Es imposible negar la
crisis actual del país, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, la
inflación, la inseguridad, como tampoco la crisis dentro del gobernante Partido
Socialista Unido de Venezuela. Pero es la cartelización político-mediática
internacional configurada la que reproduce contenidos mediáticos homogéneos
sobre Venezuela y nos ofrece un mapa selectivo de la realidad venezolana, lejos
de la realidad misma.
Aram Aharonian / ALAI
Altos funcionarios de
inteligencia estadounidenses informaron a un grupo de importantes medios de su
país que Venezuela está al borde de un colapso posiblemente violento, una
posible implosión política generada por el deterioro de las condiciones
económicas, admitiendo que Washington tiene poca influencia o poder para
incidir en el asunto.
Según el Washington
Post y Los Ángeles Times, el enfoque de Washington ya no es el fin
de los gobiernos chavistas, pues ahora lo que más inquieta es una detonación de
violencia política. Lo más importante: los funcionarios de inteligencia
expresaron que Washington está decepcionado por la falta de cohesión y
capacidad de la oposición para crear una estrategia conjunta.
Más acá de las presiones
y confabulaciones, la realidad económica de Venezuela es grave mientras se
habla de un default de la deuda externa o una declaración unilateral, como una
vía para enderezar entuertos, el pueblo sigue padeciendo la crisis: la
oposición no logra ganar la calle y el chavismo aún no sale a exigir soluciones
a un gobierno debilitado por la plagas de la ineficiencia, ineficacia y la
corrupción.
Lo cierto es que este
Estados Unidos en etapa preelectoral teme la posibilidad de un estallido en
Venezuela, sobre todo porque la paz en la región no la puede garantizar nadie:
ni el enclenque gobierno interino brasileño ni el del “gerente” Mauricio Macri,
de Argentina, preocupados por eventuales estallidos en sus propios países. EEUU
no está en condiciones, tampoco, de afrontar otra zona de conflicto como la de
Medio Oriente o la de África.
Para el politólogo
Leopoldo Puchi, las presiones desde EEUU y la UE son “una intervención que
distorsiona la situación nacional, que polariza, cierra puertas y exige la
capitulación de uno de los factores internos. No se mueve por principios y
valores, que son manejados a conveniencia: si en una protesta en las calles de
París, Madrid o Baltimore es incendiado un vehículo, los autores son
castigados, pero si algo similar ocurre en Caracas ya se sabe lo que dirá la
Unión Europea sobre ´la libertad de conciencia´”.
Una doble moral, que al
utilizar los derechos humanos como instrumento de presión geopolítica obstruye
las posibilidades de reconciliación. Las demandas que se realizan para que
Venezuela se reintegre al dispositivo económico y militar estadounidense
representan una grave lesión a la soberanía nacional, por lo que no pueden ser
aceptadas como parte de una negociación. Es difícil, pero posible alcanzar un
acuerdo sobre espacios de poder entre factores internos. Pero no cabe “una
cuota” para intereses extranjeros. En realidad, lo mejor, “no nos ayuden,
compadres”, agrega.
Venezuela es noticia y
objeto de atención en primera plana de un periodismo abocado al profetismo
catastrófico, en parte como cortina de humo para esconder el golpe blando en
Brasil. Así se van creando los imaginarios colectivos: en Brasil no pasa nada
(aunque es el verdadero epicentro de los conflictos) y Venezuela arde…
Desde el papa Francisco y
su diplomacia vaticana, pasando por presidentes, exmandatarios, candidatos,
parlamentos y parlamentarios, ministros, funcionarios internacionales y, sobre
todo las corporaciones mediáticas interpretan, de acuerdo a sus propios
intereses, lo que acontece en el norte del sur, en una guerra virtual con amenaza
de no serlo por mucho tiempo.
No hay forma de descartar
la conspiración de la derecha internacional contra el país, con ejes –como
desde hace 15 años- en Madrid y Bogotá, siempre bajo la batuta de Washington.
Según el gobierno, se está montando un escenario de violencia para justificar
una intervención extranjera de carácter militar. La campaña desestabilizadora
se magnifica en los medios internacionales cartelizados, en busca de justificar
un golpe.
Hace seis meses que la
derecha ganara las elecciones legislativas, con la promesa de que la cola para
ir a votar sería la última que tendrían que hacer los venezolanos, en
referencia a las colas para adquirir productos básicos. Hasta ahora, ni una
idea, ni un proyecto (más allá del mamarracho jurídico que es la ley de
amnistía). Su única meta es la aniquilación del chavismo como opción política,
la desaparición de un sistema que ha demostrado ser una alternativa válida al
neoliberalismo.
El fin de la oposición
venezolana, en sus tres vertientes, es por el momento fabricar un clima de
desestabilización y caldear el ambiente hasta el extremo, ante el temor a las
urnas, de perder nuevamente en un eventual referendo revocatorio o en unas
elecciones presidenciales. Parece ser la oposición la que necesita una salida
alternativa a la electoral, democrática.
Hay un sector que trabaja
por el revocatorio, liderado por el gobernador del estado Miranda, Henrique
Capriles Radonski, otro que controla la actividad de calle, dirigido por
Leopoldo López desde la cárcel a través de su partido Voluntad Popular, y un
tercero, conformado por Acción Democrática y Un Nuevo Tiempo, que controlan la
Asamblea Nacional, manejan recursos y cuentan con una amplia proyección
mediática.
