El contundente golpe
asestado por el ejército yemení en alianza con el movimiento popular Ansarolá
en la profundidad del territorio saudí, específicamente en la provincia de
Najrán que junto a las de Asir y Jizán configuran el borde fronterizo entre
Yemen y Arabia Saudí, viene a configurar un septiembre victorioso para las
fuerzas hutíes que defienden su país de la invasión.
Sergio Rodríguez Gelfenstein /
Especial para Con Nuestra América
Desde Caracas, Venezuela
Más allá del esfuerzo
de los medios transnacionales de desinformación y las altas autoridades
estadounidenses y europeas que -sin mostrar pruebas- han acusado a Irán de ser
el autor del ataque a la mayor refinería de petróleo del mundo, la monarquía
saudí, sus aliados y el gobierno de Estados Unidos saben que la reciente
operación denominada “Victoria de Dios” marca un punto de inflexión en el
devenir de este conflicto, sobre todo en la perspectiva del fin de la agresión
a partir de la derrota militar de Arabia Saudí y el ejército mercenario que ha
contratado para llevarla a cabo.
Después de una
brillante planificación militar en la que indudablemente el trabajo de
inteligencia jugó un papel fundamental, dada la certeza de los golpes
propinados, la operación concluyó con el aniquilamiento total de tres brigadas
de infantería motorizada conformadas por 12 mil efectivos y la captura de parte
importante de su armamento y equipos incluyendo vehículos de trasporte de
tropas, logística y blindados. Así mismo, fueron detenidos miles de soldados,
oficiales y altos mandos militares de origen saudí además de sudaneses y
mercenarios de varios países.
Vale decir que la
provincia de Najrán es habitada en su mayoría por la tribu Banu Yam que profesa
la corriente chií del islam, la misma de los hutíes, de ahí la fuerte
identificación religiosa entre ambos que supera una posible contradicción
nacional que en este caso -como se sabe- tiene carácter artificial, pues fue
creada por la fuerza por la familia Saúd al no haber podido derrotar y dominar
a los Banu Yam a pesar de los grandes esfuerzos realizados al efecto, creando
por el contrario una oposición contra la dinastía saudí que explica su
acercamiento a los hutíes. En esta ocasión, eso se manifestó a través del
aporte de información sobre lo que consideran el enemigo común y el apoyo a las
fuerzas armadas yemeníes que incursionaron hasta 150 km. en la profundidad del
territorio saudí.
No obstante las
implicaciones directas que estas últimas dos acciones de los hutíes en Arabia
Saudí han tenido para la monarquía, ellas se deben insertar en un análisis más
amplio que explique por qué ahora y no antes fueron realizadas tales
operaciones, toda vez que los analistas que se especializan en el estudio de la
región afirman que el ejército yemení y el movimiento popular Ansarolá tenían
estas capacidades desde mucho antes.
En realidad el plan
estratégico de las fuerzas yemeníes se ha estructurado en dos fases, la primera
ya cumplida se basó en el ataque a aeropuertos, bases militares y aéreas en el
territorio saudí. Ahora, se ha pasado a una segunda fase caracterizada por
operaciones de mayor envergadura encaminadas a golpear el corazón de la
estructura económica, financiera y militar del reino.
En ese contexto (aunque
verificado unos días antes), la monarquía destituyó al ministro de energía,
nombrando en su lugar a Abdulaziz Bin Salmán Bin Abdulaziz al Saud miembro de
la familia reinante (en este caso un hijo del rey) en esa responsabilidad por
primera vez en la historia, con el evidente designio por parte de la casa real
de tomar control directo de la industria energética del país. Sólo unos días
antes, el ex ministro también había sido depuesto como presidente de la
compañía estatal petrolera Aramco, en lo que se ha interpretado como un paso
hacia la privatización de la empresa y su salida a la bolsa.
