El pasado
viernes 27 de mayo del 2016, la justicia de Argentina dictaminó su decisión con
relación a una causa promovida por las víctimas y familiares de víctimas del
denominado "Plan Cóndor".
Rafael Cuevas Molina/Presidente AUNA-Costa Rica
El "Plan
Cóndor" se inició con un acuerdo suscrito en 1975 entre los cuerpos de
inteligencia de seis Estados (Argentina, Bolivia Brasil, Chile, Paraguay,
Uruguay). Con la ayuda de los servicios de inteligencia de Estados Unidos, su
objetivo consistió en coordinar los esfuerzos en la denominada "lucha
contra la subversión".
Se lee en
el sitió del Centro de Investigaciones Legales y Sociales de la Argentina que: "El Plan
Cóndor fue un sistema formal de coordinación represiva entre los países del
Cono Sur que funcionó desde mediados de la década del setenta hasta iniciados
los años ochenta para perseguir y eliminar a militantes políticos, sociales,
sindicales y estudiantiles de nacionalidad argentina, uruguaya, chilena,
paraguaya, boliviana y brasileña. Su acta de fundación está fechada el 28 de
noviembre de 1975 en Santiago de Chile, durante la clausura de la Primera
Reunión de Inteligencia Nacional, y lleva las firmas de los representantes de
Inteligencia de la Argentina (Jorge Casas, capitán de navío, SIDE), Bolivia
(Carlos Mena, mayor del Ejército), Chile (Manuel Contreras Sepúlveda, jefe de
la DINA), Uruguay (José Fons, coronel del Ejército) y Paraguay (Benito Guanes
Serrano, coronel del Ejército)".
En
reciente entrevista de Jorge Gestoso en TeleSur, Pablo Gentili, secretario
general del Consejo Latinoamericano de Ciencias Sociales (CLACSO), apuntó
sagazmente que esa asociación criminal entre Ejércitos latinoamericanos
constituía el primer esfuerzo serio de integración en nuestro continente.
Integración para delinquir, reprimir y sembrar el terror en aras de restaurar
un estado de cosas que se veía amenazado por los avances de la izquierda, que
habían tenido en esos años su máxima expresión en el Chile de la Unidad
Popular.
Por muchos
años, a quienes denunciaron esa connivencia entre las instituciones armadas del
Cono Sur, apoyados por los Estados Unidos de América, se les calificó
peyorativamente como adeptos a teorías “conspiracionistas”, hasta que en 1993
se descubrió en Paraguay una habitación con los ahora conocidos como Archivos
del Terror, en donde está documentada tal coordinación.
Hoy,
cuando se hace mención a la conexión evidente de tácticas y estrategias de las
fuerzas de la derecha en asocio con los Estados Unidos de América –el gran
conspirador tras bambalinas- en contra de los gobiernos nacional progresistas
de Nuestra América, salen a la palestra voces que vuelven a calificar
peyorativamente, como antes, de conspiracionistas a quienes hacen ver que atrás
de todo esto hay una bien orquestada política continental.
Los
grandes orquestadores de todo son los Estados Unidos de América. El retroceso
que tuvo su hegemonía en la región mientras distrajeron fuerzas en el Medio
Oriente puso sobre alerta a la administración demócrata de Barack Obama que,
tomándole el pulso a la época, se dio cuenta de la necesidad de cambiar la
manera de actuar. La respuesta fue la política del soft power, que reedita con
bemoles aquellas del Buen Vecino y el Gran Garrote de la primera mitad del
siglo XX: una mano para mostrarse como amigo pero, si no funciona, la otra con
el gran garrote.
No hay que
hacer mucho esfuerzo para determinar las líneas directrices de esta nueva
estrategia basada en viejas experiencias. El Plan Cóndor es una de ellas; en
nuevas circunstancias pero persiguiendo siempre los mismos objetivos: la
restauración del pasado.
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