La democracia con
adjetivos transita caminos novedosos en América Latina. Nunca aconteció algo
igual. Identifiquémosla: socialista, bolivariana, ciudadana, plurinacional,
populista, progresista… ¿Interesa debatir cuál sería “la más avanzada”, o
subrayar que todas se impusieron en las urnas, impulsando proyectos de
transformación social que van dejando atrás épocas menos afortunadas?
José Steinsleger / LA JORNADA
Augusto Pinochet Molina, nieto del dictador chileno, anunció la creación de un nuevo partido político en Chile. |
Impredecible y complejo,
el reacomodo de las fuerzas políticas y económicas a escala global, sugiere la
necesidad de apuntalar las conquistas alcanzadas. Por consiguiente, triunfos
electorales como los de Brasil, Bolivia y Uruguay ameritarían ponderaciones
menos mezquinas que su aparente carácter “pírrico”. A más de otros procesos
similares que asoman en el horizonte (Venezuela, Ecuador, Argentina), que
podrían entrar en una etapa de “amesetamiento” a causa de la crisis económica
mundial.
Pero lo inusitado radica
en las potencialidades emancipadoras de los procesos que, desde América del
Sur, transmiten fuertes mensajes democráticos a los más castigados de México y
América Central. Cuadro multicolor, en suma, que empieza a dar cuenta de
multifacéticas realidades sociales, y de alianzas políticas dispuestas a
encauzar reclamos, reivindicaciones y derechos soterrados en 200 años de
frustraciones republicanas.
En el campo contrario, el
viejo orden conservador, que ayer criticaba el escaso talante democrático de
las representaciones de los pueblos en lucha, y hoy deplora que con sus propias
reglas alcancen, democráticamente, espacios de poder. Fenómeno que en ciertas
izquierdas académicas (empecinadas en marcar las diferencias entre “revolución”
y “reformismo”, y en “cambiar el mundo”, pero totalmente inútiles para cambiar
un simple plan de estudios) también son causa de mal humor, desconcierto y
fastidio.
En algunas páginas insurgentes
de la web, esas izquierdas (¿está bien dicho “vigesimonónicas”?) que anuncian
el fin del “ciclo progresista” o la inminente llegada de la “revolución
anticapitalista” subyace un modo de ver las cosas que, paradójicamente,
subestima a las fuerzas vivas del viejo orden sistémico. Orden que sin discurso
y sin proyecto cuenta aún con inteligencia y poder para restaurar su poderío. Y
que para lograrlo aglutina informalmente un entramado de medios de
comunicación, “consultorías políticas”, el llamado “crimen organizado” y
empresas de mercenarios, pandillas y sicarios que se reclutan en los pantanos
del modelo neoliberal. Veamos algunos casos que calzan al hilo.
A escala continental (y
fuera de las izquierdas) ningún adalid de la “ética” y la “moral republicana”
tomó distancia de las declaraciones de Mario Vargas Llosa cuando de plano
incitó al “ajusticiamiento” del presidente de Venezuela, Nicolás Maduro
(entrevista con el periodista Jorge Ramos, 22 de septiembre de 2014).
Declaración que asusta menos que el silencio de los que aseguran “no
coincidir”, pero que el “marqués” tiene derecho a “pensar distinto”.
En Ecuador, el joven
Mauricio Rodas (quien llegó a la alcaldía de Quito con el apoyo de no pocos
izquierdistas enemigos del presidente Rafael Correa) empezó a perder prestigio
luego de que su presunto “consultor”, el mexicano Luis Ignacio Muñoz Orozco,
fue acusado en Estados Unidos de lavar de dinero para el cártel de
Sinaloa. Rodas es bien conocido en México, y resulta harto interesante revisar
la nómina de mexicanos que integran la Fundación Ethos, que en su página de
Internet se presenta como “laboratorio de ideas” ( Proceso, número 1983,
2/11/14).
En Argentina, el
“periodista” Jorge Lanata (mascarón de proa del otrora “progresista” diario Clarín,
salpicado hoy con sangre de los torturados y desaparecidos de la dictadura
militar) causó conmoción al humillar al niño Casey Wander (11 años) por haber
manifestado en una entrevista casual su apoyo al kirchnerismo, con precisión y
entusiasmo. El video fue subido a la red, convirtiéndose en “viral”. Entonces
Lanata (conductor de un programa de televisión de alto rating) lo
injurió públicamente diciéndole que sus padres lo estaban “cagando”. Sobra
recordar que Clarín y Lanata son las “víctimas” preferidas de la
Sociedad Interamericana de Prensa (SIP), que en sus reuniones semestrales
condena de oficio la ausencia de “libertad de expresión” en Argentina.
Y en Chile, el ex capitán
del ejército Augusto Pinochet (Molina), nieto del dictador, anunció la creación
de un partido que espera consolidar como una “nueva alternativa” (sic) en la
política del país andino, y que llevaría por nombre Orden Republicana mi Patria
(sic), entidad “patriótica, libertaria e integradora” que califica de “hechos
puntuales” (sic) las violaciones a los derechos humanos cometidas entre 1973 y
1990.
Según Pinochet Molina,
“…la idea es plantear una nueva opción (sic); una derecha más derecha, sin
ninguna vergüenza de lo que somos”. La página web de Avanzada Nacional asegura
que el año pasado se reunieron más de 20 mil firmas para registrar el nuevo
partido político en la región del Biobío.
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