Las
televisoras nacionales están transmitiendo en vivo y en directo la rebelión
popular y ciudadana. Pero, lo hacen de manera selectiva y clasista. Apegados al
oficialismo-gubernamental insisten, una y otra vez, en dar una interpretación
amañada e interesada del proceso. Manipulan y tergiversan los argumentos de
unos y otros. Los mismos rostros se pasean por las pantallas, diciendo, una y
otra vez, lo mismo.
Juan Carlos Gómez Leyton / Especial
para Con Nuestra América
Desde
Santiago de Chile
La
profusión de informaciones que circula tanto por las redes sociales como por
los medios de prensa y comunicación tradicionales sobre la rebelión popular y
ciudadana, es abrumadora y agobiante. Especialmente, para las y los ciudadanos
que buscan tener cierta claridad de lo que está aconteciendo. Poseer mucha
información no implica estar mejor informado o tener una mejor comprensión del
proceso social y político en desarrollo. Es vital distinguir lo sustantivo de
lo superficial. De los análisis serios y profundos de aquellos que solo son “rellenos”
en los espacios informativos de la televisión, de las radios o de la prensa
escrita. Sobre todo, también, necesario depurar y refinar las redes sociales de
la gigantesca y masiva circulación de noticias falsas, memes e información
“basura”, que se reitera al infinito. Se
hace inevitable, por algunas horas, apagar y desconectarse de todo. Para, poder
reflexionar. Se requiere silencio, para, poder pensar con tranquilidad y sin
desazón.
Tengo
la impresión que el torbellino de la acción histórica de millones de ciudadanos
chilenos nos tiene confundidos, asombrados y, tal vez, desconcertados. Pues, todo
lo sólidamente construido en las últimas décadas parece que se está
desvaneciéndose. Los actores políticos, los comunicadores sociales, los
analistas de todo tipo, los periodistas, y no pocos ciudadanos, etc., están
consternados y angustiados. Todos están buscando las explicaciones
psicológicas, sociológicas, económicas y políticas para este entender el
gigantesco “reventón histórico” que desde hace una semana azota a la sociedad
neoliberal chilena. Hurgan en el pasado inmediato y en el remoto en busca de
las causas del masivo y contundente descontento ciudadano. Las diversas
teorías, explicaciones y diagnósticos van y vienen. Se ha construido, para
ponerlo jerga neoliberal, un gran supermercado de ideas y explicaciones, en
donde el ciudadano puede elegir, escoger y seguir la que le parece más convincente
y conveniente a su propia visión del proceso en desarrollo. Aunque, este
supermercado, como todo lo neoliberal, muy acatado y nada pluralista, por lo
menos, en aquel que es dominante y hegemónico.
Sin
embargo, en la sociedad neoliberal no existe ese único supermercado de
información, sino que es posible distinguir tres. Los cuales son ampliamente
diferenciados entre sí. En primer lugar, está el supermercado televisivo,
controlado por el poder empresarial y capitalista neoliberal nacional como
internacional. Por este desfilan los actores institucionalizados y legitimados
por el poder político y comunicacional hegemónico.
En
segundo lugar, esta está el supermercado de los medios alternativos,
especialmente, digitales en la red de internet, con un ejército de
intelectuales y dirigentes sociales y políticos que buscan interpretar desde
distintas ópticas y perspectivas teóricas y políticas contra hegemónicos. Son
múltiples, plurales, democráticos y culturalmente diversos.
Y,
por último, está el gran supermercado de las redes sociales: el twiter, el
facebook, el Instagram, el whatsApp, etcétera. Este es de las y los ciudadanos
que utilizan para dar a conocer su opinión, emitir mensajes, memes, noticias de
todo tipo.
El
supermercado de las redes sociales es vasto, extenso, diverso, plural y muy
masivo, a diferencia de los dos anteriores, que son colectivos reducidos y
tienen aún líneas editoriales centralizadas y que deciden que se publica o se
edita o aparece al aire. El supermercado de las redes sociales es,
fundamentalmente, individualista.
