Escogido por Hugo
Chávez como su heredero político, Nicolás Maduro enfrentará el próximo 14 de
abril la prueba de las urnas. De salir victorioso, tendrá el reto de ser el
nuevo conductor de la revolución bolivariana.
Luis Hernández Navarro / LA JORNADA
Nicolás Maduro en un acto de campaña electoral. |
Nicolás
Maduro es un robusto grandulón de 1.90 metros de alto, y negro y tupido bigote,
que condujo en Caracas un metrobús durante más de siete años, fue canciller
otros seis y ahora es candidato a la primera magistratura y presidente
encargado de Venezuela. Forma parte de la nueva generación de mandatarios
latinoamericanos que, como el obrero metalúrgico Luiz Inácio Lula da Silva o el
sindicalista cocalero Evo Morales, incursionaron en la política desde las
trincheras de las luchas sociales de oposición.
Maduro es un
revolucionario socialista que modificó su formación ortodoxa original para
sumarse al heterodoxo huracán de la revolución bolivariana. Es un hombre de
izquierda que llegó al poder sin abandonar sus principios. Un colaborador fiel
de Hugo Chávez que se ha hecho a sí mismo, y que hoy está al volante de uno de
los procesos de transformación más profundos de Latinoamérica.
La política le viene en
la sangre, la respiró desde sus primeros días. Nació en 1962 en la ciudad de
Caracas, en el seno de una familia muy comprometida con la acción colectiva
pública. Su papá fue fundador del partido socialdemócrata Acción Democrática
(AD) y organizador de una fracasada huelga petrolera contra la dictadura en
1952, que lo obligó a huir y esconderse.
En 1967 Maduro asistió
con sus padres a los mítines del Movimiento Electoral del Pueblo, escisión de
izquierda de AD, y un año más tarde a los masivos y populares actos de apoyo a
la candidatura de Luis Beltrán Prieto Figueroa. En esa campaña Maduro conoció
el mundo de la pobreza, de las casas de cartón. Y, por primera vez, habló en
público, cuando su padre lo puso sobre el techo de un automóvil con un
micrófono.
No obstante la
influencia paterna, desde muy pequeño tuvo opiniones políticas propias. En
cuarto año de primaria defendió la revolución cubana de las críticas de las
monjas que enseñaban en su escuela. Como sanción fue expulsado del salón de
clases durante tres días y condenado a purgar su castigo en la biblioteca, en
realidad un premio para un muchacho inquieto que devoraba cuanto libro tuviera
enfrente.
Lejos de curarse con el
paso del tiempo, su precocidad política aumentó. De 12 años de edad y siendo
estudiante del Liceo, comenzó a militar a escondidas de sus padres en el
movimiento Ruptura, estructura abierta del proyecto revolucionario de Douglas
Bravo. La efervescencia juvenil era el signo de la época. A partir de entonces
participó ininterrumpidamente en luchas barriales, en la formación de
cineclubes, en movimientos sindicales y en conspiraciones populares armadas.
Bajista del grupo de
rock Enigma, vio cómo muchos jóvenes de su generación en los barrios se
engancharon en el mundo del dinero fácil, de la cultura de las drogas, se
volvieron adictos y fueron asesinados en las guerras de bandas. La experiencia
lo marcó de por vida.
Nicolás Maduro, al
igual que Hugo Chávez, es un gran jugador de beisbol –tercera base–; sin
embargo, a diferencia del comandante, que era pésimo bailarín, se defiende
razonablemente bien a la hora de bailar salsa.
La participación en
movimientos populares fue su universidad. Como muchos otros integrantes de su
generación, su formación intelectual está directamente asociada a su
involucramiento en la lucha revolucionaria y de masas. Estudió a los clásicos
del marxismo y analizó e interpretó la realidad venezolana a la luz de sus
enseñanzas. Dotado de una extraordinaria capacidad de aprendizaje, ha sido simultáneamente
autodidacta y dirigente instruido por años de participación política
organizada. Hasta el triunfo del chavismo sufrió regularmente persecución
policiaca, y vivió, literalmente, a salto de mata.
Participó en la
Organización de Revolucionarios y en su expresión abierta, la Liga Socialista,
agrupación revolucionaria marxista, nacida de un desprendimiento del Movimiento
de Izquierda Revolucionaria. Su fundador, Jorge Rodríguez, fue asesinado por
los servicios de inteligencia en 1976. Maduro se destacó allí como brillante
organizador y agitador político de masas.
En 1991 entró a
trabajar en el Metro de Caracas. Echado para adelante, afable, comprometido
con los intereses de los trabajadores, carismático, fue elegido por sus
compañeros como su representante gremial. Su vocación por un sindicalismo
democrático y de clase provocó que con frecuencia fuera sancionado por la
empresa. Del caracazo de 1989 conserva en la memoria el desgarrador sonido de
los lamentos permanentes de los pobres en las calles, a quienes les mataron a
sus parientes.
Maduro conoció a Hugo
Chávez como la mayoría de los venezolanos: lo vio en televisión cuando éste
asumió su responsabilidad en el levantamiento militar de 1992. Más de un año
después, el 16 de diciembre de 1993, lo conoció personalmente en la cárcel,
junto a un grupo de trabajadores. El teniente coronel le dio el nombre
clandestino de Verde y lo responsabilizó de diversas tareas conspirativas.
Cuando Chávez salió libre, en 1994, Maduro se volcó de tiempo completo a la
organización del movimiento.
El hoy presidente
encargado fue parte de la Asamblea Nacional Constituyente de 1999 que redactó
la nueva Constitución. Un año después fue electo diputado a la Asamblea
Nacional. En enero de 2006 fue nombrado presidente del Poder Legislativo y
pocos meses después renunció para ser ministro de Relaciones de Exteriores.
Como canciller fue actor central en la apuesta por construir un mundo
multipolar, impulsar la integración latinoamericana y construir la paz. De allí
pasó a ser vicepresidente y, desde hace unos días, presidente encargado.
Maduro está casado con
la abogada Cilia Flores, nueve años mayor que él. Figura relevante del
chavismo, ella ha sido, por méritos propios, presidenta de la Asamblea
Nacional, vicepresidenta del PSUV y procuradora de la República. Tiene un solo
hijo, el flautista Nicolás Ernesto, y un nieto.
Escogido por Hugo
Chávez como su heredero político, Nicolás Maduro enfrentará el próximo 14 de
abril la prueba de las urnas. De salir victorioso, tendrá el reto de ser el
nuevo conductor de la revolución bolivariana, resolver problemas como el de la
inseguridad pública y la corrupción, y continuar el legado del comandante,
radicalizándolo al tiempo que lo innova.
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