El agua es de todos los seres vivos que
habitamos el planeta tierra. De manera que la privatización del recurso no es
la solución ni mucho menos un camino viable para los problemas de escasez y
abastecimiento que enfrentamos hoy, al contrario, los agudiza.
Mauricio Ramírez / Especial para Con Nuestra América
“Poco a poco se han convertido en los acreedores de la
humanidad, y por eso es que la gente está desconfiando…es hora de que nos traten
por lo que somos, no como clientes o ratas de laboratorio, sino como seres
humanos”. Cantinflas.
¿Cómo el Banco Mundial (BM) se presta
para financiar megaproyectos de administración de aguas en países pobres con
grandes tensiones hídricas, teniendo el conocimiento de que los que van a tomar
el control son transnacionales que tienen como único y último fin lucrar de la
venta del agua? Ello refleja que el verdadero interés de esta institución es
estudiar qué tipos de proyectos financiar, que sean buen negocio y establecer
de cuantos millones va a ser su ganancia con el financiamiento de los mismos.
Es claro y rescatable, que el recurso hídrico es una derecho humano decretado
así por Naciones Unidas en 2010, situación que pone en entredicho y hace que se
cuestione seriamente el accionar del BM, ya que con el apoyo indirecto a la
privatización del líquido que brinda, deja sobre la mesa y de forma
taxativa, que se encuentra por encima y en primer lugar el derecho comercial y
económico, antes que los mismos derechos humanos.
Los tintes filantrópicos que dice tener
esta institución parecen no existir. Si estamos hablando que el agua es la base
de la sobrevivencia para todo ser vivo que habita el planeta y para este mismo,
nos encontramos ante un recurso que, si se piensa conscientemente y de forma
racional, no debería ni siquiera pensarse en privatizarlo, porque simplemente
nos pertenece a todos, es un absurdo de proporciones épicas, el que una pequeña
y oligárquica cúpula del poder mundial decida quién o quiénes van a ser los dueños y señores del agua en
el mundo. Lo que está haciendo esta gran industria creciente que comercializa
el recurso hídrico es decidiendo de forma despótica y autoritaria quién vive y
quién muere, así de sencillo. El profesor africano y analista de política
internacional, Achille Mbembe, ha llamado a este tipo de modus operandi capitalista,
necropolítica. Ésta consiste, en que se ha llegado a un punto de no
retorno tal, que ya no es el propio Estado el que decide sobre la vida o la
muerte de las personas (tanatopolítica), ahora el poder que tiene el capital
privado y multinacional es tal, que ha llegado a asumir dichas funciones
características de los tradicionales Estado-nación.
Este autor plantea el concepto de
gobierno privado indirecto, en el cual, los que deciden sobre la vida y la
muerte de las personas son las grandes empresas transnacionales, a causa del
proceso neoliberal y globalizador de privatización y comercialización masiva de
todos los bienes y servicios a los que se les pueda aplicar dicha lógica
(educación, salud, agua, energía, etc). Lo que hubo, en palabras de Mbembe, fue
un traspaso del ejercicio activo del poder soberano a manos de redes paraestatales (como en África por ejemplo) y grandes
sistemas de producción (transnacionales). El régimen necropolítico no es solo
típico de África, razón por la cual Mbembe desarrolla su tesis, sino, de todo
el mundo, especialmente de los países con mayores niveles de pobreza y
mal-desarrollo[1].
Lo que se está presentando con la
privatización del agua en el mundo y bajo el respaldo financiero del BM, es un
buen ejemplo de la ejecución de un régimen necropolítico despótico y divorciado
de la vida misma, sin interés por preservarla o tan siquiera respetarla. Su fin
es el de dominar el comercio mundial del agua y desposeer a los pueblos de las
fuentes de abastecimiento de dicho recurso[2]. Parte del mito sobre las ventajas de la
privatización, es que al ser manejado en manos privadas, la calidad del
servicio así como del abastecimiento, mantenimiento y cobertura territorial van
a ser mejores que las de los Estados. Esto no es verdad, se han presentado
casos como por ejemplo el de Bolivia, Sudáfrica, Indonesia, Filipinas, entre
otros, donde las empresas concesionarias no han cumplido con los estándares
adecuados y prometidos, la población ha salido a las calles a pelear por los
altos precios de los recibos del servicio o los casos de corrupción han dado
con el abandono de los contratos y el retorno a la administración pública de
este servicio.
