En el mes de octubre de
2019, han emergido una serie de acontecimientos de impugnación política de
amplios sectores sociales en Ecuador, Costa Rica y Chile contra las medidas de amplio
contenido neoliberal y ajuste económico en detrimento de los sectores más
vulnerables de esos países. Las cuales en gran medida han logrado ser frenadas
por las grandes movilizaciones populares y sociales que en dicho mes se
desarrollaron en esos países. Incluso el freno a esas medidas draconianas,
también han contado con un alto costo de vidas humanas (10 en Ecuador y 15 en
Chile).
Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
Desde Ciudad de México
La primera llamada de
impugnación emergió en el caso ecuatoriano cuando una extraordinaria
movilización de diversas comunidades indígenas se concentró en Quito para
impugnar y derrotar a las medidas neoliberales que el presidente ecuatoriano
Lenin Moreno aplicó de acuerdo a las recomendaciones que le hizo el Fondo
Monetario Internacional (FMI). La movilización indígena de diversas
organizaciones de ese carácter se desarrolló en gran parte del territorio del Ecuador,
el cual contó con el respaldo del movimiento estudiantil, así como de los sectores políticos agrupados en
torno a la figura del expresidente Rafael Correa. Estos sectores lograron
frenar las políticas fondomonetarias del llamado “Lenin el malo”.
Los fuertes
enfrentamientos que en las calles de Quito, Guayaquil y otras ciudades
ecuatorianas libraron esos sectores étnico-culturales, políticos y sociales
impactaron a la opinión pública nacional e internacional. Así, se puso en
evidencia que no fueron manipulados como pretendió hacerlo creer el mandatario
ecuatoriano por el presidente Nicolás Maduro de Venezuela o por el expresidente
ecuatoriano Rafael Correa. Fue un distractor de “Lenin el malo” para tratar de
desviar y responsabilizar a personajes ajenos a la cruda realidad que se ha
vivido en el Ecuador desde que él llegó a la presidencia. Sus políticas de
ajuste estructural, como fue establecer el decreto 883 que eliminaba los
subsidios a los hidrocarburos, encarecieron los precios en el mercado lo que
provocó que se incendiara la pradera. Fuego que fue todavía más atizado cuando
estableció el toque de queda. Situación que estimuló mucho más el descontento
popular contra sus erradas políticas económicas.
Tras 12 días de
intensas movilizaciones, el gobierno de Moreno tuvo que ceder frente a la
fuerte presión indígena y popular que lo llevó a establecer pláticas formales
con los sectores insurrectos. Sin embargo, la táctica dilatoria, ha llevado a
que la “Confederación de Nacionalidades Indígenas
del Ecuador (CONAIE) haya anunciado el miércoles 23 de octubre la suspensión
del diálogo con el gobierno por la presunta persecución contra los dirigentes
de esa organización acusándolos de estar formando un ejército irregular. El
propio dirigente de la CONAIE, Mario Vargas, denunció tal situación, afirmando
que él no “ha hablado en ningún momento de la conformación de un ‘ejército
armado´ y que no ha cometido ningún delito. No obstante, la Fiscalía
General de Ecuador informó este martes que inició una investigación previa
contra Vargas, por su llamado a crear un ´ejército propio´"
(https://www.telesurtv.net/news/conaie-desmiente-ejercito-armado-ecuador-persecucion--20191023-0023.html). Esto
deja en claro que el presidente Moreno no dejará de impulsar sus medidas
represivas y fondomonetaristas apoyado por la derecha ecuatoriana. Hecho que
muestra la tendencia de que en un corto y mediano plazo vuelvan a generarse un
nuevo periodo de movilizaciones indígenas, populares y estudiantiles contra las
políticas neoliberales del llamado “Lenin el malo”.
En
el caso costarricense, los estudiantes y profesores universitarios se
encuentran en huelga y han generado una amplia y gran movilización tanto en las
más importantes universidades ticas, la Universidad Nacional (UNA) y la
Universidad de Costa Rica (UCR), como en otras del país. El origen del
conflicto es el recorte presupuestal que el presidente Carlos Alvarado Quesada
ordenó en ese país centroamericano al Presupuesto
Especial de Educación Superior (FEES).