Cada
ciudadano es un emisor de mensajes de todo tipo. Millones de ellos en este
momento que escribo y usted que lee este texto, están enviando millones de
datos a las redes y estas se multiplican por el universo digital y virtual de
la red, diría, casi al infinito. Es imposible hunamente poder tener la
capacidad de ver, leer y analizar esa avalancha de información entrado y
saliendo del ordenador o del aparato telefónico. Se conforman cadenas de
información integrada por miles y miles de personas que individualmente van
replicando al infinito la información emitida por uno de sus integrantes.
Sin
lugar a dudas esa información circulando día y noche, apesadumbra, abruma,
recarga y turba, altera y, en cierta forma, perturba. Es un exceso. Ella atiborra
no solo la memoria digital sino también el cerebro, anulando, al ciudadano la
capacidad de razonar, de pensar, de reflexionar, la memoria se satura. Y, estos
pasan a ser un engranaje más de una gran máquina virtual irreflexiva.
El
ciudadano para estar al tanto de todo lo que circula por la red debe
estacionarse las 24 hrs., del día. Las redes lo atrapan. La realidad social es
lo que se lee y ve en la red. La red enajena. Los trastorna. Deja de ser. Se
pierde. No piensa.
Por
eso, creo que es necesario desconectarse de los celulares y para volver a ser
un ser ciudadano reflexivo.
La
tecnología no puede anular nuestra capacidad de razonar. Es lo que está pasando
en este momento. No estamos reflexionando con tranquilidad. La velocidad de los
acontecimientos nos obliga hacerlo. Tal vez, eso está bien, para el tiempo
explosivo de los periodistas, para los analistas simbólicos de la política, de
los decidores de escenarios de crisis, que buscan por la general informar o
controlar lo que acontece. Pero, no para los cientistas sociales que intentan
captar algo más que lo que acontece superficialmente. La ciencia social crítica
debe esperar que el “humo explosivo” de los acontecimientos se disipe para
analizar y comprender adecuadamente el proceso histórico en desarrollo. Muchas
veces, y eso ha ocurrido, en otras coyunturas críticas que ha experimentado la
sociedad neoliberal chilena en su pasado reciente, las reflexiones políticas
que se realizaron estuvieron movidas por la urgencia o imperiosa necesidad de
decir algo, de no quedarse fuera del espectáculo histórico que presenciamos y
asistimos. La historia cercana enseña que una vez concluidas las grandes
movilizaciones ciudadanas de 2006, 2011, 2013 u 2017, sobre las cuales se
escribieron in situ numerosos análisis y se levantaron poderosas tesis,
quedaron en nada. Fundamentalmente, porque se pensó y se reflexionó de manera
apresurada. Escasamente meditada, sopesando, la acción cada uno de los actores
involucrados en la contienda, poniendo más las intenciones de los que debía
suceder que lo que estaba sucediendo. En fin, no hubo acción política
reflexiva.
Asistimos
a una gran rebelión ciudadana posmoderna en una sociedad profundamente
neoliberal. Todos los ciudadanos protestantes cargamos en nuestras manos un
aparato celular, dispuesto utilizarlo para comunicar a los otros y otras que
estamos presente en la movilización. Estamos protestando, estamos en la calle,
en la concentración, pero sentimos la necesidad de comunicar que lo estamos
haciendo, por eso nos fotografiamos y fotografiamos a los demás. Y, las fotos
las subimos a la red para que todos nos vean que somos parte de la “protesta
social y política”, o sea, estamos haciendo historia.
Son
miles de aparatos encendidos. Cientos de planes vendidos por las compañías
telefónicas que están recaudando millones de pesos, gracias al gran afán del
ciudadano neoliberal posmoderno, de estar allí y de decir que están. Según los
datos estadísticos, en Chile hay casi 27 millones de celulares. O sea, todas y
todos los ciudadanos del país poseen uno. Sí, todos las y los ciudadanos apagaran los
celulares: las compañías, colapsan. Pues, ellas son tan abusivas con los
consumidores como lo son las tiendas del retail, las farmacias, las compañías
de electricidad, de agua potable, las ISAPRES, del Metro, las AFPs, etcétera.
Pero, no, las y los ciudadanos neoliberales no la hacen. No podrían vivir desconectados.
El hacerlo sería su desaparecimiento virtual y comunicacional. Por cierto,
sería un alivio. Y, un colapso para las transnacionales de la comunicación.
Una
acción de esa naturaleza sería una acción tan directa y destructiva como la
acción realizada contra el Metro. Y, un ataque directo al poder del kapital
comunicacional.