Si bien es cierto el BM no tiene como
política oficial escrita en un documento que está abiertamente apoyando e
impulsando la privatización del agua, presta miles de millones de dólares para
la financiación de grandes mega proyectos de infraestructura y privatización del líquido en diversas partes del mundo, como
el caso de Marruecos en 2007, cuando le concedió un préstamo de US$100
millones, el primer gran préstamo para el desarrollo de políticas del sector
del agua, como ellos las llaman. También presta asistencia en el desarrollo de
una asociación público-privada para la desalinización en la región de Souss-Massa,
destinada a complementar los recursos de riego y conservar las capas
subterráneas.
Este es el primer caso en el norte de
África, en que el BM participa en proyectos relacionados con el manejo y
distribución del recurso hídrico, durante el 2010, el BM aprobó tres proyectos
nuevos relacionados con el agua por un total combinado de US$285 millones,
estos proyectos son: el Proyecto de Saneamiento en Oum Er Rbia, el Proyecto de
Riego en Oum Er Rbia y el Proyecto Regional de Abastecimiento de Agua Potable,
todos ellos en Marruecos (Consultado en http://web.worldbank.org/WBSITE/EXTERNAL/COUNTRIES/MENAEXT/0,,contentMDK:22991635~menuPK:3949143~pagePK:146736~piPK:226340~theSitePK:256299,00.html ).
Barlow y Clarke argumentan en su libro
“Oro Azul”, que en otras partes de África el BM ha actuado con la ayuda de
otros entes como el Banco Internacional de Reconstrucción y Desarrollo (BIRD a
favor de los intereses de los señores del agua.
“en 1999, el BM obligó a Mozambique a
privatizar sus servicios del agua como condición para obtener un crédito con el
que financiar el desarrollo de las infraestructuras y prorrogar el pago de la
deuda del país. A través del BIRD, el BM trabajó en colaboración del
Banco Africano de Desarrollo y otras agencias de financiación para ofrecer a
Mozambique un préstamo de 117 millones de dólares. Como condición de este préstamo
del BIRD, Mozambique se vio obligado a privatizar sus servicios de agua. El
beneficiario del contrato fue la empresa francesa SAUR. El BM ha recurrido a
este mismo modelo de financiación en otros países no industrializados, como el
de Cochabamba en Bolivia” (Barlow y Clarke, 2004, p 250-251).
El caso de Bolivia ha sido uno de los más
sonados y conocidos que en los últimos años se ha presentado con respecto al
tema de la privatización del agua. Actualmente el BM ha puesto sus ojos sobre
el acuífero Guaraní, ubicado en el sur del continente americano. Para el mes de
julio de 2004 este ente hizo un llamado a licitación para que se realizara un
nuevo mapa base del acuífero, con el fin de realizar un estudio hidro-geológico
de la región. Hinde Pomeraniec, sostiene que:
“el Banco Mundial, a través del GEF (uno
de sus brazos, especializado en cuestiones de medio ambiente) financia lo
pertinente a investigación y a los trabajos tendientes a lograr el
"desarrollo sustentable" del acuífero. Fue cuando los gobiernos que
comparten el yacimiento pusieron en manos extra nacionales el estudio de los
recursos del recurso, lo que, en función de las miradas más desconfiadas, es
como haber servido en bandeja el tesoro” (Consultado en http://www.rel-uita.org/agricultura/ambiente/agua/acuifero_guarani.htm).
Muchas organizaciones son las que han
dado seguimiento a este tipo de políticas y que tienen una postura muy clara al
respecto. Una de ella es la Corporate Accountability International (CAI), ONG situada en Estados unidos y que ha
invitado al BM a dejar de financiar al sector privado del agua, argumentado los
evidentes riesgos que la privatización acarrearía en especial para los sectores
mas vulnerables de la población:
“La CAI exhortó al Banco Mundial a dejar
de financiar el sector privado en el agua y a cambiar la dirección de los
fondos para enfocarlos en instituciones públicas y democráticamente
responsables…La CAI también critica varios conflictos de intereses, como el
hecho de que el Banco Mundial sea dueño de empresas del agua mientras a la vez
se presenta como consejero imparcial. Al final de cuentas, el “Banco Mundial ha
sido el motor detrás de esta invasión corporativa en los sistemas y en los
servicios del agua”, indica en su sitio web…El Banco Mundial estimula a los
países a que privaticen sus sistemas de agua o los modifiquen para que se
centren en hacer ganancias, señaló CAI. El organismo multilateral también
promueve el desarrollo de infraestructuras que ofrecen ventajas para los
“usuarios de grandes corporaciones por encima de los (intereses de los)
individuos o las comunidades…En medio de una crisis mundial del agua, el Banco
está derrochando los recursos necesarios para salvar millones de vidas”, dijo
la directora ejecutiva de CAI, Kelle Louaillier. ”Sus estatutos establecen que
debe ayudar a los que tienen más necesidad, pero su apuesta financiera a las
corporaciones del agua está creando perversos incentivos que socavan la propia
misión del Banco”, añadió”. (Consultado en http://periodismohumano.com/sociedad/el-banco-mundial-financia-el-fracaso-de-la-privatizacion-del-agua.html)
Es claro que en un contexto en el cual el
agua empieza a escasear, los diversos actores del Sistema Internacional van a
establecer mapas y demás instrumentos que les permitan establecer y localizar
el espacio en el que se encuentran las mayores reservas del recurso hídrico en
el mundo, con miras a tenerlos bien ubicados y para crear estrategias políticas
y militares con el fin de lograr el acceso al mismo. Otro gran objetivo sería
consolidar un régimen internacional (cartel) del agua, el cual permita ordenar
y establecer las reglas para el abastecimiento y distribución de un recurso que
es fuente de poder, en otras palabras, buscan organizar el mercado mundial del
agua. El peligro que representa la privatización del líquido en el mundo es alarmante, ya que
cientos de millones de personas de países pobres y sin acceso no podrán
obtenerlo, a causa de que no cuentan con la capacidad y solvencia económica.
