El
Frente Nacional y Popular que representa Alberto Fernández renovará la
esperanza de volver a poner al país en pie, como siempre ha hecho el amplio
espectro del pueblo trabajador, pero con un compromiso mayor, profundizar la
revolución cultural necesaria para que Nunca más vuelva a instalarse el
neoliberalismo.
Roberto Utrero Guerra / Especial para Con Nuestra América
Desde El Calafate, Patagonia, Argentina
Se
debaten debates. Hay un marco jurídico que establece su obligatoriedad. Los
medios lo proponen como un medio de mantener hegemonía. De allí que, los debates
no son debates, son simplemente monólogos. Monólogos en épocas de diálogo. Diálogo
de sordos. Un diálogo proclamado, proclamado a través de la usina mediática,
pero jamás practicado desde el poder real, ese que erosiona todo lo instituido,
que corroe la democracia, que boicotea permanente la convivencia pacífica,
porque el poder jamás es pacífico, se impone por la fuerza y se esfuerza por
mantener su despiadada fuerza de sometimiento. Por eso los debates tienen ese
trasfondo: un enredo verbal propio de enredos mentales. Enredos mentales
virtuales, donde la virtualidad ha modificado la realidad, la concepción del
mundo de y entre las personas.
El
primer debate presidencial 2019 realizado el domingo 13 de octubre en El
Paraninfo de la Universidad Nacional del Litoral, Santa Fe, tuvo de
protagonistas a seis candidatos: el actual presidente, Mauricio Macri, por
Juntos por el Cambio; Alberto Fernández por el Frente de Todos; Roberto Lavagna
por Consenso Federal; José Luis Spert por Despertar; Juan José Gómez Centurión
por Nos y Nicolás Del Caño por el Frente de Izquierda.
El
próximo será este domingo 20, en la Facultad de Derecho de la Universidad
Nacional de Buenos Aires y los candidatos tratarán de reforzar lo realizado en
el anterior, aunque se sabe, la suerte está echada. Nada mueve el amperímetro
y, según las encuestas posteriores al encuentro, han sondeado que el 80% de los
entrevistados mantendrá su voto como antes del debate.
El
único con experiencia en estas lides fue el presidente Macri quien había
confrontado con Daniel Scioli en las elecciones 2015. El único que jamás se
hizo cargo de lo dicho entonces, como tampoco de lo opuesto hecho a lo que dijo
allí. Actitud negadora y desentendida que lo acompaña desde siempre, olvidando
lo dicho o hecho en el momento anterior.
Como
decíamos, no hubo debate ni mucho menos discusión. La confrontación estuvo
polarizada como polarizada está la realidad política argentina. Tanto que los
sectores dominantes representados por Macri, tuvieron dos o tres aliados según
se revise históricamente la actuación del Frente de Izquierda que, al mantener
su quiosquito, es funcional a la derecha, reforzada en esta oportunidad por
José Luis Spert de Despertar y Juan José Gómez Centurión, oficial retirado del
Ejército Argentino, a la derecha de la derecha.
En
tanto que el Frente Nacional y Popular representado por Alberto Fernández, tuvo
coincidencias con el representante de Consenso Federal, Roberto Lavagna, hecho
que puso más de manifiesto su egocentrismo senil, habiendo sido protagonista de
la salida de la crisis de 2001 conjuntamente con Alberto Fernández. Una manera
más de ser dócil al “divide et impera” de los centros de poder.
Macri,
con su libreto estudiado, se notaba tenso, agobiado por el esfuerzo del cargo,
maquillado para su actuación, siempre estuvo sólo, aislado que recordaba los
blooper de De la Rúa, con esa falta de espontaneidad y sensibilidad que ponen
en duda su humanidad. Frialdad propia de la clase de la que proviene que impide
hasta el ejercicio demagógico. Tener la sartén por el mango desde la cuna, obliga
a ignorar al subalterno, porque directamente no lo ve.
Es
entonces cuando nos permitimos elucubrar si hubiera sido posible este personaje
en política veinte años antes, cuando no existía Wikipedia, Facebook, Skype,
Youtube, Twitter, Instagram, Whatsapp, Netflix o Uber.
Cuesta
responder, habida cuenta del abundante listado de políticos de todas las épocas
y colores. Algunos polemistas notables, célebres oradores a los que daba gusto
oír defender sus ideas.
Con
estos antecedentes, claramente se advierte que el potentado ingeniero
tandilense es una rara avis, un fenómeno que produjo una debacle fenomenal.
Como fenomenal y contra natura, es que sea reconocido líder de su espacio, el
Alejandro Magno, el Julio César de sus huestes, ricos y famosos a la cabeza,
clase media y harapientos en la retaguardia.
La
pregunta surge de The Game, del
escritor italiano Alessandro Baricco, quien comparte la reflexión “somos la
civilización que ha interrumpido el culto a la profundidad”, en un punto
incierto que nos hace cuestionar que: “este es un mundo que no seríamos capaces
de explicar, es una revolución cuyo origen y propósito no conocemos con
exactitud”. Avanzamos – intuye – con las luces apagadas, contestamos con
respuestas evasivas: “dímelo tú”, es lo mejor para despojarse de la realidad y
el compromiso de protagonismo con ella.
Me detengo en la frase
y advierto, centrado en la obsesiva preocupación de estos años, en la espontánea
adhesión del círculo rojo macrista a este tipo de frases, el imperturbable gesto
de culpar a otros de sus errores o hacer lecturas sesgadas, sobre que lo bueno
viene después o, “no te supimos escuchar” de la presente campaña.
Es
entonces cuando debo reconocer la capacidad del gurú ecuatoriano, Durán Barba,
para utilizar los recursos de las redes disponibles y de Internet en general
para diseñar una manera de ser y estar en el mundo a través de internalizar el
pensamiento de la clase dominante en los cuerpos de los jóvenes, de los
diletantes clasemedieros y los desmemoriados jubilados permeables a eslóganes y
recurrentes odios al pasado.
Advierto
también la genialidad del autor italiano Baricco en plantear una mentalidad
moldeada a partir de estar adiestrada para competir lúdicamente en el Space invader, juego de 1978, para desde
allí, estar pendiente de una amenaza y defenderse, que es el objetivo del mismo.
Visualizar y aniquilar al enemigo. Identificado el enemigo, ese otro que se
tiene en frente, un marciano o lo que sea, se descarga una batería de
proyectiles que calmará angustias y ansiedades que conlleva la práctica
cotidiana. Cada etapa es más rápida y superarla da placer. No necesita ninguna
instrucción como tampoco leer.
Coincido
con muchos que no es una característica local sino extendida y global que ha
permitido un Donald Trump, un Jair Bolsonaro, un Boris Johnson y sus
respectivas hordas de seguidores. Tanto como que existan terraplanistas en esta
época de desarrollo científico, con abundantes pruebas de estaciones y vuelos
espaciales.
Volviendo
al dibujo del debate pasado, con el holograma presidencial, es probable que una
parte interesada, digamos funcionarios e interesados en que siga la pesadilla,
estarán atentos a que repita su prédica anodina vaciada de contenido, ausente a
cualquier responsabilidad de lo ocurrido. Seguramente repetirá lo hecho.
Seguramente
también, el Frente Nacional y Popular que representa Alberto Fernández renovará
la esperanza de volver a poner al país en pie, como siempre ha hecho el amplio
espectro del pueblo trabajador, pero con un compromiso mayor, profundizar la
revolución cultural necesaria para que Nunca
más vuelva a instalarse el neoliberalismo.
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