El nuevo obispo de Roma
será un ersatz, esa palabra alemana a la que ninguna traducción hace honor, un
sucedáneo de menor calidad, como el agua con harina que las madres indigentes
usan para engañar el hambre de sus hijos.
Horacio Verbistky / Página12
El cardenal Jorge Mario Bergoglio. |
Entre los centenares de
llamados y mails recibidos, elijo uno. “No lo puedo creer. Estoy tan angustiada
y con tanta bronca que no sé qué hacer. Logró lo que quería. Estoy viendo a
Orlando en el comedor de casa, ya hace unos años, diciendo ‘él quiere ser
Papa’. Es la persona indicada para tapar la podredumbre. Es el experto en
tapar. Mi teléfono no para de sonar, Fito me habló llorando.” Lo firma Graciela
Yorio, la hermana del sacerdote Orlando Yorio, quien denunció a Bergoglio como
el responsable de su secuestro y de las torturas que padeció durante cinco
meses de 1976. El Fito que la llamó desconsolado es Adolfo Yorio, su hermano.
Ambos dedicaron muchos años de su vida a continuar las denuncias de Orlando, un
teólogo y sacerdote tercermundista que murió en 2000 soñando la pesadilla que
ayer [13 de marzo] se hizo realidad. Tres años antes, su íncubo había sido designado
arzobispo coadjutor de Buenos Aires, lo cual preanunciaba el resto.
Orlando Yorio no llegó
a conocer la declaración de Bergoglio ante el Tribunal Oral Federal 5. Allí
dijo que recién supo de la existencia de chicos apropiados después de terminada
la dictadura. Pero el Tribunal Oral Federal 6, que juzgó el plan sistemático de
apropiación de hijos de detenidos-desaparecidos, recibió documentos que indican
que ya en 1979 Bergoglio estaba bien al tanto e intervino al menos en un caso a
solicitud del superior general, Pedro Arrupe. Luego de escuchar el relato de
los familiares de Elena de la Cuadra, secuestrada en 1977, cuando atravesaba el
quinto mes de embarazo, Bergoglio les entregó una carta para el obispo auxiliar
de La Plata, Mario Picchi, pidiéndole que intercediera ante el gobierno
militar. Picchi averiguó que Elena había dado a luz una nena, que fue regalada
a otra familia. “La tiene un matrimonio bien y no hay vuelta atrás”, informó a
la familia. Al declarar por escrito en la causa de la ESMA, por el secuestro de
Yorio y del también jesuita Francisco Jalics, Bergoglio dijo que en el archivo
episcopal no había documentos sobre los detenidos-desaparecidos. Pero quien lo
sucedió, su actual presidente, José Arancedo, envió a la jueza Martina Forns
copia del documento que publiqué aquí, sobre la reunión del dictador Videla con
los obispos Raúl Primatesta, Juan Aramburu y Vicente Zazpe, en la que hablaron
con extraordinaria franqueza sobre decir o no decir que los detenidos-desaparecidos
habían sido asesinados, porque Videla quería proteger a quienes los mataron. En
su clásico libro Iglesia y dictadura, Emilio Mignone lo mencionó como paradigma
de “pastores que entregaron sus ovejas al enemigo sin defenderlas ni
rescatarlas”. Bergoglio me contó que en una de sus primeras misas como
arzobispo divisó a Mignone e intentó acercársele para darle explicaciones, pero
que el presidente fundador del CELS alzó la mano indicándole que no avanzara.
No estoy seguro de que
Bergoglio haya sido elegido para tapar la podredumbre que redujo a la
impotencia a Joseph Ratzinger. Las luchas internas de la curia romana siguen
una lógica tan inescrutable que los hechos más oscuros pueden atribuirse al
espíritu santo, ya sean los manejos financieros por los que el Banco del
Vaticano fue excluido del clearing internacional porque no cumple con las
reglas para controlar el lavado de dinero, o las prácticas pedófilas en casi
todos los países del mundo, que Ratzinger encubrió desde el Santo Oficio y por
las que pidió perdón como pontífice. Ni siquiera me extrañaría que, brocha en
mano y con sus zapatos gastados, Bergoglio emprendiera una cruzada moralizadora
para blanquear los sepulcros apostólicos.
Pero lo que tengo por
seguro es que el nuevo obispo de Roma será un ersatz, esa palabra alemana a la que ninguna traducción hace honor,
un sucedáneo de menor calidad, como el agua con harina que las madres
indigentes usan para engañar el hambre de sus hijos. El teólogo brasileño de la
liberación Leonardo Boff, excluido por Ratzinger de la enseñanza y del
sacerdocio, tenía la ilusión de que fuera elegido el franciscano de ancestros
irlandeses Sean O’Malley, que carga con la diócesis de Boston, quebrada por
tantas indemnizaciones que pagó a niños vejados por sacerdotes. “Se trata de
una persona muy vinculada a los pobres porque trabajó mucho tiempo en América
Latina y el Caribe, siempre en medio de los pobres. Es una señal de que puede
ser un papa diferente, un papa de una nueva tradición”, escribió el ex
sacerdote. En la Silla Apostólica no se sentará un verdadero franciscano sino
un jesuita que se hará llamar Francisco, como el pobrecito de Asís. Una amiga
argentina, me escribe azorada desde Berlín que para los alemanes, que
desconocen su historia, el nuevo papa es tercermundista. Menuda confusión.
Su biografía es la de
un populista conservador, como lo fueron Pío XII y Juan Pablo II: inflexibles
en cuestiones doctrinarias pero con una apertura hacia el mundo, y sobre todo,
hacia las masas desposeídas. Cuando rece su primera misa en una calle del
trastevere o en la stazione termini de Roma y hable de las personas explotadas
y prostituidas por los poderosos insensibles que cierran su corazón a Cristo;
cuando los periodistas amigos cuenten que viajó en subte o colectivo; cuando
los fieles escuchen sus homilías recitadas con los ademanes de un actor y en
las que las parábolas bíblicas coexisten con el habla llana del pueblo, habrá
quienes deliren por la anhelada renovación eclesiástica. En los tres lustros
que lleva al frente de la Arquidiócesis porteña hizo eso y mucho más. Pero al
mismo tiempo intentó unificar la oposición contra el primer gobierno que en
muchos años adoptó una política favorable a esos sectores, y lo acusó de
crispado y confrontativo porque para hacerlo debió lidiar con aquellos
poderosos fustigados en el discurso.
Ahora podrá hacerlo en
otra escala, lo cual no quiere decir que se olvide de la Argentina. Si Pacelli
recibió el financiamiento de la Inteligencia estadounidense para apuntalar a la
democracia cristiana e impedir la victoria comunista en las primeras elecciones
de la posguerra y si Wojtyla fue el ariete que abrió el primer hueco en el muro
europeo, el papa argentino podrá cumplir el mismo rol en escala
latinoamericana. Su pasada militancia en Guardia de Hierro, el discurso
populista que no ha olvidado, y con el que podría incluso adoptar causas
históricas como la de las Malvinas, lo habilitan para disputar la orientación
de ese proceso, para apostrofar a los explotadores y predicar mansedumbre a los
explotados.
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