Ha
muerto un latinoamericano de primera línea; uno de aquellos a los que Bertold
Brecht calificó de los imprescindibles, y que ha dejado su huella no solo en su
país sino en toda América Latina en este primer decenio del siglo XXI.
Nuestra
América se ha transformado en estos
años. Nuevas fuerzas políticas han llegado al poder en varios países y se han
emprendido proyectos que se apoyan en sectores populares a los cuales
benefician como nunca antes; proyectos que
abonan a la igualdad, la equidad y la justicia social.
Venezuela,
con el liderazgo de Hugo Chávez, ha sido vanguardia de este proceso. Como nunca
antes impulsó la integración y la unidad latinoamericana, y se construyeron
instrumentos económicos y políticos para sustentarla. Internamente, las
Misiones han contribuido a mejorar el
nivel y la calidad de vida de los venezolanos y las venezolanas; y además,
lograron proyectarse en la comunidad latinoamericana e internacional, en áreas
como la salud, la educación, la energía y la asistencia humanitaria, dando un
ejemplo insoslayable de solidaridad con los pueblos del mundo.
Siguiendo
la tradición de lo mejor del pensamiento latinoamericano, que tiene entre sus
exponentes figuras como las de Simón Bolívar, José Martí y Augusto César
Sandino, Hugo Chávez fue un ferviente antiimperialista, lo que le valió el
escarnio de los gobiernos y –casi sin excepción-de la clase política de los Estados
Unidos de América, desde donde no se escatimaron esfuerzos para sacarlo del poder.
Chávez
representó lo mejor de lo latinoamericano, lo más consecuente, lo más
aguerrido, lo más comprometido. Su ejemplo permanecerá entre nosotros.
San José y Heredia, 6 de marzo de 2013
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