Cómo será el ser humano
del mañana, no lo sabemos. De lo que no caben dudas es que se está construyendo
un nuevo sujeto que -pareciera- puede echar por la borda una actitud crítica y
pensante producto de años (siglos, ¿milenios?) de maduración.
Marcelo Colussi / Especial para
Con Nuestra América
Desde
Ciudad de Guatemala
“Temo el día en que la tecnología
sobrepase nuestra humanidad. El mundo solo tendrá una generación de… perdidos/desconectados”.
Albert Einstein.
Reivindicar la lectura
y abrir una crítica contra las tecnologías audiovisuales, abrumadoramente
dominantes hoy día y no propiciadoras de la lectura precisamente, podría
parecer retrógrado. Sin dudas, hacer una crítica contra cualquier tecnología
que nace, corre ese riesgo. Pero en este caso, aun sabiendo que podemos ser
tildados de “vejestorio anti-modernización”, preferimos la posibilidad de la
denigrante etiqueta. Lo que se quiere hacer notar es un peligro en ciernes que,
hoy por hoy con esta ideología de la fascinación por la novedad (impuesta por
un capitalismo vorazmente consumista), pareciera que se va dejando de lado con
demasiada liviandad.
“Es lindo estar frente a tu pantalla. Te resuelve la vida.
Uno ya no estudia, no tiene que pensar. La tecnología te lo hace todo. Aunque
uno quede embobado frente a lo que ve, aunque nos demos cuenta de eso, que nos
volvemos cada vez más haraganes, no deja de ser cómodo”, se expresaba con la
honestidad del ingenuo un joven a quien entrevistaba vez pasada con motivo de
una investigación sobre estos temas. La lectura, lenta pero irremediablemente,
pareciera ir cediendo lugar ante las nuevas tecnologías audiovisuales. El “¡No
lea (¿no piense?, ¿no se haga preguntas?) y limítese a mirar la pantalla!”
pareciera ser el dictado que se nos impuso.
“La televisión sin dudas es muy instructiva, porque cada vez que la
prenden me voy al cuarto contiguo a leer un libro”, dijo alguna vez, sarcástico, Groucho Marx. Cada
vez más se constata que la lectura está en retirada y los medios audiovisuales
van ocupando su lugar.
Sin caer en visiones
apocalípticas ni en moralinas de “viejo regañón”, es un hecho que las nuevas
tecnologías digitales centradas en lo audiovisual tienen un peso fenomenal.
¿Pueden competir un profesor con su clase magistral, o un libro, contra el
atractivo de una imagen colorida y en movimiento aunada a un mensaje sonoro? El
resultado está a la vista: la imagen va reemplazando a la lectura. Si bien cada
año se publican cantidades industriales de libros, téngase en cuenta que lo que
más se vende son, nada más y nada menos, que libros de autoayuda (con letras
enormes y poco texto en cada página). Es decir: asistimos a un negocio fabuloso
en el ámbito editorial, pero eso no significa que la lectura avance; al menos,
la lectura crítica (¿qué podríamos decir de esta moda de la “autoayuda”?). Por
el contrario, en vez de preferir la lectura analítica, la tecnología
audiovisual, tal como lo decía nuestro joven entrevistado, “es linda”, “emboba”
(fascina, hipnotiza) porque, además de hiper penetrante, es muy cómoda: “Te resuelve la vida”. ¿Te la resulve?
La Organización de Naciones
Unidas para la Ciencia y la Cultura -UNESCO- afirmó que en pocas generaciones
más el maestro de carne y hueso irá pasando a ser pieza de museo, porque la
mayor parte de la educación formal se hará a través de medios audiovisuales.
Seguramente, para allí vamos. Pareciera que los nativos digitales, que cada vez
se amplían más y más, ya vienen con el teléfono inteligente o la tablet incorporados. El futuro que se
visualiza ahora tiene ribetes que, además de abrir esperanzas, pueden
aterrorizar.
“La lectura cansa. Se prefiere el significado resumido y
fulminante de la imagen sintética. Esta fascina y seduce. Se renuncia así al
vínculo lógico, a la secuencia razonada, a la reflexión que necesariamente
implica el regreso a sí mismo”, se quejaba amargamente Giovanni Sartori[1].
¿Triunfó entonces la imagen sobre el discurso crítico, sobre la lectura? Parece
que sí. La lectura serena y reflexiva no desapareció, pero está seriamente
enferma. ¿Quién lee hoy una novela de 500 páginas? Son (somos) especie en
extinción.
La
especie humana es inteligente y realiza cosas maravillosas, sin dudas. Haber
inventado estos ingenios tecnológicos que recrean virtualmente la realidad o
permiten conectarnos con cualquier parte del planeta en tiempo real, es
fabuloso. Pero eso no quita que en muchos aspectos, como especie biológica,
permanezca muy cerca de sus antepasados. Al igual que sus parientes no tan
lejanos, los insectos voladores, la fascinación por la imagen deslumbrante es
evidente. Las “luces de colores” atrapan, al igual que el bombillo eléctrico lo
hace con un insecto volador. Lo prueba nuestra actual civilización basada en la
imagen: televisión, videojuegos, cine, internet, pantallas de celulares,
tablets. ¿Qué tiene esta tecnología de lo iconográfico que cautiva tanto?
