No me voy a cansar de
repetirlo porque es una de mis
principales conclusiones después de 44 años de participación política: la
derecha casi nunca se equivoca en advertir a su enemigo principal, mientras que la izquierda a menudo lo hace.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Me he preguntado la causa de esto. Se me ocurre que en la izquierda, las ideologizaciones
abundan mientras que en la derecha se impone el pragmatismo. Ejemplos de una y
otra conducta sobran. La izquierda, en
no pocas ocasiones se ha paralizado por
el divisionismo y las rivalidades. Durante años la izquierda debatió
sobre cuál de sus partidos era la
autentica vanguardia del proletariado; si era la clase obrera, el campesinado o
los pueblos indígenas la vanguardia o fuerza motriz de la revolución; si se
tenía que luchar por una revolución por etapas o por la revolución permanente
etc., etc., Hoy mi querido amigo, el economista ecuatoriano Pablo Dávalos nos
dedica a Emir Sader, a Atilio Borón y a mí, un artículo crítico en la revista
electrónica Rebelión, porque nos hemos atrevido a caracterizar como “posneoliberales”
a los gobiernos progresistas de América latina.
De acuerdo con Pablo, esos gobiernos de progresistas no tienen un pelo.
Mientras eso
sucede, la derecha en Brasil no se
equivoca de enemigo. Ha obtenido la cabeza de Dilma Rousseff y ahora va por la
de Lula para inhabilitar su candidatura. Sabe
bien que Lula y el PT son el
enemigo principal. En Argentina, quiere destruir a Cristina Fernández. En
Bolivia pese a las treguas, la “media luna” (bastión geográfico de la derecha y
de la oligarquía) fue decisiva para la derrota de Evo Morales en el pasado
referéndum. En Venezuela, Hugo Chávez y el chavismo fueron combatidos desde
siempre por la derecha. Todo esto ha sucedido mientras que la izquierda
ortodoxa reprocha a estos gobiernos no haber hecho una revolución socialista y
la izquierda posmoderna les endilga no haber abandonado el extractivismo. Aun
en Guatemala, un gobierno sumamente moderado como el de Álvaro Colom fue
adversado por la derecha política y
empresarial y Sandra Torres, su eventual sucesora fue combatida ferozmente.
Hasta que apareció otro enemigo más peligroso: el impredecible Manuel Baldizón.
Todo esto he pensado,
mientras he leído un reportaje en la revista Proceso de México. En el
mismo se afirma que en 2006 Felipe
Calderón del PAN y Enrique Peña Nieto (entonces gobernador del estado de
México) hicieron un pacto para que el PRI le pasara al primero unos 200 mil
votos a efecto de derrotar a Andrés Manuel López Obrador. En 2012, siendo ya
presidente Calderón y Peña Nieto candidato presidencial por el PRI, el
pacto se volvió a hacer para nuevamente
impedir el triunfo de López Obrador. En
2006 el candidato del PRI Roberto Madrazo, fue sacrificado. En 2012 lo fue la
candidata del PAN, Josefina Vázquez Mota. López Obrador sigue siendo el enemigo
principal para las elecciones de 2018. Hasta ahora el pacto implica apoyar a la esposa de
Calderón, Margarita Zavala.
Algo debería la
izquierda aprender de todo esto.
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