Pero estos regímenes son creados y
conformados por Estados, Organismos Internacionales y empresas transnacionales
con cierto grado de influencia e incidencia a nivel internacional, con la
pretensión de alcanzar objetivos políticos y económicos concretos en contextos
difíciles, de crisis o colapso. Tampoco son diseñados para ayudar a todos los
actores políticos involucrados por igual, ya que no es ese su fin último:
“Los regímenes internacionales
contemporáneos ayudan a que los países desarrollados industrializados cooperen
entre sí, pues sirven a sus intereses. Crean algunos beneficios para los países
pobres, pero son pequeños comparados con los que harían falta para corregir las
grandes violaciones de los derechos humanos básicos que se producen cuando las
personas se mueren de inanición o cuando carecen de agua corriente, de cuidados
médicos o viviendas decentes…estos regímenes pueden pensarse como acuerdos que
facilitan los intercambios no simultáneos” (Keohane, 1988, p 167-316).
En ocasiones, como lo fundamenta Keohane,
los regímenes tienden a facilitar intercambios materiales desequilibrados.
Cuando en un momento dado, una parte suministra más recursos tangibles que la
otra, al igual con los cambios no simultáneos, que según el autor, son cuando
una de las partes debe de aceptar obligaciones, reglas o principios específicos
como resultado de la formación de los mismos.
Actualmente, existen varias empresas
transnacionales, que forman parte de este régimen internacional del agua, como
lo son las francesas Veolia, ex Vivendi, Ondeo, filial de Suez-Lyonnaise, Saur,
propiedad de grupo Bouygues (este es un grupo industrial francés de capital
privado fundado en 1952, cuenta con 124 000 trabajadores en alrededor de 80
países) hasta noviembre de 2004[3]. De la mano se encuentra la alemana
Rheinisch Westfälisches Elektrizitätswerk AG (RWE), Thames Water en Reino
Unido y American Water Works en Estados Unidos, estas dos últimas afiliadas a
la alemana RWE, las únicas en capacidad de hacer competencia a las empresas
francesas.
Todas ellas tienen presencia y venden sus
servicios en diferentes países del mundo, la empresa Thames Water, por ejemplo,
que aparte de controlar la distribución de agua en Londres, gestiona acueductos
en Puerto Rico, Australia y Tailandia. RWE, por su parte, ofrece sus servicios
en Estados Unidos, Reino Unidos, Polonia, República Checa, Hungría, Holanda, Eslovaquia y Turquía
(Consultado en: http://www.rwe.com/web/cms/en/1029638/rwe/about-rwe/rwe-group/).
Como característica fundamental del discurso de la
globalización económica y del fin de la historia de Fukuyama, se
pensó que la única solución era el achicamiento del aparato estatal a una función
meramente represiva (ni siquiera preventiva, si se quiere), lo que dio con la
mercantilización de todos aquellos bienes y servicios de los cuales se pudiera
obtener una buena ganancia, sin importar cuán ilógico e irracional puede ser aplicar dicho
pensamiento a todo cuanto tenga fundamento ontológico alguno. Eso es lo que ha
pasado con el agua en el planeta, los magnates de las inversiones hablan que el
líquido vital es el “negocio del siglo[4]” por lo que sus grandes amigos
banqueros, financiaran proyectos de este tipo, sin pensar en todas las
consecuencias que esto puede acarrear. En Costa Rica por ejemplo, 1 litro de
agua embotellada vale $2, mientras que 1 litro de gasolina súper cuesta
alrededor de 95 centavos de dólar (esto al mes de mayo de 2016).
