Robustecida por el
apoyo prácticamente universal a la causa del fin del bloqueo, Cuba ha triunfado
nuevamente en la arena diplomática y en la batalla de ideas a favor de la
justicia y en contra de la barbarie imperialista.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
Por vigésimo tercer año
consecutivo, la abrumadora mayoría de las naciones del mundo, representadas en
la Asamblea General de la Organización de Naciones Unidas (ONU), votaron a
favor de la resolución que condena el “embargo económico y comercial”
–eufemismo diplomático que evita el concepto real de bloqueo- impuesto
arbitrariamente por Estados Unidos a Cuba en 1960, y que se extiende ya por más
de medio siglo sin que su final pueda distinguirse claramente en el horizonte
político.
Si hasta el fin de la
Guerra Fría las élites gobernantes en los Estados Unidos, azuzadas por el
poderoso lobby del llamado “exilio cubano” en Miami, habían encontrado eco y
sumisión en numerosos gobiernos alrededor del mundo para prolongar esta absurda
e inhumana medida de presión, lo cierto es que desde 1992 el apoyo de la
comunidad internacional a Washington se
ha vuelto exiguo, y más bien se ha revertido en su contra, al punto de que en
la votación del pasado 28 de octubre 188 países apoyaron la resolución contra
el bloqueo, en tanto que los Estados solo consiguió el apoyo de Israel, cuyas
élites también practican el bloqueo y el genocidio contra el pueblo palestino
como políticas de Estado.
Así, mientras el
imperio norteamericano, sordo a los argumentos de la razón e incapaz de
comprender la magnitud de su fracaso, se solaza en su propia decadencia, se
extiende el clamor por el fin de la agresión a Cuba, por el respeto al libre
ejercicio de la autodeterminación del pueblo cubano, y por el inicio de un proceso
real –y no de retórica vacía- que pueda desembocar en la normalización de las
relaciones diplomáticas entre ambos países.
El bloqueo es una
política imperial genocida, y sobre esto, desde el punto de vista político y
legal, no caben discusiones. Desde un inicio, fue concebido específicamente
para provocar “el hambre, la
desesperación y el derrocamiento del gobierno” de Cuba, como consta en
documentos oficiales del Departamento de Estado de los Estados Unidos (por
ejemplo, el Memorando Mallory, de 1960), cuyos impactos negativos han sido bien
cuantificados, aunque quizás nunca puedan ser bien dimensiones en términos de
las posibilidades que truncó en el desarrollo del modelo socialista impulsado
por la Revolución Cubana. De acuerdo con el último Informe
de Cuba sobre la resolución 68/8 de la Asamblea General de la ONU, “no hay un solo ámbito de actividades
económicas y sociales del pueblo cubano que quede exento de la acción
destructiva y desestabilizadora que impone esta política ilegal”; y para
julio del 2014, “el daño económico ocasionado al pueblo cubano por la aplicación del
bloqueo económico, comercial y financiero de los Estados Unidos contra Cuba,
considerando la depreciación del dólar frente al valor del oro en el mercado
internacional, asciende a un billón 112 mil 534 millones de dólares, a pesar de
la reducción del precio del oro en comparación con el período anterior. A
precios corrientes, durante todos estos años, el bloqueo ha provocado
perjuicios por más de 116.880 millones de dólares norteamericanos”.
Robustecida por el
apoyo prácticamente universal a la causa del fin del bloqueo, Cuba ha triunfado
nuevamente en la arena diplomática y en la batalla de ideas a favor de la
justicia y en contra de la barbarie imperialista. Ya ha soportado treinta y
cuatro años más que los que soportó el pueblo celtíbero de Numancia, en la
actual España, cuando el imperio romano asedió su ciudad en el siglo II a.C.,
en un hecho histórico recordado por la heroica resistencia de los oprimidos y
por la brutalidad y el abuso del poder de los opresores. La de Cuba también
será recordada como una hazaña, como el triunfo de la razón moral frente a la
decadencia imperial de la potencia norteamericana porque, como bien lo dijo
José Martí, su lucha se hace “no a mano
ligera, sino como con conciencia de siglos…”
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