Los gobiernos de Mauricio Macri y de Michel Temer se dedican,
centralmente, a desmontar las conquistas de los gobiernos que los han
precedido, retomando los ideales neoliberales –e, incluso, algunos ministros–
de aquel período, tratando de hacer olvidar que fue un modelo y un período fracasado,
que ha desembocado en situaciones desastrosas para esos países.
Emir Sader / Página12
Los nuevos gobiernos de Argentina y de Brasil repiten el discurso de la
herencia maldita, de los arreglos duros que habría que hacer de un modelo
fracasado anterior a ellos, como una operación de marketing para disimular su
falta de alternativas y su previsible incapacidad de resolver las crisis de sus
países. Buscan justificar la dureza del ajuste fiscal que tratan de imponer en
el tamaño del desarreglo de las cuentas públicas que habrían heredado,
resultado, según ellos, del fracaso de un modelo.
Porque los cambios de gobierno en Argentina y en Brasil no han cambiado
el período histórico que vivimos. Al contrario, lo han reafirmado. Han
reiterado cómo la alternativa a los gobiernos progresistas es el retorno al
neoliberalismo que, a su vez, plantea a las fuerzas progresistas –más
fuertemente todavía– la necesidad de readecuar rumbos para retomar la
construcción de la superación del neoliberalismo.
Los gobiernos de Mauricio Macri y de Michel Temer se dedican,
centralmente, a desmontar las conquistas de los gobiernos que los han
precedido, retomando los ideales neoliberales –e, incluso, algunos ministros–
de aquel período, tratando de hacer olvidar que fue un modelo y un período fracasado,
que ha desembocado en situaciones desastrosas para esos países. La condición de
lograr reimponer consensos conservadores por parte de los nuevos gobiernos es
hacer olvidar cómo esas propuestas ya fueron aplicadas y han fracasado. Para
intentar partir de los problemas más recientes, para volver a usar soluciones
que ya han demostrado que son equivocadas.
Volver a privatizar empresas, cuando Argentina conoce muy bien a lo que
ha llevado la pérdida de la autosuficiencia energética, con todas sus nefastas
consecuencias hasta hoy, con la privatizacion de YPF. Brasil sufre todavía las
consecuencias de la venta de acciones de Petrobras en la Bolsa de Nueva York a
precios bajísimos por parte de Fernando Henrique Cardoso.
El corte en los recursos para las políticas sociales ha llevado al
aumento de las desigualdades y de la miseria en nuestros países en los años
‘90, ya conocemos sus efectos. Al igual que la pérdida de los contratos
formales de trabajo ha llevado a que la mayoría de los trabajadores perdiera sus
derechos fundamentales.
Volver a relaciones privilegiadas con los Estados Unidos en lugar de los
procesos de integración regional y el intercambio Sur-Sur, nos llevaría a la
terrible situación que vive México, el país de América Latina que no ha mejorado
nada su situación social en las dos décadas de vigencia del Nafta, el Tratado
de Libre Comercio con los Estados Unidos y Canadá.
Por ello, frente a las experiencias neoliberales de los ‘90, las
propuestas de los gobiernos que los han sucedido han triunfado en tres
eleccciones sucesivamente en Argentina y en cuatro elecciones en Brasil. El
pueblo ha demostrado fehacientemente que prefiere el modelo de desarrollo
económico con distribución de renta al modelo de ajuste prioritario de las
cuentas públicas, con pérdida de derechos y concentración de renta.
No hubo fracaso de ese modelo. Ese modelo recuperó a la Argentina de la
peor crisis de su historia, producida precisamente por políticas neoliberales.
En Brasil, Lula superó la más profunda y prolongada crisis recesiva, generada
por las políticas de Cardoso.
Así, los nuevos gobiernos de derecha, para retomar viejas fórmulas,
necesitan que el pueblo se olvide de que han fracasado. Argentina y Brasil al
final de los gobiernos progresistas estaban mucho mejor de cuando salieron de
los gobiernos neoliberales. De lo que se trata, para superar la crisis actual,
es de avanzar readecuando aspectos del modelo que nos ha permitido superar la
crisis generada por el neoliberalismo y no de retroceder a ese modelo, que es
la causa de fondo de nuestros problemas.
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