La imagen tiene un
poderoso atractivo fascinante en todo el reino animal; la psicología de la
percepción e investigaciones en etología lo confirman: así como los insectos
caen en la luz que los subyuga, también nosotros, los humanos, sucumbimos a los
destellos luminosos. Pero valga puntualizar que el ser humano es la única
especie animal que tiene dificultad para diferenciar una imagen real de una
virtual (de ahí que podemos emocionarnos, llorar o erotizarnos con una imagen electrónicamente
creada). Ningún animal se “emboba” tanto.
¿Y
la lectura crítica entonces? ¿Habrá que aceptar resignadamente que, de verdad,
está en proceso de extinción?
Cómo será el ser humano del mañana, no lo
sabemos. De lo que no caben dudas es que se está construyendo un nuevo sujeto que
-pareciera- puede echar por la borda una actitud crítica y pensante producto de
años (siglos, ¿milenios?) de maduración. Las tecnologías sirven cuando son
instrumentos que facilitan la vida. Si empezamos a vivir para alimentarlas, si
pasa a ser más importante la herramienta que el ser humano que la usa… ¡se hace
imprescindible retomar muy en serio lo dicho por Groucho Marx! ¿Cuál es el
mejor remedio contra la “embobante” televisión: un hacha…, o un libro?
Por supuesto que
siempre deben ser bienvenidas las tecnologías, las que, en definitiva, sirven
para mejorar la calidad de vida. Pero hay que cuidarse cuando las mismas
terminan sirviendo sólo al interés de quien las produce y las vende. Ahí, más
que mejorar la calidad de vida del colectivo, nos encontramos con prácticas
cuestionables, horribles ejercicios de poder, imposiciones. Hoy, las
tecnologías audiovisuales que van invadiendo todos los espacios, se presentan
como la gran panacea universal. Y en verdad, si bien abren posibilidades
extraordinarias, también crean una cultura que puede ser cuestionada: ¿debe
preferirse la inmediatez algo irreflexiva de la imagen a la lectura crítica?
¿Ese es el modelo de progreso que ambicionamos?
La superficialidad no
es ajena a la cultura que va de la mano de estas nuevas tecnologías de la
información y la comunicación. Pero hay que apurarse a aclarar que
“superficialidad” puede haber en todo, también en la lectura de un libro o en
una discusión filosófica. Nos son estos nuevos instrumentos los que la crean.
En todo caso, lo cual puede abrir una discusión, la modalidad de estas nuevas tecnologías
digitales, su rapidez a veces vertiginosa, la entronización de lo multimedial
con acento en la imagen por sobre la lectura reflexiva, podría dejar abierto un
interrogante; por tanto debe verse muy en detalle cómo estas tecnologías
comportan, al mismo tiempo que grandes posibilidades, también riesgos que no
pueden menospreciarse. La cultura de la ligereza, de lo superficial y falta de
profundidad crítica puede venir de la mano de esta nueva cultura digital,
siendo los jóvenes -sus principales usuarios- quienes repitan esas pautas. Piénsese,
por ejemplo, en la práctica hoy tan a la moda del selfie. ¿Qué significa
como modelo cultural eso? ¿No debe abrirse una reflexión al respecto? Creer,
porque las campañas publicitarias así lo imponen, que el último grito de la
moda es siempre “lo mejor”, no deja de ser cuestionable. “Lo que hace grande a este país [Estados Unidos] es la creación de necesidades y deseos, la creación de la
insatisfacción por lo viejo y fuera de moda”, manifestó el gerente de la
agencia publicitaria BBDO, una de las más grandes del mundo. ¿Lo aceptamos
pasivamente? ¿Es cierto que “progresamos” porque compramos el último modelo de
teléfono celular, con toda la nueva parafernalia técnica que se renueva a
velocidad creciente?
Sin caer en
preocupaciones extremistas, no hay que dejar de tener en vista que esa
entronización de la imagen y la inmediatez, en muchos casos compartida con la
multifunción simultánea, puede dar como resultado productos a revisar con aire
crítico: “en términos mayoritarios [los
jóvenes usuarios de las tecnologías audiovisuales] adquieren información mecánicamente, desconectada de la realidad
diaria, tienden a dedicar el mínimo esfuerzo al estudio, necesario para la
promoción, adoptan una actitud pasiva frente al conocimiento, tienen
dificultades para manejar conceptos abstractos, no pueden establecer relaciones
que articulen teoría y práctica”.[2]
Sin el más mínimo ánimo
de negar la potencialidad que contienen las tecnologías mediáticas y digitales
-de hecho, el presente texto circula justamente en internet haciendo uso de
esos recursos, con varios hipervínculos incluidos, y abierto a ser replicado
cuantas veces se desee en la red de redes- nos parece necesario seguir pensando
en ese extraordinario invento que es la lectura. Porque, como dijo Don Quijote
de la Mancha: “El que lee mucho y anda
mucho, ve mucho y sabe mucho”.
No hay comentarios:
Publicar un comentario