Ajuste que se tiene contemplado para
debilitar a las universidades públicas y favorecer a los sectores del capital
privado. Así, el ministerio costarricense de Hacienda, al reorientar 122
millones de dólares del gasto corriente de dichas instituciones de educación
superior a medios privados, generó una violación a la autonomía universitaria
lo que despertó el descontento estudiantil y de los académicos de esos centros
educativos. Coyuntura que también generó que otros sectores del país
reivindicaran sus propias demandas, tal como fue la movilización de los
taxistas frente al fenómeno creciente de los grupos privados de empresas como
Uber (presente en Costa Rica desde 2015), que llamaron a una movilización del
gremio. Así, la reivindicación del movimiento estudiantil y de profesores en
Costa Rica y de otros movimientos populares y sociales, han comenzado a tensar
las relaciones con el gobierno de Alvarado Quesada, el cual llegó a la
presidencia (el 8 de mayo de 2018) con un discurso conciliador, pero que ahora
ha mostrado toda su faz neoliberal, lo que tiende a mostrar que en un corto y
mediano plazo, puedan generarse nuevas tensiones en las calles y plazas
públicas costarricenses. Nación latinoamericana que por largo tiempo presumió
de una estabilidad y paz social como pocas en la región.
Otro
caso latinoamericano donde las protestas de amplios sectores (estudiantes,
trabajadores, desempleados, amas de casa, indígenas mapuches, empleados
gubernamentales y de servicios entre otros) han tenido un fuerte impacto local,
regional y mundial, ha sido Chile. País con más de once millones de habitantes
donde impera brutalmente el régimen neoliberal (el del capitalismo
salvaje), el cual se inauguró tras el
derrocamiento militar del presidente Salvador Allende el 11 de septiembre de 1973. Desde los años de la
década del setenta del siglo XX, comenzó a fraguarse el modelo neoliberal.
Chile fue usado como el laboratorio para probar las reformas neoliberales y
replicarlas posteriormente en gran parte de los países de nuestra América.
Décadas después esa situación de constantes ajustes a la economía de los
sectores más vulnerables parece que ha llegado finalmente a tocar fondo.
Esa
acumulación de conflictos económico-sociales, parece que ahora emergen sacando
a flote una serie de tensiones acumuladas por años de represión pinochetista y
de un modelo económico que aplicó a rajatabla las fórmulas del FMI. La
capacidad organizativa del descontento popular se llegó a materializar. En unos
cuantos días los estudiantes, trabajadores, indígenas y otros sectores de las
capas medias han estallado en diversas ciudades chilenas como Santiago,
Valparaíso, Concepción, Arica, Antofagasta,
Calama, Tocopilla, Iquique, La Serena, Coquimbo, Rancagua y Talca. Esta
situación pone
de manifiesto la debilidad del sistema neoliberal y la pujanza que alcanzan las
movilizaciones populares en sus reivindicaciones más sentidas. Si bien parece que el estallido social se
inició con el aumento a las tarifas del metro en la capital del país, eso fue
solo el encendido de la mecha de una gran bomba social que ha comenzado a
estallar en todo el territorio del país del fin del mundo.
Comienzan a abrirse de
nueva cuenta las alamedas de las que hablaba el presidente Salvador Allende,
donde el hombre libre se va dando paso ahora con el estallido de la huelga
general iniciada el miércoles 23 de octubre de 2019. Había afirmado Piñera que
su gobierno enfrentaba a un cruento enemigo en esa guerra. Incluso llegó a
recalcar que: “Cuando tenga seguridad de que el orden
público, la seguridad, tranquilidad y protección de los bienes público y
privado estén resguardado levantaré el Estado de Sitio (...)”. Para él y los
sectores políticos de la derecha chilena y latinoamericana que lo respaldan,
sabe que se viven y vienen momentos muy críticos. Incluso a la par de las
demandas sociales que se reivindican en el paro nacional, la organización
política de las grandes masas chilenas demandan la renuncia de Piñera. Lo cual
abre un nuevo escenario en el que Chile enfrentará dos perspectivas. Por un
lado una mayor represión del caduco régimen neoliberal y el otro, el avance de
las fuerzas progresistas que hagan de Chile un ejemplo de insurrección
democrático-popular.
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