Las grandes conflagraciones,
que se constituyen en vuelta sin retorno de página en el libro de la historia
universal, no se originan en última instancia en el afán de los imperios por
explotar las materias primas (minerales o agrícolas) o humanas (mano de obra
esclava) sino por el control de las vías (sobre todo marítimas) de comercio. La
explicación de tal hecho la encontramos en la economía política.
Arnoldo Mora Rodríguez* / Especial para Con Nuestra
América
El contraste no podía ser mayor. Los tambores de guerra aterrorizan hoy al
mundo haciendo que el clamor de la gente sensata y la voz del Papa y de otras voces sensatas
pidiendo una salida negociada a los conflictos en el Medio Oriente y en Ucrania, no hayan tenido como respuesta sino la intensificación de los
operativos que podrían provocar una conflagración que amenazaría, no solo la
paz mundial, sino la existencia misma de la humanidad si se atreven a recurrir
al armamento nuclear. Si las cosas siguen en este nivel de insensatez, el siglo
XXI podría convertirse en la tumba de nuestra especie.
Actualmente las mayores amenazas a
la paz mundial provienen de los conflictos del Medio Oriente y de Ucrania.
Su causa es, en ambos casos, la misma:
el control de las vías marítimas de comercio por parte de las potencias
occidentales, sumidas hoy en la peor crisis sistémica desde 1929 y carentes de materias primas estratégicas,
como son las fuentes de energía para su
industria (gas y petróleo). A lo anterior se añade el factor geopolítico pues
no por casualidad, ambos conflictos se dan en las fronteras mismas de las dos grandes potencias reemergentes : La Rusia de
Putin y la Alemania de Merkel, que hegemoniza la Europa Occidental. Lo anterior
hace temer a los yanquis que su dominio sobre Europa después de la II Guerra
Mundial pueda entrar en crisis, si la diplomacia de Putin logra convencer a
Merkel de llegar a un acuerdo (cosa que el Kremlin no ha logrado hasta el presente ni mucho
menos).
La pérdida, paulatina pero inexorable, de la hegemonía mundial por parte
del Imperio Norteamericano, y el surgimiento de nuevos bloques de poder
económico y político, tales como el BRICS (conformado por Brasil, Rusia, India,
China y Sudáfrica), demuestra que el Imperio yanqui está debilitado y no puede
ya ejercer como gendarme del mundo al servicio de sus trasnacionales; por lo
que como instancia desesperada, necesita formar un bloque a todo “Occidente”
uniendo a su hegemonía a Europa Occidental, Japón, Australia, a paises árabes
como las monarquías del Golfo, Turquia y Egipto, lo mismo qu a países de Europa
del Este. Pero esto no es fácil, pues no todos responden a los mismos intereses,
ni las poblaciones, comenzando por la norteamericana, están dispuestos a
acrecentar las tensiones políticas que podrían desembocar en una conflagración
mundial de imprevisibles consecuencias.
A esto hay que añadir la creciente
presencia china en el Ocèano Pacífico, que amenaza con acabar con el mayor
logro político-militar del general norteamericano y gran triunfador contra los japoneses en la II
Guerra Mundial, Douglas Mac Arthur, de
convertir ese inmenso océano en un lago americano. Mac Arthur como represaría,
muy merecida, contra el fanatismo nacionalista del imperio nipón, impuso a ese
derrotado imperio una constitución pacifista. Japón trasformó su economía y se
dedicó a la industria ligera, dando origen a la actual sociedad de consumo con
lo que se convirtió en la tercera potencia económica mundial. Hoy la política
norteamericana, siente que su hegemonía sobre el Asia-Pacifico se ve amenazada
por el auge económico y la influencia política incontenibles de la China
postmaoista, razón por la cual impulsa a Japón a convetirse de nuevo en una potencia militar siempre, pr su
puesto, bajo la hegemonía y control del Pentágono; todo ello alegando que Washington apoya las pretensiones
japonesas en contra de China por el conflicto de la soberanía de algunas islas;
lo cual, insisto, ha llevado a los
norteamericanos a impulsar el
rearmamentismo del Japón.
Lo dicho explica por qué los líderes
chino y ruso lo primero que hacen es multiplicar sus encuentros y firmar
acuerdos, tanto en el campo militar como económico y tecnológico, siendo la
construcción de un gigantesco gasoducto el resultado inmediato mas
espectacular, todo llevado a cabo en ceremonias donde brilla el fausto de una
corte imperial, jurándose ante el mundo entero amor eterno.
Las grandes conflagraciones, que se
constituyen en vuelta sin retorno de página en el libro de la historia
universal, no se originan en última instancia en el afán de los imperios por
explotar las materias primas (minerales o agrícolas) o humanas (mano de obra
esclava) sino por el control de las vías (sobre todo marítimas) de comercio. La
explicación de tal hecho la encontramos en la economía política. La extracción de productos primarios mediante
el trabajo humano responde al intento de las sociedades, organizadas en un
sistema político, de satisfacer sus
necesidades elementales como seres
vivientes, lo que se califica como
“valor de uso”. Pero al ser transportados a los mercados externos, esos
productos del trabajo humano se convierten en mercancías, esto es, en “valor de
cambio”.
En conclusión, tanto Ucrania en el
Este de Europa, como los países musulmanes en el Medio Oriente y la dos Coreas
en Asia, o los conflictos entre Japón y China
no son mas que expresión la mas
dramática de estos reacomodos de la geopolítica mundial.
*Filósofo costarricense, ex Ministro de Cultura y miembro de la Academia Costarricense de la Lengua.
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