Los saqueos y las
manifestaciones tienen el objeto de generar una situación de caos, y a partir
de ésta coronar el golpe de Estado o una intervención extranjera. Pero
son conscientes de que, luego de lograr dicho objetivo, deben detener la
avalancha del pueblo en la calle y que la Fuerza Armada Bolivariana no los
reprimirá.
La crisis
Es imposible negar la
crisis actual del país, el desabastecimiento de alimentos y medicinas, la
inflación, la inseguridad, como tampoco la crisis dentro del gobernante Partido
Socialista Unido de Venezuela. Pero es la cartelización político-mediática
internacional configurada la que reproduce contenidos mediáticos homogéneos
sobre Venezuela y nos ofrece un mapa selectivo de la realidad venezolana, lejos
de la realidad misma.
Existe una escasez
artificial por parte de grandes intermediarios que, en vez de colocar los
productos en los establecimientos formales, hacen negocio con una red que se ha
denominado “bachaqueros”. Al mismo tiempo, se produce un ajuste de precios de
forma altamente especulativa, en la medida que los precios de los bienes se
pueden duplicar de una semana a otra, obteniendo de esta forma un altísimo
margen de comercialización.
La escasez
programada forma parte de una estrategia que han perfeccionado los grupos
económicos, con la esperanza de socavar el apoyo político del gobierno. “Las
imágenes de la gente haciendo cola desde tempranas horas, de los rostros de
frustración, de rabia y de profunda tristeza porque el dinero no alcanza, se
repiten en trasmisiones continuas por las redes sociales y por las televisoras
privadas. Los capitalistas, y su liderazgo político de la MUD, están aplicando
una terapia de shock, para que la gente traumada acepte lo que sea, incluso un
gobierno de derecha”, señala el colectivo La Calle es Nuestra.
A medida que avanza y se
agrava la confrontación entre el gobierno bolivariano y la oposición, el
sistema de amenazas entre uno u otro grupo dio paso a formas cada vez más
violentas y a una estrategia de deslegitimación política y moral del
adversario, un discurso de paz negativa, guerrero, que pretende legitimar las
acciones de cada grupo en procura de su visión de paz, que expresa sus
verdaderos intereses políticos o de otro orden, señala la socióloga Maryclén
Stelling.
La necesidad de aplicar
la Carta Democrática (de la OEA o del Mercosur) en contra de Venezuela,
planificada por el Comando Sur de Estados Unidos -según la Operación Freedom 2-
reaparece nuevamente, como cortina de humo del golpe
jurídico-policial-mediático-parlamentario en Brasil, y forma de disciplinar a
los países sudamericanos en la “estrategia de cerco y asfixia” internacional
contra Venezuela que, en definitiva es el camino a deshacer los procesos de
integración.
La mano invisible de
Unasur
Desterrando estridencias,
desde la Secretaría General de Unasur, Ernesto Samper alentó una mediación
entre el gobierno de Maduro y la MUD, protagonizada por los socialdemócratas
expresidentes José Luis Rodríguez Zapatero de España, Leonel Fernández de
República Dominicana y Martin Torrijos de Panamá, con reuniones en Santo
Domingo que la oposición negó primero y la prensa cartelizada insistió en
invisibilizarlas siempre.
“Los buenos oficios de
personalidades o instancias extrajeras son positivos y saludables cuando las
partes en conflicto de un país se ponen de acuerdo para convocarlos”, señaló el
diario mexicano La Jornada, que a continuación indicó que “los
desfiguros del gobierno de Rajoy y los viajes provocadores a territorio
venezolano de individuos como Felipe González y Albert Rivera constituyen actos
de intervencionismo contrarios a la legalidad internacional, el sentido
democrático y el respeto a la soberanía nacional de los países.
El marco identificado
para estos acercamientos fue la búsqueda del bienestar de todos los ciudadanos,
la paz, la justicia, la verdad, la convivencia institucional, el
fortalecimiento de la economía, la preservación del Estado de Derecho, la
democracia y el respeto de la soberanía nacional.
El “mejor camino para
ayudar a Venezuela es el de la convivencia democrática y el diálogo entre todos
los venezolanos. Son ellos y sólo ellos los que tienen el deber y la
posibilidad de sacar adelante a Venezuela”, señaló Unasur.
Colofón
Las imágenes de galpones,
comercios, restaurantes donde la inspección del gobierno bolivariano, con el
apoyo de grupos organizados de la comunidad, encuentran grandes cantidades de
productos acaparados (pasta, harina, café, aceite, azúcar, detergentes, y
etcéteras varios) son transmitidas por las redes sociales y por el canal
oficial, VTV. Pero estos productos siguen sin llegar a los anaqueles.
Las diarias alocuciones
del gobierno no logran calmar la angustia a la gente, pero tampoco el discurso
falso de la derecha, agrupada en la MUD, logra convencerlos.
Se habla de salidas, hay
“conversaciones”: hay quienes especulan con un paso al costado de Nicolás
Maduro y un gobierno de “transición” (pero constitucional) dirigido por el
vicepresidente Aristóbulo Istúriz, hasta desembocar en las elecciones
generales, pasando a fin de este año por los comicios para nombrar gobernadores
y alcaldes.
Otros especulan –sobre
todo desde el exterior- con un golpe, palaciego o no… o la intervención de una
fuerza multilateral aupada por la OEA y/o –incluso- la OTAN.
Todos discuten sobre los
padres de la crisis, muy pocos sobre cómo solucionarla.
- Aram Aharonian
es periodista y docente uruguayo-venezolano, director de la revista
Question, fundador de Telesur, director del Observatorio
Latinoamericano en Comunicación y Democracia (ULAC).
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