Morena nace en el contexto de una
crisis de los partidos de izquierda ya constituidos. El principal de ellos, el
Partido de la Revolución Democrática (PRD), desgraciadamente mostró que es
irreformable.
Carlos
Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El lunes 15 de septiembre de 2014, el
Movimiento Regeneración Nacional (Morena) encabezado por Andrés Manuel López
Obrador, celebró su Congreso nacional Extraordinario, para hacer las
modificaciones estatutarias planteadas por el Instituto Nacional Electoral.
Este fue el último requisito puesto por
las autoridades electorales de México para otorgarle a Morena su
registro como partido político. México
cuenta ahora con un nuevo partido de izquierda, ascendente y de masas. Con
razón López Obrador dijo que Morena está caminando y está caminando bien.
Porque ese nuevo partido de izquierda cubrió con creces los requisitos legales
para convertirse en partido. Afilió a aproximadamente 600 mil mexicanos cuando
el requisito mínimo legal es de 260 mil. Realizó 30 asambleas estatales y dos
más extemporáneamente, cuando la ley fijaba un requisito mínimo de 20. Esto quiere decir que el nuevo
partido tiene presencia en todos y cada uno de las 32 entidades federativas del
país.
A lo anterior hay que agregar que Morena
ha emprendido una campaña para lograr que el año entrante se realice una
consulta popular para poder revertir la reforma energética que ha privatizado
el petróleo en México. Para ello, se tenían que juntar aproximadamente 1 millón 600 mil firmas
comprobadas con el número de credencial de elector. Morena recabó 2.822,749 en
un despliegue de sus activistas a todo lo largo y ancho del país. En su
discurso al Congreso Nacional Extraordinario, López Obrador reseñó los
objetivos de Morena en el caso de que conquiste el poder a través de la
presidencia de la república y las cámaras legislativas: se abolirán todas las
reformas estructurales del régimen, “como la educativa que afecta a los
maestros, la laboral que afecta a las y los trabajadores, la fiscal que afecta
los consumidores y sobre todo la energética, para seguir defendiendo los
recursos que son del pueblo por derecho”.
Morena nace en el contexto de una crisis
de los partidos de izquierda ya constituidos. El principal de ellos, el Partido
de la Revolución Democrática (PRD), desgraciadamente mostró que es
irreformable. La predominancia de la corriente Nueva Izquierda (coloquialmente
denominada “Los Chuchos” aludiendo a sus dirigentes Jesús Ortega y Jesús
Zambrano) llevó al partido por una senda de corrupción y alianzas vergonzantes
y algunas explícitas con el PRI y el PAN. El desprestigio del PRD es grande
aunque justo es decir que cuenta en su militancia en base, cuadros intermedios
y dirigencia nacional, elementos valiosos que tendrán que pensar en su futuro
político si Morena consolida su perspectiva creciente. Morena tiene en la ética
política el eje vertebral de su proyecto: la no reelección de sus dirigencias,
la inexistencia de salarios para sus cuadros, el concebir al poder como virtud
solamente si se pone al servicio de los demás, el rechazo a las alianzas
vergonzantes o abiertas con los partidos neoliberales. Esto lo está
convirtiendo en un partido atractivo para una ciudadanía harta de la venalidad
de los políticos y de la política.
En las elecciones del 7 de junio de
2015, Morena tendrá su bautizo de fuego. Irá sin alianzas a ese proceso
electoral, porque la ley indica que así
debe hacerlo para demostrar que cuenta con la cantidad de votos suficientes
para mantener el registro. Morena no puede conformarse con obtener el mínimo
electoral para su sobrevivencia como partido. Tendrá que obtener una votación
de dos dígitos para colocarse en el camino de la conquista de la presidencia
como primer paso en la senda de la conquista del poder político. Desde Salvador
Allende sabemos que ganar la presidencia no es ganar el poder.
He aquí la senda de Morena, el tiempo
dirá si podrá recorrerla firmemente.
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