Todo indica que la
bonanza económica latinoamericana, impulsada por los precios altos de las
materias primas, quedó atrás. Por lo tanto, es imperativo poner en
funcionamiento el Banco del Sur a la brevedad.
Ariel Noyola Rodríguez* / ALAI
La fragilidad de la
recuperación del capitalismo central ha puesto en cuestión el modo de inserción
de América Latina en el mercado mundial. A principios de agosto, el Fondo
Monetario Internacional (FMI) redujo su pronóstico de crecimiento del PIB
mundial para 2014 a 3.4 por ciento, 3 décimas menos en comparación con el
cálculo del informe Perspectivas publicado en abril. En entrevista
exclusiva con el diario francés Les Échos (7 de septiembre de
2014), la titular del organismo, Christine Lagarde, consideró la posibilidad de
reducir el estimado a 3 por ciento en octubre próximo. Por su parte, la
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) disminuyó de 2.7 a
2.2 por ciento la proyección de crecimiento para el conjunto de la región
latinoamericana. De acuerdo con la secretaria ejecutiva, Alicia Bárcena,
“la debilidad de la demanda externa, un bajo dinamismo de la demanda interna,
insuficiente inversión y un limitado espacio para la ejecución de políticas que
impulsen la reactivación”, explican la caída en los ritmos de acumulación.
Por otro lado, el alza
eventual de la tasa de interés de los fondos federales por parte de la Reserva
Federal (Fed) estadounidense antes de mediados de 2015, así como la última
reducción de los programas de estímulo monetario (Quantitative Easing)
en octubre próximo, marcan el final de una estrategia de política monetaria “no
convencional” que, lejos de apoyar la recuperación del mercado de trabajo
estadunidense, incrementó el nivel de apalancamiento de los bancos de inversión
y, con ello, las posiciones largas en los mercados de renta variable (materias
primas, acciones bienes raíces, etcétera) de las economías periféricas.
El cese de las inyecciones de liquidez por parte de la Fed pretende ahora
reforzar la posición de Estados Unidos como importador mundial de capital,
mediante el traslado del ahorro acumulado por los países de América Latina y la
Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP).
No hay duda de que el
retorno de los flujos de capital de corto plazo hacia Estados Unidos, producto
del alza gradual de los bonos del Tesoro de largo plazo (10 años), ha incidido
negativamente sobre los tipos de cambio de las economías denominadas
“emergentes” en lo que va del año. Para colmo de males, la
depreciación cambiaria ya no impulsa las exportaciones. Así, la caída del
precio de las materias primas (a excepción de los productos cárnicos) a una
mayor velocidad desde de mediados de 2013 ha deteriorado drásticamente la
situación económica de la mayor parte de los países suramericanos. De
acuerdo con la firma de análisis Capital Economics (Beyondbrics,
5 de septiembre de 2014), Brasil, Argentina, Perú y Colombia son las economías
con mayor grado de vulnerabilidad a los canales de contagio financiero (saldo
de la cuenta corriente, deuda externa, reservas internacionales y tasas de
interés reales). Existe un riesgo latente de enfrentar una nueva “década
perdida”, tal como ocurrió a principios de la década de 1980.
Por ello, es fundamental
poner en marcha el Banco del Sur, un banco de desarrollo multilateral de nuevo
tipo, cuyas contribuciones para conformar los 20 mil millones de dólares de
capital autorizado fueron anunciadas finalmente en julio pasado, luego de 7
años de haber firmado su carta fundacional: Brasil, Argentina y Venezuela
contribuirán con 4 mil millones de dólares cada uno; al tiempo que Uruguay,
Paraguay, Bolivia y Ecuador aportarán en conjunto 8 mil millones de dólares.
La sede principal estará en Caracas y otras dos sucursales funcionarán en
Bolivia y Argentina. Asimismo, ya se ha constituido el Consejo de Ministros, el
Consejo de Administración y el Consejo Directivo, lo único que falta es elegir
al presidente.
Según Pedro Páez (ex
viceministro de Economía de Ecuador), el reto principal del Banco del Sur
consiste en fortalecer la soberanía latinoamericana en todos los frentes.
Los créditos en monedas nacionales a tasas bajas, la utilización del
Sistema Único de Compensación Regional (SUCRE), la construcción de una red de
ferrocarriles y una energética de alcance continental, entre otros proyectos,
constituyen los cimientos para avanzar en la integración productiva y social de
la región con el Banco del Sur como punta de lanza. En
sintonía con dicha posición, Ernesto Samper, recientemente elegido secretario
general de la Unión de Naciones Suramericanas (UNASUR) por un periodo de 2
años, considera prioritaria la creación de un sistema financiero que articule
las operaciones del Banco del Sur, la Corporación Andina de Fomento (CAF) y el
nuevo banco de desarrollo del BRICS (sigla formada por Brasil, Rusia, India,
China y Sudáfrica) para apoyar el financiamiento de proyectos de
infraestructura.
En suma, todo indica que
la bonanza económica latinoamericana, impulsada por los precios altos de las
materias primas, quedó atrás. Por lo tanto, es imperativo poner en
funcionamiento el Banco del Sur a la brevedad. Igualmente importante
resulta adherir nuevos miembros y dotar de mayores recursos (actualmente de 3
mil 609 millones de dólares) al Fondo Latinoamericano de Reservas (FLAR) para potenciar
sus funciones como instrumento de apoyo a las balanzas de pagos. Llevar a
cabo una arquitectura financiera suramericana es urgente para
enfrentar con mayor resiliencia la crisis económica global en curso y las turbulencias financieras
en la región. Ha llegado el momento de pasar a la acción.
- Ariel
Noyola Rodríguez es miembro del Observatorio Económico de América Latina del
Instituto de Investigaciones Económicas de la Universidad Nacional Autónoma de
México. Columnista de la revista Contralínea (México) y colaborador de la Red
Voltaire (Francia). Contacto: anoyola@iiec.unam.mx
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