Desde principios de los años noventas,
las tendencias que organismos como el Banco Mundial, bancos regionales de
desarrollo, algunos Estados y empresas transnacionales han venido promoviendo
para el manejo del agua, es la privatización. La década del noventa, fue
catalogada por los estudiosos en la materia como la década de la privatización
del agua. Citando a Martín Latorraca y Maximiliano Martínez, en un artículo
publicado en 2005, en la edición argentina número 74 de Le Monde Diplomatique en la
cual se toca el tema del agua, ellos afirman lo siguiente:
“La década del 90’ marcó un momento clave
en la gestión del agua, ya que en 1995 se suscribió el Acuerdo General sobre el
Comercio de Servicios (AGCS), como parte de los compromisos impulsados por la
Organización Mundial del Comercio (OMC), que estableció un proceso de
liberalización, desregulación y privatización de los servicios básicos,
apuntando a la creación de mercados globales del agua, la energía, las
telecomunicaciones, la salud y la educación, entre otros. Bajo este marco,
gobiernos de todo el mundo (incluidos países desarrollados) comenzaron a
transferir su capacidad de control de los recursos naturales a grupos de
empresas privadas: las francesas Vivendi y Suez y la alemana RWE, que adquirió
dos importantes empresas de agua. Thames Water en Reino Unido y American Works
en Estados Unidos.” (Latorraca y Martínez, 2005, p 9)
Si el agua da ganancias ahí financiarán,
aunque al final la mayoría no pueda acceder a ella, de aquí la necesidad de que
un país como Costa Rica sepa proteger y resguardar este tan preciado y
apetecido recurso. Naciones como Noruega e Italia, son un buen ejemplo en tanto
quitaron su ayuda económica al BM, porque esos fondos se estaban usando para
financiar proyectos de privatización de un derecho humano[5].
El agua es de todos los seres vivos que
habitamos el planeta tierra. De manera que la privatización del recurso no es
la solución ni mucho menos un camino viable para los problemas de escasez y
abastecimiento que enfrentamos hoy, al contrario, los agudiza. Todos los
pueblos y naciones deben unirse y luchar por una administración pública del líquido, defender las fuentes y no
permitir que actores internacionales introduzcan cláusulas especiales de
concesión de los servicios públicos de los países a cambio de préstamos o
tratados de libre comercio.
Promover, aunque sea de manera indirecta,
modelos de privatización de los recursos naturales que son básicos para la
existencia de la vida, es fomentar un régimen necropolítico, en tanto,
significa que el Estado transfiere bajo la presión de organismos
internacionales, un poder sin precedentes a gentes que no les importa en lo más
mínimo el distribuir de forma equitativa esos recursos. El afán claro por el
cual desean acaparar las pocas reservas que quedan, entre otras cosas[6], es el de lucrar y maximizar ganancias
al costo que sea (sin importar que hayan vidas humanas en riesgo). El peligro
de estos procesos de acumulación por expropiación, es que la situación a nivel
internacional se va a tornar cada vez más violenta y las soluciones que los
gobiernos van a dar, serán igual de violentas que su contexto.
NOTAS:
[1] Véase El País, 15 de
octubre de 2011. En http://elpais.com/diario/2011/10/15/babelia/1318637561_850215.html
[2] En un contexto de
colapso mundial, se vuelve indispensable el acceso a recursos naturales
estratégicos, ya que los que detenten el poder van a ser aquellos que posean
las principales fuentes de los mismos, entre ellos, el líquido vital, que
además de encontrarse escaseando, los países están dispuestos a obtenerlo
utilizando la herramienta de la guerra como mecanismo ideal para su
distribución y control, junto con los tratados de libre comercio y procesos de
privatización para el abastecimiento que la industria en general y el país
demande.
[3] Solamente estas tres
grandes empresas francesas controlan el 70% del mercado mundial del agua, por
lo que podemos hablar de la existencia de un oligopolio, lo cual hace que éstas
se conviertan en las amas y señoras del agua a nivel mundial, permitiéndoles
así, establecer los precios que consideren “adecuados y justos” para la
distribución, administración, mantenimiento y abastecimiento del recurso
(Barlow y Clarke 2004).
[6] Es menester recordar
una vez más que, tanto el agua, así como el petróleo, el gas natural y otros,
son considerados recursos estratégicos, debido a que existe
una clara y creciente dependencia por parte de muchas naciones hacia ellos, en
un contexto mundial de escasez de los mismos, razón por la cual a través de los
años, han pasado a convertirse en fuentes importantes de poder dentro del
ajedrez político internacional y en focos de diversos tipos de conflictos.
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