Lo
mismo pasaría si apagáramos por unas cuantas horas o tal vez un día o dos, la
“caja idiota”, o sea, la televisión abierta. La “caja idiota” es extremadamente
monopólica, autoritaria, segregadora y abusiva con la teleaudiencia. Impone de
manera coercitiva que lo que pueden ver y oír las ciudadanías. Desde el 18-O
han estado transmitiendo la rebelión casi las 24 horas del día. Lo que por
cierto sería bueno, acertado y necesario si tuvieran la intencionalidad de
informar oportuna, veraz y acertadamente, pero, lo menos que hacen es,
justamente, hacer aquello. La “caja idiota”, busca idiotizar a la ciudadanía
con mensajes y programas agotadores y manipuladores que cierta ciudadanía no ve
ni escucha. Pero, hay mucha ciudadanía que los escucha y ve.
En
este momento las televisoras nacionales están transmitiendo en vivo y en
directo la rebelión popular y ciudadana. Pero, lo hacen de manera selectiva y
clasista. Apegados al oficialismo-gubernamental insisten, una y otra vez, en
dar una interpretación amañada e interesada del proceso. Manipulan y
tergiversan los argumentos de unos y otros. Los mismos rostros se pasean por
las pantallas, diciendo, una y otra vez, lo mismo.
Sin
percibir, que esos mismos “analistas”, son lo que sostenían hace unas semanas
antes, que Chile, siguiendo al Presidente, que éramos un “oasis” de
tranquilidad y paz. Y, que nuestros vecinos latinoamericanos eran sociedades
“desordenadas”, “inestables” “corruptas”, etcétera. Y, refiriéndose a lo
negativo que era la situación ecuatoriana, venezolana, peruana o argentina,
todos ellos países que no tenían las virtudes de la sociedad neoliberal
chilena. Hoy cambian el “chip” y descubren lo que muchas veces se dijo, pero
ellos no oían ni querían ver, o solo escuchaban o veían lo que les podría
servir a sus míseros intereses políticos partidistas.
Ahora,
se pasean por la tribuna de la “caja idiota” dando recetas de cómo salir de la
crisis. Con argumentos retóricos y demagógicos que encubren la intencionalidad
profunda de no modificar, absolutamente, nada. O sea, no se tocan las
estructuras que sostienen la sociedad neoliberal. De manera que las causas y
factores que hicieron posible el estallido social y popular, se mantienen
incólumes.
El
discurso de los analistas es la conciliación y el dialogo. Y, sobre todo, la
condena reiterada a la violencia política popular y la tibia y suave condena a la
violencia política estatal, siempre justificada por la primera. La distinción
permanente de los sujetos y actores de la rebelión popular y ciudadana. Estos
son dos: los buenos, aquella que realizan los ciudadanos decentes, la gente
decente, la gente de familia, la clase media, de la ciudad moderna y neoliberal
de la plaza Italia hacia el Oriente. Que están molestos por los abusos de los
agentes del mercado, pero no contra el capitalismo neoliberal. Distinción muy
central en todos los discursos que aparecen en la” caja idiota”.
Y,
los malos: el lumpen, los delincuentes, los rotos, todos ellos habitantes de
los sectores populares periféricos de Santiago. Que son saqueadores, que
destruyen aquello les sirve, que queman, que matan. Pero, que están enojados
por los abusos de los actores de mercado, de las malas pensiones, por los
precios de medicamentos, etcétera. Pero, no son las formas. Cómo fue posible que
quemaran el Metro. Son malos, son malos chilenos y chilenas. No respetan la
autoridad ni la propiedad privada ni pública. Están enfermos de odio. Así,
presentan al pueblo trabajador, a los sectores populares carenciados,
empobrecidos por la explotación capitalista neoliberal. Para ellos, bala.
Las
diversas intervenciones de los panelistas de los funestos Matinales, con sus
rostros millonarios, se encargan de sostener una y otra vez que, en los
sectores populares, está el peligro para el orden social y económico
neoliberal. Estos debieran aceptar lo que se les ofrece. La cantinela aquí es
que no pueden solucionar los problemas de larga duración como son los de la
salud y de las malas pensiones de la tercera edad. Que se harán gestos, los
parlamentarios de bajarán la dieta y otras medidas, como aumentar 10.000 pesos
las pensiones solidaras. Es repulsivo, la forma como panelistas como Francisco
Vidal, presentan aquello como la gran solución. Da asco la “caja idiota”
nacional. Una tarea de futuro es su democratización total y completa. Por
ahora, bastaría con apagarla.
