Los gobiernos de la Nueva Izquierda han logrado avances sociales
inéditos, bajo una nueva institucionalidad democrática. Pero, igualmente, corren
el riesgo de una restauración conservadora, como la que se temía en Brasil y
relativamente en Uruguay, aunque en Bolivia fue contundente el triunfo de Evo
Morales.
Juan J. Paz y Miño Cepeda / El
Telégrafo (Ecuador)
Los gobiernos de la Nueva Izquierda iniciaron un nuevo ciclo histórico
en América Latina. Todos asumen una posición anticapitalista y algunos
proclaman la construcción del Socialismo del siglo XXI. Pero, igualmente, todos
siguen obrando en el marco general del sistema capitalista, si se entiende por
este, como lo hizo Karl Marx, al que está basado en dos condiciones: 1.
propiedad privada de los medios de producción; 2. apropiación del plusvalor
proveniente del trabajo asalariado.
Como obran en el marco del capitalismo, los gobiernos de la Nueva
Izquierda son víctimas de una serie de contradicciones, errores y límites
internos. De allí que sectores de las izquierdas opositoras o críticas creen
que no se camina en la dirección “correcta”, asumen que solo se ha trazado una
vía “posneoliberal” y que el “socialismo” sigue postergado, de manera que todo
continúa “igual” o “peor” que antes. Es un reduccionismo argumental que
desconoce la oportunidad histórica y la correlación de fuerzas sociales que
actúa en torno a los gobiernos de la Nueva Izquierda.
Pero, ¿quién tiene la verdad sobre lo que es o debería ser el
“socialismo”? No solo que siguen existiendo condiciones mundiales de
capitalismo a las que, incluso, los gobiernos de Nueva Izquierda no pueden
escapar, como son, por ejemplo, las regulaciones de la OMC o los tratados de
comercio como el que Ecuador acaba de suscribir con la UE. Sin embargo, se han
dado pasos acelerados para avanzar en un nuevo modelo de capitalismo social que
se ha demostrado válido para la misma línea de lucha contra el sistema
capitalista como tal. De lo contrario no se entienden las resistencias
imperialistas y de los altos empresarios, para quienes solo ese capitalismo
social ya es un atentado a sus intereses.
Además, los gobiernos de la Nueva Izquierda han logrado Estados
ciudadanos como en Ecuador y populares como en Venezuela y Bolivia, con lo cual
perdieron hegemonía los tradicionales partidos y sectores del poder económico y
político. Por eso han logrado avances sociales inéditos, bajo una nueva
institucionalidad democrática. Pero, igualmente, los gobiernos de la Nueva
Izquierda corren el riesgo de una restauración conservadora, como la que se
temía en Brasil y relativamente en Uruguay, aunque en Bolivia fue contundente
el triunfo de Evo Morales.
No hay duda que los liderazgos de Nicolás Maduro en Venezuela (Hugo Chávez,
el primero), Evo Morales en Bolivia y Rafael Correa en Ecuador, considerados a
la vanguardia en la región, han sido garantías para los procesos de cambio
orientados en la perspectiva anticapitalistas; pero, además, en Bolivia se ha
trabajado en la organización popular comunal, con una fuerte base indígena, y
en Venezuela no solo en comunas y consejos populares, sino en la organización
política e ideológica de las fuerzas armadas. En Ecuador se ha confiado, hasta
hoy, en el apoyo electoral y las políticas ciudadanas desde el Estado, lo que
constituye una vía más débil para el mantenimiento del proyecto de socialismo
en el largo plazo.
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