Así mismo, con este
paso, la monarquía intenta tomar medidas para elevar nuevamente los precios del
petróleo a fin de hacer más atractivo el proceso de privatización de Aramco que
en un primer momento podría significar el ingreso inmediato de hasta 100 mil
millones de dólares a las arcas reales, bastante agobiadas precisamente por el
despilfarro que ha significado la invasión a Yemen. Queda por ver como se
vinculará el nuevo ministro con el sucesor designado con quien tiene una
relación distante y una diferencia de 25 años de edad. En este contexto, los
ataques yemeníes a la infraestructura energética saudí puede hacer caer los
precios de las acciones de la empresa, causándole un golpe inesperado para las
finanzas reales.
Toda esta debacle en
Arabia Saudí contrasta con los avances del bloque de la resistencia en las
últimas semanas: por una parte Líbano se pronunció a favor de sostener esta alianza; Hezbollah ha dicho que
ante cualquier agresión a Irán, el bloque va a responder; así mismo, esta
organización derribó dos drones israelíes que violaron el espacio aéreo de El
Líbano y destruyó un vehículo militar israelí en territorio de este país,
causándole graves bajas; las fuerzas armadas iraquíes y la presidencia de ese
país por su parte, anunciaron que cualquier avión que viole su espacio aéreo
será derribado, incluyendo los de Estados Unidos apoyando de esa manera a las
brigadas populares Hashd al-Shaabi que habían sido amenazadas por Israel;
igualmente Siria anunció que está negociando el sistema de defensa antiaéreo
iraní Bavar 373, equivalente al S-300 ruso. En el mismo contexto tanto desde
Gaza como desde Siria se han producido ataques con misiles contra las fuerzas
militares israelíes en Palestina y en el territorio ocupado del Golán, todo lo
cual es expresión de un cambio en la correlación de fuerzas militares en la
región a favor del eje de la resistencia.
En una mirada más
amplia, esta situación tiene incidencia directa en Estados Unidos y en su
panorama electoral. En Afganistán, el acercamiento de Rusia e Irán al conflicto
en la búsqueda de una salida negociada, obligó en primera instancia a Estados
Unidos a seguir el mismo camino, pero la exigencia del destituido consejero de
Seguridad Nacional John Bolton en sentido contrario llevó al presidente Trump a
abandonar la mesa de negociaciones con el Talibán.
En Israel, el primer
ministro Benjamín Netanyahu no logró la mayoría en las elecciones y tiene
enormes dificultades para formar gobierno, creando una suerte de parálisis
interna que afecta la cotidianidad del Estado sionista, lo cual indirectamente
también perturba a Trump en sus ambiciones reeleccionistas.
El presidente de
Estados Unidos se ha manifestado en disposición de negociar con Irán, sin
embargo tanto su colega persa Hasán Rohani, como el máximo líder del país el
ayatollah Alí Jamenei han dicho con mucha vehemencia que su país no va a
dialogar mientras esté sujeto a las sanciones de Estados Unidos. Hoy, la
fortaleza de Irán le permite ir a una negociación sin condiciones con Estados
Unidos, sobre todo tras la salida de Bolton y la debilidad política interna de
Netanyahu.
Estas circunstancias
hacen prever que en una virtual negociación entre Irán y Estados Unidos no se
va a hablar solo del retorno del primero al grupo 5+1, lo cual además tendrá que hacerse de forma paulatina dada la
baja credibilidad de Estados Unidos en el cumplimiento de los compromisos
adquiridos, la potencia norteamericana también se verá obligada a tratar con el
país persa la situación de Afganistán, Yemen y Siria, dándole a Irán el espacio
que se ha ganado como potencia protagónica en la región.
El cuadro general es de
superior acercamiento en el bloque de la resistencia y mayores contradicciones
en el bloque pro estadounidense, sobre todo después de los ataques hutíes en
las refinerías y en Najrán que además han significado un quiebre de la alianza
de Arabia Saudí con los Emiratos Árabes que temen que estas acciones se
comiencen a realizar en su territorio.
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