proceso ecuatoriano ha generado críticas furibundas y grandes
admiraciones. Y lo que los medios
guatemaltecos expresaron revela que personalidad y gobierno de Correa son
controversiales allí también. La inmensa mayoría de la izquierda y el centro
izquierda guatemaltecos quedaron impactados
por la contundencia discursiva asentada en datos incontrovertibles. La
derecha no tuvo más que insistir en un Rafael Correa dictatorial y enemigo de
la libertad de prensa. Un periodista (José Rubén Zamora) que no representa a lo más ultramontano del
país, sintetizó sin embargo lo que la derecha dijo del mandatario: “No me gusta
y me parece censurable su autoritarismo, su mesianismo caudillista, su
caciquismo disfrazado, que nos muestra una democracia, que más parece la
fachada eficaz de una dictadura, que tiene como eje su afán de reelección
indefinida”. Más aún: “Correa se muestra a sí mismo como un “iluminado”, que
tiene el monopolio del saber y cierto gusto por el caciquismo totalitario, que
tanto daño ha causado a Latinoamérica”.
Mucho se ha dicho de la personalidad
autoritaria del presidente. De su obstinación en imponer lo que considera
correcto para Ecuador. Imposible olvidar su chantaje de renunciar si su partido
aprobaba la despenalización del aborto en la Asamblea Nacional. Pero a los
neoliberales que reducen la democracia y la participación ciudadana a las
elecciones, convendría recordarles lo siguiente: el mandatario ha ganado tres
elecciones presidenciales con 57% de los votos (2006), 52% (2009) y 57%
(2013). El oficialismo y particularmente
Alianza País ha ganado además 10 procesos electorales. Y las acusaciones de coartar la libertad de prensa se deben en
lo sustancial a su enfrentamiento con los grandes poderes fácticos que en
Ecuador mantenían una dictadura mediática como la que observamos en otros
países. La Ley de Comunicación promulgada finalmente en 2013 que define a la
comunicación como servicio público da un espacio a empresas privadas pero
también a públicas y comunitarias
(contrariamente a México recientemente) y da un amplio espacio al
derecho de respuesta y multa el linchamiento mediático.
Es
simplismo el calificar a los gobiernos de Correa como una democracia de
fachada. En Ecuador se observa que con Correa, una fuerza política
pluriideológica y multiclasista ha
impuesto su hegemonía en el sentido más gramsciano del término. No existe
terrorismo de estado, ejecución extrajudicial, desaparición forzada, tortura, estado de excepción en Ecuador. Son
respetadas las formas de la democracia liberal y representativa.
Pero extraño en Ecuador la
profundización de la democracia participativa que Chávez impulsó en Venezuela a
través de los consejos comunales. O la movilización popular en contra o a favor
del gobierno que se observa en Bolivia. Y es esta participación activa y
autónoma de los de abajo, lo que
verdaderamente revoluciona a una sociedad.
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