Como
ha sido habitual desde los inicios mismos de este siglo, el panorama mundial
cambia con inaudita fluidez, confirmando
aquello de que a nuestra época la caracterizan la aceleración del tiempo y la
reducción del espacio. Lo cual ha hecho que hoy los medios de comunicación nos
suministren información de
acontecimientos de gran relevancia que nos es difícil asimilar con la
misma rapidez con que se suceden.
Arnoldo Mora Rodríguez / Especial para Con Nuestra América
Esto
obliga a quien quiere arrojar un vistazo crítico y amplio del mismo a escoger, según su criterio personal, aquellos hechos que juzga más
relevantes; lo cual implica asumir el
riesgo de dejar de lado algunos de esos acontecimientos que también merecen ser
destacados.Consciente de lo dicho, de momento me referiré tan solo a aquellos
que considero más relevantes. El rasgo más significativo me parece ser el
contraste que palpo entre el Norte metropolitano y el Sur periférico; contraste
un tanto paradójico, por no decir contradictorio; teniendo, sin embargo, ambos
como rasgo común, la impactante tendencia hacia una polarización de las fuerzas
sociales y políticas, que llevan a reiteradas y masivas manifestaciones de
protesta o de apoyo a los gobiernos u
organismos con poder político, económico o mediático, sin llegar por ello, en
la mayoría de los casos, a enfrentamientos militares o guerras abiertas o camufladas, como sucede en la región tradicionalmente más
conflictiva en el mundo, como es el Medio Oriente.
En
el Norte esas expresiones de
radicalización se hacen con mayor frecuencia con ocasión de las campañas
electorales, cambios de gobierno o consultas populares tocantes a decisiones
colectivas de gran trascendencia para los destinos de la nación. Tal es en este
último caso, lo acaecido en el Reino Unido y su relación con la Unión Europea.
En concreto, en el Reino Unido se
realizó un referendo en torno a su permanencia o no en la Unión Europea, con el
resultado, un tanto sorpresivo, de que la mayoría de ingleses y galeses
decidieron salir de la Unión Europea. Esta soberana decisión trajo como
consecuencia una dramática polarización y crisis de identidad nacional, dado
que Escocia e Irlanda del Norte manifestaron su voluntad de permanecer en la
Unión Europea aun a riesgo de romper con Inglaterra. Da la impresión de que
esas islas, cada día son menos REINO porque cada día están menos UNIDAS. De
rebote, este resultado significó un cuestionamiento serio del liderazgo asumido
de facto por la Alemania de Angela Merkel. Todo lo cual, unido a la crisis de
los refugiados y al involucramiento de la OTAN en la guerra de Siria, ha
acrecentado la crisis, por no hablar de decadencia, de una Europa cada vez
menos unida, que se siente asediada,
tanto por la incontenible oleada de refugiados, como por una crisis
económica y social que, comenzando en
Grecia, se ha extendido amenazadoramente a otros países del Mediterráneo, como
Italia y España. Esto ha hecho que España se vea envuelta en una crisis de
gobernabilidad, que se une al agudo conflicto de identidades nacionales que se
manifiesta en las tendencias autonomistas en Cataluña y el País Vasco. España
lleva ya casi un año sin tener un gobierno estable, dado que las repetidas
elecciones no parecen arrojar un rayo de luz y esperanza que les permita salir
del fondo del túnel.
No
menos paradójico, por no decir preocupante, es el desenvolvimiento que ha
venido tomando la campaña electoral en los Estados Unidos. Por tratarse de la
mayor potencia económica, militar y mediática del planeta, todo lo que allí
suceda tiene una repercusión directa en el ámbito de la política internacional. Como se trata de
un “imperio”, esta noción de “política
exterior” solo tiene un sentido formal, carece de contenido real, pues no hay nada que le sea exterior. Lo
dicho se da en su máxima expresión en la presente campaña electoral
norteamericana. La polarización de fuerzas que hemos constatado en Europa, de
forma igualmente inequívoca se revela en la mencionada campaña electoral. El
contraste allí no podría ser mayor. El surgimiento de una corriente política
autodenominada “socialismo democrático”,
que hasta ese momento aparecía como una expresión maldita y, por ende,
“políticamente incorrecta” en los medios políticos norteamericanos, gracias al
discurso persuasivo, tenaz y directo del senador independiente convertido en
precandidato demócrata, Berny Sanders, logró un impulso que si no hubiera sido
por la fraudulenta intervención del aparato burocrático del partido demócrata,
no hubiese causado sorpresa que Sanders ganara la convención. Las
“irregularidades” - por emplear una palabra suave – cometidas por la dirección
de ese partido para favorecer la cuestionada figura de Hillary Clinton llegó a tal extremo de
desfachatez que la propia presidenta del partido se vio obligada a renunciar de inmediato. Pero las cosas no quedaron allí. A pesar de
que el propio Sanders pidió reiterada y enfáticamente el apoyo a Hillary, un
amplio sector que lo apoyaba se ha negado a seguir sus deseos. Las denuncias en
contra de Clinton son de tal magnitud que está siendo indagada por sospechas de
haber incurrido en violaciones a la ley
cometidas en su desempeño cuando fue Secretaria de Estado (Ministra de
Relaciones Exteriores) en la primera administración del actual presidente
Obama.
Esta
campaña ha hecho evidente la existencia de un nuevo actor en la política de los
Estados Unidos, que podríamos denominar “la nueva izquierda” compuesta, al
igual que en numerosos países de Europa, por jóvenes, que han abandonado las
filas del Partido Demócrata y engrosado las de una agrupación hasta entonces
pequeña y que podría crecer, como es el Partido Liberal (centro izquierda).
Según recientes encuestas este partido representa el 7% del electorado. Si a
ello añadimos el 2 % de los verdes, tenemos una corriente de izquierda que
podría acercarse al 10% del electorado; lo cual los convertiría en una fuerza
política y social que va más allá de lo que ellos han sido tradicionalmente en ese país,
a saber, grupos respetables pero cuya importancia en el ámbito político
no pasaba de ser testimonial. Un 10% constituye una realidad política que nadie
puede ocultar, a pesar del apabullante y
deformante poder mediático de los monopolios
trasnacionales. Este sector de las crecientes minorías de izquierda podría jugar un papel
significativo si, a medida que se acercan las elecciones de Noviembre, las
encuestas entre los candidatos de los partidos tradicionales arrojen resultados
ajustados. Si quienes dirigen la campaña
de la aspirante demócrata desean
consolidar sus posibilidades de triunfo, deberán dar mayor énfasis a los
aspectos sociales, so pena de ver comprometidas las aspiraciones por derrotar a
Trump, ese esperpéntico millonario que
los republicanos en mala hora han escogido como su candidato y que provoca, con
justificada razón, pesadillas dentro y fuera de su país.
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