No
alcanza con discursos o protocolos de denuncia, si no acontece una dinámica
social de organización y movilización contra las causas del calentamiento
global y el cambio climático. No hay forma de mitigar el efecto devastador
mientras subsista el régimen del capital.
Julio
Gambina / ALAI
Las
masivas movilizaciones mundiales en defensa del clima y el medio ambienten
evidencian la preocupación social sobre el deterioro del planeta y las
condiciones de la vida. Aun cuando se indica el accionar del ser humano para
esta depredación de la naturaleza, no se enfatiza lo suficiente en la
responsabilidad del modelo productivo del capitalismo. Las protestas debieran
concentrarse más en este aspecto esencial que en el fenoménico del impacto
ambiental. El responsable del cambio climático es el modo de producción
capitalista.
No
alcanza con consumir menos, cuidar los cursos de agua, los bosques, los
glaciares o la naturaleza en su conjunto, si al mismo tiempo no se atacan las
causas que están en las formas de la producción capitalista, asentada por
siglos en la explotación de la fuerza de trabajo y la depredación de la
naturaleza. El trabajo es el padre de la riqueza, y la tierra la madre,
sostenían los clásicos de la Economía Política, una disciplina científica que
surgió para fundamentar el moderno modo de producción capitalista.
Por
eso la necesidad de criticar al capitalismo, no solo sus efectos. El
diagnóstico es fundamental para encarar procesos realistas de solución. De lo
contrario, solo deambularemos por senderos marginales que no conducen a
resolver el problema. Una vez identificado el problema es que se puede pensar
en modificar la realidad, la que no puede hacerse de inmediato, ya que requiere
de un complejo proceso social que incluye la asunción de la conciencia
colectiva sobre lo que está provocando el problema y los modos de operar para
su modificación.
Ese
camino de la transición del orden capitalista actual hacia otro modo de
producir y distribuir es lo que se discute desde la emergencia de la crítica de
la economía política y las variadas experiencias de revolución social desde el
Siglo XIX hasta el presente, con mucho de ensayo y error, renovado
especialmente desde los procesos de cambio en Nuestramérica de los años
recientes. Es un proceso no agotado, en desarrollo y que explica las
confrontaciones y debates en curso en nuestros países.
Voces en Nuestramérica
Por eso resulta interesante recoger las voces
pronunciadas desde nuestros territorios. Sostuvo en la ONU Evo Morales: “No
podemos mantener el silencio cómplice frente a la catástrofe a escala
planetaria que se avecina y tampoco podemos hablar de prudencia cuando estamos
en el umbral de la destrucción asegurada. El capitalismo ha fomentado, ha
introducido y ha impulsado en los últimos dos siglos la fórmula más salvaje y
destructiva de nuestra especie, convirtiendo todo en mercancía para beneficio
de unos cuantos”[1]
Adicionó
en la misma intervención: “La madre tierra está acercándose peligrosamente al
crepúsculo de su ciclo vital, cuya causa estructural y responsabilidad
corresponde al sistema capitalista. Este sistema ha desencadenado a gran
velocidad una fuerza arrolladora y destructiva a nombre de la libertad de
mercado, de libre competencia y los derechos humanos”
Hay
quienes critican al gobernante de Bolivia por la explotación de los
hidrocarburos y otras formas del modelo económico boliviano que favorece la
apropiación estatal de rentas para generar un proceso de distribución primaria
y secundaria que atiende inmediatas e imperiosas necesidades sociales. ¿Acaso
pretenden los críticos negar el diagnóstico formulado induciendo políticas de
miseria para el conjunto empobrecido de la sociedad?
Lo
que no se entiende es el propio proceso de transición en Bolivia, que incluye
los límites de la dependencia y la urgencia de atender necesidades básicas
imperiosas de la población más empobrecida. Al tiempo que se critica al orden
capitalista mundial, se atienden las imperiosas necesidades de la población y
se ensayan formas de la transición, inexploradas hasta ahora en la sociedad que
confronta al régimen del capital.
El
tema no es nuevo en los dos sentidos, sea la denuncia del capitalismo y las
formas de resolver las necesidades de los sectores menos favorecidos por el
orden del capital.
Vale
recordar en ese sentido la intervención de Fidel Castro en la cumbre de la
tierra en 1992 en Río de Janeiro, en cuyo inicio sentenció: “Una importante
especie biológica está en riesgo de desaparecer por la rápida y progresiva
liquidación de sus condiciones naturales de vida: el hombre.”
En
la brevísima alocución señaló: “Los bosques desaparecen, los desiertos se
extienden, miles de millones de toneladas de tierra fértil van a parar cada año
al mar. Numerosas especies se extinguen. La presión poblacional y la pobreza
conducen a esfuerzos desesperados para sobrevivir aun a costa de la naturaleza.
No es posible culpar de esto a los países del Tercer Mundo, colonias ayer,
naciones explotadas y saqueadas hoy por un orden económico mundial injusto.”
Refiriéndose
al que hacer sostenía: “La solución no puede ser impedir el desarrollo a los que
más lo necesitan. Lo real es que todo lo que contribuya hoy al subdesarrollo y
la pobreza constituye una violación flagrante de la ecología. Decenas de
millones de hombres, mujeres y niños mueren cada año en el Tercer Mundo a
consecuencia de esto, más que en cada una de las dos guerras mundiales. El
intercambio desigual, el proteccionismo y la deuda externa agreden la ecología
y propician la destrucción del medio ambiente.”
