En un país en donde el
movimiento indígena fue protagonista de grandes luchas antineoliberales entre
2000 y 2005, con una población que expresó su repudio al neoliberalismo y la
corrupción en las elecciones de 2006, 2007 y 2009, difícilmente podía ser recibido sin convulsiones un
“paquetazo” como el que le recetó Moreno al pueblo ecuatoriano.
Carlos Figueroa Ibarra
/ Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
El miércoles 2 de
octubre de 2019 el Presidente Lenin
Moreno anunció un conjunto de medidas económicas que se han denominado
“paquetazo”. Este apelativo remite a las
medidas de austeridad neoliberal que los gobiernos latinoamericanos realizaron años atrás a cambio de préstamos
del Fondo Monetario Internacional y de otros organismos internacionales. Es
exactamente lo sucedido en Ecuador: Moreno regresa al país unos 15 o 20 años
atrás con dichas medidas que culminan su traición a los ideales de la Revolución
Ciudadana. Esa noche largas filas de vehículos se apostaban en las gasolineras
para realizar compras de pánico fundado: la eliminación de los subsidios a la
gasolina y al diésel ha incrementado
hasta en 123% el precio de las
gasolinas. En la madrugada del 3 de octubre ante el paro decretado por los
transportistas (camioneros, autobuses y camioneros), Moreno decretó el Estado
de Excepción y ha desplegado a 24 mil militares y 5 mil reservistas para
contener las protestas además de las diversas policías.
El movimiento se ha
expandido por todo el país y tiene su epicentro en los estudiantes de Quito y
en los indígenas serranos, particularmente los agrupados en la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE).
Al momento de escribir estas líneas, Ecuador se encuentra convulsionado
en sus tres regiones Sierra, Costa, Oriente. Se encuentran movilizadas nueve de
las 10 provincias de la Sierra, entre ellas Pichincha que comprende a la ciudad
de Quito (convertida en una ciudad en rebelión), al igual que cinco de las 6
provincias de la Amazonía. Moreno ha tenido que trasladar su gobierno y a los distintos poderes del Estado a
Guayaquil porque estima que allí estarán
más seguros. El lunes 7 de octubre
expresó que se había acabado “la zanganada”, es decir los ladrones y
criminales desestabilizadores. Acusó a
Nicolás Maduro y a Rafael Correa de ser los orquestadores de un golpe de estado
y también a Ricardo Patiño (ex canciller), Virgilio Hernández (ex asambleísta)
y Paola Pabón (Prefecta de Pichincha).
No se debe a ellos “la
rebelión de los zánganos”. Parte de la resistencia es un movimiento indígena
que ha manifestado su distancia con respecto a Correa. Son los que en número de 50 mil han llegado a
Quito el martes 8 de octubre. En un país
en donde el movimiento indígena fue protagonista de grandes luchas
antineoliberales entre 2000 y 2005, con una población que expresó su repudio al
neoliberalismo y la corrupción en las elecciones de 2006, 2007 y 2009,
difícilmente podía ser recibido sin convulsiones
un “paquetazo” como el que le recetó Moreno al pueblo ecuatoriano. Además de la eliminación del subsidio a la
gasolina, las medidas neoliberales comprenden reducción de 20% de salarios a
empleos temporales, reducción de vacaciones a funcionarios públicos, donación
de un día de salario al mes, modificaciones en jubilaciones y en contratos
laborales además de reducciones de impuestos que favorecen a las empresas
privadas.
No cabe duda, en
Argentina y en Ecuador por fortuna, la restauración neoliberal está fracasando.
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