La respuesta pronta de
Cuba para apoyar la lucha contra el ébola en África Occidental se convirtió en
noticia mundial; los grandes medios comerciales no pudieron ocultarla. Líderes
de distintas partes reconocieron la capacidad de Cuba para enfrentar la
epidemia. Los países poderosos económica y tecnológicamente tuvieron que
admitir que éstos no son suficientes; Cuba cuenta, con lo que a ellos les
falta: el personal dispuesto y preparado.
Ángel Bravo
Especial para Con Nuestra América
Una característica del
socialismo cubano es el internacionalismo solidario. La historia de su
colaboración en distintas áreas (medicina, salud, militar, deporte, etc.) en el
Tercer Mundo es larga y rica, pero desconocida. El bloqueo de los Estados
Unidos contra la Isla también es informativo, logrando que mucha gente ignore
las obras de Cuba en otras tierras del mundo; la tiranía mediática, si no
invisibiliza los hechos, los tergiversa o calumnia.
La voluntad de Cuba
para enfrentar la enfermedad se convirtió en noticia por dos razones: Primero,
porque el mundo ignora lo que Cuba hace por la salud desde hace varias décadas,
y segundo, porque no entienden cómo un país pequeño y bloqueado es capaz de
asumir estos retos. El asombro de John Kerry (Secretario del Departamento de
Estado), Samantha Power (Embajadora ante la ONU), Ban Ki-moon (Secretario
General de la ONU), Margaret Chan (Directora General de la OMS) y Carissa
Etienne (Directora de la OPS), hizo que la noticia se mantuviera en primeras
planas.
Mientras que a los más
altos niveles de Cuba y Estados Unidos se hacen esfuerzos colectivos contra la
crisis de salud, en Miami gente de extrema derecha están indignados, y aparecen
en los medios satanizando la presencia y la colaboración de Cuba. Ese es el
caso del congresista republicano por Florida Mario Díaz-Balart quien ha dicho
que Cuba está llevando a cabo con los médicos una operación de tráfico humano
similar a la que se lleva con la prostitución, con los indocumentados o con el
tráfico de órganos.
Otras voces igual de
miserables como las de Díaz-Balart han afirmado que el Gobierno de Cuba les
había hecho firmar un documento a los médicos, donde les decían que si
contraían la enfermedad se quedarían allá; y en caso de muerte, sus restos no
serían repatriados, sino incinerados, y que el noventa por ciento moriría en
África; a los que regresaban vivos, les darían una casa, un automóvil y ocho
mil dólares.
Solo personas enfermas,
llenas de odio, resentimiento y venganza pueden decir esas infamias. Quienes
hablan así son los mismos cretinos que se proclaman defensores de los derechos
humanos, la democracia, la libertad, la justicia y la verdad. Son los que han
apoyado todas las agresiones contra Cuba, son los desquiciados mentales que
disfrutan cuando un huracán azota la Isla o hay algún accidente automovilístico
en La Habana.
A nadie en este mundo
con un mínimo de decoro, se le ocurriría calificar a una misión médica de
tráfico humano, cuando está dispuesta a combatir una epidemia, con
posibilidades de extenderse.
Es difícil que quienes
están cegados por el odio y el dinero entiendan la naturaleza de la Revolución
Cubana y de sus actos solidarios más allá de sus fronteras. Fidel lo reiteró
hace más de veinticinco años: "Ser internacionalista es saldar nuestra
propia deuda con la humanidad. Quien no sea capaz de luchar por otros, no será
nunca suficientemente capaz de luchar por sí mismo." ¿Ser
internacionalista no es acaso una manifestación del hombre nuevo del que habló
Ernesto Guevara?
Es conocida la
costumbre que tenía Fidel de reunirse en el aeropuerto con los voluntarios para
despedirlos y pasar largas horas conversando. Para muchos internacionalistas
esas misiones significaban su Asalto al Cuartel Moncada, su desembarco del
Granma, su Playa Girón o su lucha en Angola. Arriesgar la vida por amor, sin
esperar recompensa material, es lo que los enemigos de la Revolución Cubana
nunca entenderán.
A propósito de la
misión en Angola, Fidel en 1975 resumió la espiritualidad del internacionalismo
revolucionario y la necedad del enemigo: «Ellos están acostumbrados a pensar
que cuando un país hace algo es porque está buscando petróleo, o cobre, o
diamante, o algún recurso natural. ¡No! Nosotros no perseguimos ningún interés
material, y es lógico que los imperialistas no lo entiendan, porque se guían
por criterios exclusivamente chovinistas, nacionalistas, egoístas”.
¡A más mezquindad, más
revolución!
No hay comentarios:
Publicar un comentario