Agregaba: “Si se quiere salvar a la humanidad de
esa autodestrucción, hay que distribuir mejor las riquezas y tecnologías
disponibles en el planeta. Menos lujo y menos despilfarro en unos pocos países
para que haya menos pobreza y menos hambre en gran parte de la Tierra. No más
transferencias al Tercer Mundo de estilos de vida y hábitos de consumo que
arruinan el medio ambiente. Hágase más racional la vida humana. Aplíquese un
orden económico internacional justo. Utilícese toda la ciencia necesaria para
un desarrollo sostenido sin contaminación. Páguese la deuda ecológica y no la
deuda externa. Desaparezca el hambre y no el hombre.”[2]
Al
tiempo que criticaba al capitalismo como forma hegemónica en el sistema mundial,
en momentos que había desaparecido la bipolaridad, el jefe de la revolución
cubana señalaba las dificultades de los países dependientes y atrasados para
encontrar sus caminos de solución en confrontación con la lógica dominante.
La
discusión sobre la transición no supone un rumbo sin contradicciones y son las
que recogen ambas intervenciones mediadas por casi tres décadas de pronunciadas
y que fueron transitadas con experiencias que aun animan el debate contra el
orden capitalista.
Actualidad del debate
Es
un tema actual y trascendente, porque la responsabilidad está en la hegemonía
del capitalismo mundial y aún cuando se aprueben protocolos internacionales,
que además EEUU no suscribe, resulta imposible resolver el tema.
No
alcanza con discursos o protocolos de denuncia, si no acontece una dinámica
social de organización y movilización contra las causas del calentamiento
global y el cambio climático. No hay forma de mitigar el efecto devastador
mientras subsista el régimen del capital.
Se
impone la discusión por el cambio de las relaciones sociales de producción y su
efecto depredador sobre la naturaleza, que incluye en su seno a la especia
humana. Se trata de un tema sustantivo para Nuestra América, en tanto
territorio históricamente condenado a la provisión de materias primas y
“recursos naturales”, que, si visibilizáramos como “bienes comunes” de la
actual y futuras generaciones, a otras conclusiones se arribarían.
El
tema viene de la conquista y colonización, agudizado en años recientes con la
suba de los precios de las materias primas, aun con el retroceso actual, donde
se recicla el papel subordinado de la región por vía del deterioro secular de
los términos de intercambio en el sistema de relaciones internacionales.
Nuestros
países generan riqueza y excedente económico vía explotación de estos bienes
comunes en beneficio de la reproducción del gran capital transnacional que
define el ciclo económico, es decir, la producción, la distribución, el cambio
y el consumo. Remito al petróleo, al gas, al cobre, al agua, a la tierra, al
oro, al litio, a la biodevresidad, o a diversos materiales que se acumulan en
nuestro suelo.
Resulta
imprescindible enfatizar en que los “recursos naturales” son bienes comunes,
que pertenecen a la humanidad, pero que, al estar asentados en nuestros
territorios, la soberanía en su cuidado y gestión es imprescindible, lo que
demanda una mirada local, sí, pero sobre todo regional, de una respuesta
conjunta e integrada.
Claro
que eso suena como una anomalía ante la preeminencia del discurso y las
políticas liberalizadoras en la región. Se puede observar a Bolivia en el
sostenimiento de un proceso soberano, rodeado por procesos liberalizadores de
sus vecinos: Argentina, Brasil, Chile, Paraguay, Perú.
Es
una cuestión para discutir en tiempos electorales en Bolivia el próximo 20/10,
y en Argentina y Uruguay una semana después, el 27/10; aún más allá de procesos
eleccionarios en el destino de la región, gobierne quien gobierne. El modelo
productivo asentado en el agro negocios, la mega minería, la explotación de
hidrocarburos no convencionales (Argentina), e incluso la industrialización
dependiente y los mecanismos de especulación que incluye el fuerte
endeudamiento, caso argentino especialmente, exige la discusión sobre la
continuidad o no de ese modelo y las posibilidades para intentar cambios y en
lo posible, procesos de transición que confronten con el orden capitalista.
Por
eso no se trata de una cuestión ambiental lo que está en debate, sino las
formas de producir, distribuir, intercambiar y consumir. Cambiar el modelo
productivo resulta imprescindible. Es algo que debe encararse como proceso
regional.
No
alcanza con definiciones nacionales, aunque son imprescindibles. Se requiere la
superación de los condicionantes que impone la dependencia de las
transnacionales, de los organismos internacionales y de una lógica discursiva
hegemónica del pensamiento en Política Económica, relativo a que lo único que
se puede hacer deviene de la liberalización de la economía, del libre mercado y
la libre competencia, falacia en tiempo de dominación monopolista.
La
respuesta es la soberanía nacional y la integración regional, para la crítica
al capitalismo como única forma de confrontar contra los efectos del cambio
climático y el calentamiento global. En defensa del medio ambiente se impone el
cambio del modelo productivo y ensayar los caminos concretos de la transición
hacia sociedades que en el centro de sus objetivos se encuentre la defensa de
la vida humana y natural.
Tarija, 28 de septiembre
de 2019
[1] Naciones
unidas Bolivia. Evo Morales plantea en la COP21 eliminar el capitalismo para
salvar a la tierra. En: http://www.nu.org.bo/noticias/naciones-unidas-en-linea/evo-morales-plantea-en-la-cop21-eliminar-el-capitalismo-para-salvar-a-la-tierra/
[2] CUBADEBATE.
Discurso de Fidel Castro en Conferencia ONU sobre Medio Ambiente y Desarrollo,
1992, en: http://www.cubadebate.cu/opinion/1992/06/12/discurso-de-fidel-castro-en-conferencia-onu-sobre-medio-ambiente-y-desarrollo-1992/#.XY9Z40ZKjIU
- Julio C. Gambina es
Presidente de la Fundación de Investigaciones Sociales y Políticas, FISYP
No hay comentarios:
Publicar un comentario