Este
discurso clasista fomentado por la “caja idiota”, penetra y penetra fuerte. Es
que lo que lleva a esos sectores poblaciones de asalariados de clase media, a
suponer que los sectores populares en rebeldía los van atacar y saquear, y se
organizan para defender sus propiedades y patrimonios. Pero, también se
organizan para defender la propiedad del capital mercantil presente en sus
barrios, por ejemplo, en los supermercados de la cadena Walmart, (supermercados
Líder), esta una cadena mercantil de origen estadounidense con las mayores prácticas
antisindicales del país. Ello explica el objetivo táctico de los grupos que
luchan contra el kapital. También, asumen la defensa de las tiendas del retail,
etcétera.
Sin
comprender absolutamente, que los grupos que realizan esas acciones directas
están en lucha en contra del kapital, no contra de ellos y precarias
propiedades, que, en realidad, son propiedad real del kapital financiero
bancario. Estos grupos clase medieros son entrevistados por estos medios de
comunicación y elevados en iconos de la defensa del capitalismo neoliberal. Fomentando
con ello lo que el sociólogo Javier Martínez, allá por los años ochenta del
siglo pasado, sostuvo a raíz de las grandes movilizaciones contra el dictador
Pinochet, durante la Jornadas Nacionales de Protesta, denomino: miedo a la
sociedad.
Este
es otro de los componentes presente en el discurso de la “caja idiota”: el
miedo. Fomentar permanente y cotidianamente el miedo a los televidentes. Sobre
todo, a las dueñas de casa, a los miembros de la tercera, a las y los medianos
y pequeños propietarios de comercios, etc. Infundir miedo, a la población es la
consigna. Sin embargo, el miedo es lo que mucha gente ha perdido hoy, ya no se
le tiene miedo ni a la sociedad ni al Estado. No obstante, la televisión
chilena continúa, manipulando la información para atrapar en él a muchos que
aún sienten que todo lo que ocurre es, producto, de la “gente mala”, de seres
anómicos, de gente perversa, tal como lo dijo la “primera dama” de seres
extraños: una invasión alienígena.
Esto
no es una estupidez sino una actitud, diría normal, de estos sectores. Ayer,
durante la dictadura, el comandante de la Armada y miembro de la Junta Militar
que derroco al gobierno popular de Salvador Allende, José Toribio Merino,
nombro siempre a los opositores de la dictadura militar como “humanoides”. O
sea, seres sin condición humana, por ende, sin derechos humanos, por lo tanto,
un enemigo que había que eliminar y hacer desaparecer. La primera dama, sigue
la misma senda.
Hay
mucha estupidez en la “caja idiota”. Agotaríamos estas páginas para referirnos
a cada una. Pero, hay algunas que son supinas. Tal como la señalada por la
periodista Mónica Pérez, al decir, que al bajarse la dieta parlamentaria
llegaría “al parlamento gente mala”. O
aquella que dijo que era necesario tener “cultura política de toque queda”. O,
aquel periodista que sostuvo “que sabíamos que existía desigualdad social, pero
no sabíamos que les molestaba tanto”.
Un
dato importante de resaltar: en la caja idiota como también entre sus
panelistas, funcionarios de gobierno, miembros de la clase política,
intelectuales orgánicos de la derecha como de la centro-izquierda neoliberal,
es común que se refieren a la clase media,
pero nunca jamás hablan o se refiere a los sectores populares, poblacionales,
trabajadores, sino que nombran a un indefinido sector social: como los “sectores vulnerables”. En otras
palabras, no nombran a la clase trabajadora o popular.
De
manera que el clasismo de la “caja idiota” es total y completo. Pero también lo
es el de la prensa escrita.
Fue
el diario La Cuarta de la cadena periodística COPESA, uno de los dos grupos que
controla la prensa escrita, partidaria del gobierno y defensora de la derecha
empresarial y política, la que tituló “Se
aleja el lumpen y llega la Familia” haciendo referencia a la movilización
de ciudadanos de las comunas del sector Oriente de Santiago.
Este
mensaje, sin duda carga toda una tradición política que divide a la ciudadanía
entre la “gente decente” y los “rotos”. División que viene de antaño. Será muy
posmoderna la rebelión, en el uso de los medios tecnológicos, pero, las
concepciones ideológicas que tienen las y los actores sociales y políticos
vinculados a los grupos dominantes como también de los infaustos sectores
medios no se han modificado. Ellos siguen siendo la “gente de bien” y los
“otros”, los de allá, el lumpen y rotos peligrosos.
Por
eso y más que nunca es necesario y urgente apagar la “caja idiota”.
Las redes
sociales: la irreflexión política conectada
La
importancia de las redes sociales, para los movimientos sociales del siglo XXI,
ha sido señalada ampliamente por la literatura especializada. Estamos en la
época de las multitudes conectadas. Ciertamente con el auge de las plataformas
de redes sociales digitales, la extensión de los celulares inteligentes y la
conexión inalámbrica, el Internet se mueve de la computadora de escritorio o el
cibercafé, a la calle.
De
allí que se sostenga que la irrupción participativa de la ciudadana en
movilizaciones y protestas políticas y sociales se vuelve más distribuida,
sensible a la activación política de cualquiera, sin esperar mediación de
organizaciones partidistas, de colectivos ni de activistas. Las que la vuelve
masivas, pero espontaneas, efímeras y sin coherencia organizativa, sin
conducción política que les permita obtener objetivos políticos profundos.
Las
y los ciudadanos que utilizan las redes sociales, también, debieran reflexionar
sobre el uso y abuso que están haciendo de este medio de comunicación y
conexión. Es innegable su utilidad eso no se discute. Todo lo contrario, hoy
día su presencia, permitiría sortear de manera muy inteligente cualquier
intento de controlar políticamente la información. Es una garantía para la
libertad de expresión, opinión y comunicación. Pero, debemos usarlo de manera
reflexiva y, sobre todo, responsable.
Ésta
debe ser instrumento para la lucha social y política semejante al rol que le
cupo a la prensa escrita en la formación y educación de las ciudadanías
rebeldes a inicios del siglo XX o de la forma como los rebeldes del Ejército
Zapatista de Liberación Nacional, EZLN, han influido en las luchas
emancipadoras latinoamericanas, a través de la internet. Diversos analistas, como la española-mexicana
Guiomar Rovira, ha destacado que el EZLN el gran apoyo internacional lo obtuvo
a través del uso políticamente inteligente y reflexivo de la red de Internet,
el ciberespacio, fue un espacio conquistado para la lucha del EZLN.
El
repertorio de acciones llevado a cabo por el zapatismo en el ciberespacio o en
las redes sociales supuso un despliegue de creatividad e innovación en el campo
de la protesta, combinando las redes cibernéticas y las acciones físicas. Y,
sobre todo, es lo que quiero destacar aquí, es que el flujo de discursos,
información y debate serios y profundos, reflexivamente duros, abrieron las
puertas a la posibilidad de pensar en la acción política contra el
neoliberalismo y a experimentar la potencia colectiva de la transformación.
Por
eso, considero, que la reflexión política es urgente, más aún en los tiempos de
la despolitización ciudadana neoliberal. Este es el camino para reinventar la
política. Esta no se reinventa con memes. Sino con reflexión ciudadana dura.
Para alcanzar esta es necesario parar. Desconectarse. Y, pensar.
Se
hace necesario pasar de la acción comunicativa virtual y digital materializadas
en escasos caracteres. A la reflexión larga y profunda. A reaprender a leer en largo. A escuchar
audios de más de 3 minutos. Ante un audio reflexivo que hice circular a algunos
colegas y amigos sobre los escenarios políticos posibles de lo que acontece, de
tan solo 8 minutos. Una profesora-amiga me solicitó que lo redujera. Con el
objeto de enviárselos a sus colegas, pues “los profes son flojos…. y no
escuchan”. Quede pasmado. Pienso, sino escuchan 8 minutos difícilmente van a
leer este texto. Esto me hace pensar en una película futurista protagonizada
por Sandra Bullock y Sylvester Stallone, Demolition Man, en una sociedad
altamente ordenada, computarizada y aséptica lo que era “in”, era recordar o
cantar, jingles comerciales de menos de un minuto. Una sociedad sin ningún tipo
de reflexión. Ni contacto físico. Hasta el sexo, era a través de máquinas
computarizadas. Todo controlado por el ordenador. Todo lo hace la computadora.
Hoy estamos en la misma senda.
Actualmente
es muy alto el porcentaje de ciudadanía que no lee ni escucha. Pero que se
alimenta de los memes y de los mensajes cortos, espontáneos, insulsos, muchas
veces, idiotas, desechables, que no contribuyen en nada.
La
nueva política que debe emerger de esta rebelión popular y ciudadana debe ser de
mejor calidad que la actual. Para ellos se requiere ciudadanos reflexivos,
informados y políticamente activos. Desgraciadamente, los medios tecnológicos
que actualmente se disponen no ayudan mucho a esa tarea.
Por
cierto, son de una gran utilidad para conectarse, coordinarse, para estar y
sentirse unidos en una causa. En eso son fantásticos. Pero, hay que pasar de
nivel, plantearse otras tareas. Para ello, pienso que las y las ciudadanas
deberíamos replantearnos el uso que estamos haciendo de ellos.
Por
eso, tal vez, sería bueno desconectarse, para reflexionar.
Por
último, el segundo gran supermercado de ideas es el que se encuentra en los
medios digitales y sitios de información alternativos. Estos son numerosos,
diversos, plurales, abiertos y muchos ellos militantes. Pero, tengo la
impresión que son ampliamente desconocidos por la ciudadanía. Llegan tan solo a
los ciudadanos políticamente activos, y con cierta consciencia política e
ideológica. Lo cual, por cierto, no está mal, pero requiere su ampliación. En
estos sitios se encuentran artículos elaborados y preparados con cierta
sofisticación y complejidad teórica. Muy útiles, para la discusión analítica de
los acontecimientos. Sin embargo, esa necesaria discusión no se da. No hay
polémicas. Nadie discute a nadie. La crítica es muy floja o inexistente. Y,
cuando existe. Los polemistas se enojan o se retiran en silencio.
Ahora
bien, en estos sitios se encuentran muy buenos artículos. Son muy necesarios
como alternativas viables y saludables a los dos anteriores. Pero, son vistos y
leídos por un pequeño porcentajes cibernautas. Pero, por lo menos, allí se
piensa, se reflexiona, pero no se discute. También, tienden al individualismo
intelectual. Hay que conformar grupos de discusión interconectados, para producir
conocimiento útil para la lucha política e ideológica que supere la enorme
fragmentación política de los sectores que se oponen al neoliberalismo y al
capitalismo.
Cierro
con la siguiente reflexión de mi colega Guiomar Rovira, especialmente, centrada
en las redes sociales: “la participación política de las multitudes conectadas
no genera continuidad en (protesta y en la movilización), sino que es
esporádica, intensa y performativa”.
Ésta
al basarse en la no delegación y al ser muy “individualista”, condición central
y fundamental del ciudadano neoliberal, posee álgidos momentos de actividad,
como los que estamos observando en estos días en Chile, pero que por lo general
se disuelve, tengamos presente por ejemplos, los casos de las movilizaciones de
los estudiantes secundarios de 2006 o de los estudiantes universitarios del
2011. Son formas de participación efímeras, que, diluido el movimiento real,
las y los ciudadanos neoliberales conectados vuelven a sus rutinas diarias y
cotidianas.
Para
que esos ciudadanos no queden desconectados es necesario pensar políticamente.
Pero, para hacerlo, paradojalmente, hay que a pagar la “caja idiota” y la
desconectarse de las redes sociales. Para que vuelva aflorar el ciudadano
políticamente reflexivo. Para reinventar la política y, sobre todo, transformar
la sociedad capitalista neoliberal.
Bibliografía consultada.
·
Guiomar
Rovira: Activismo en red y multitudes conectadas. Comunicación y acción en la era
de Internet. Icaria/UAM, México, 2017.
·
Guiomar
Rovira: Zapatistas sin fronteras. Las redes de solidaridad con Chiapas y el
altermundismo. ERA, México, 2009.
·
Manuel
Castells: Redes de Indignación y Esperanza. Alianza Editorial, España, 2012.
Santiago centro, 24 de octubre
2019
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