A esta altura, la suerte de
Malcorra es incierta. Lo único seguro es que el primer aniversario de Macri en
la Rosada encontrará al Palacio San Martín en nuevas manos…, por ascenso o por
eyección.
Carlos A. Villalba / Question Digital
Susana Malcorra, canciller de Argentina. |
Diez meses después de haber sido
designada al frente de la diplomacia argentina, las mieles del prestigio y el
éxito que rodeaban a Susana Malcorra, comenzaban a virar hacia sabores amargos
y el papelón en el que se vio envuelta a raíz de la sobreactuación, la
impericia y la falta de respeto por los valores de las relaciones exteriores
por parte del presidente Mauricio Macri, nada menos que frente a Gran Bretaña,
parece haber dejado sin oxígeno sus intentos por ocupar la Secretaría General
de Naciones Unidas, a partir del primer día de 2017.
La decisión de Mauricio Macri de
designar a Susana Malcorra al frente del Ministerio de Relaciones Exteriores y
Culto (MRECIC) había sorprendido a todos, propios, extraños y, en particular, a
“La Casa”, eufemismo antipolítico con que los diplomáticos egresados del
Instituto del Servicio Exterior de la Nación (ISEN), denominan a la Cancillería
argentina. El jefe del PRO le dio la espalda al grupo de diplomáticos radicales
que hicieron cola para sentarse en el sillón que usaron Rafael Bielsa, Jorge
Taiana y Héctor Timerman entre el 25 de mayo de 2003 y el 9 de diciembre de
2015.
En pocos meses las cosas
cambiaron rápidamente para la conductora de la diplomacia local, tanto en el
frente interno, como en la propia ONU donde, a las acusaciones en su contra por
encubrimiento de violaciones de niños en África cometidas por “fuerzas de paz”
francesas, se le deben sumar las cuatro derrotas seguidas en los sondeos entre
los miembros del Consejo de Seguridad. Cayó al séptimo lugar en la ronda de
comienzos de septiembre, cinco votos por debajo del portugués Antonio Guterres
y, lo que le preocupa aún más, con siete países que “desalientan” su
postulación, a pesar de haber recibido el apoyo del presidente chino, Xi
Jinping, en la Cumbre del G-20… o tal vez a raíz de eso, en un mundo en el que
el juego de las grandes potencias forma parte de una suerte de guerra fría por
otros medios.
Un amigo presidencial, que supo
usar boina blanca, había deslizado el nombre de quien fuera Jefa de Gabinete
del Secretario General de las Naciones Unidas, Ban Ki-moon, entre los papeles
del por entonces presidente electo. Jugaba a dos puntas: le arrimó respaldo
político a las expectativas de encabezar la ONU a Malcorra y le sumó al
ingeniero boquense una de las fichas por entonces menos cuestionadas del nuevo
gabinete, por el perfil supuestamente “técnico” de la beneficiada, contra los
currículos gerenciales de la mayoría de sus colegas que los ponen cada día al
borde del incumplimiento de los deberes de funcionarios públicos, las
incompatibilidades de sus funciones o la venta de sus acciones en empresas
extranjeras relacionadas con sectores de la economía nacional que deberían
regular.
El recién te paso por Nueva York
durante la Asamblea General de la ONU y gestos como el agradecimiento de Barack
Obama por la aceptación argentina de refugiados sirios -una decisión tomada en
realidad hace más de dos años por Cristina Fernández de Kirchner-, parecían el
escenario exacto para que la campaña de la canciller argentina retomara impulso
frente a las próximas votaciones del Consejo de Seguridad. Sin embargo, todo
terminó en el fracaso estrepitoso causado por la desmentida rotunda del Foreign
Office británico a la afirmación de Macri acerca de que la primera ministra
Theresa May estaba dispuesta a “comenzar a conversar” sobre la soberanía de las
islas del Atlántico Sur, durante un encuentro de pasillo al que se encargó de
sepultar calificándolo de “breve” e “informal”.
Fotocopia Vaticana
La ingeniera electrónica
rosarina, no residente en el país, que comenzó a trabajar en la estadounidense
IMB en 1979 y a partir de 1994 se pasó a Telecom donde escaló hasta convertirse
en su CEO, necesitaba sumar a su foja el apoyo político. El ex capo de SOCMA y
actual multiaccionista de empresas offshore sumaba una perla a un vestido
chorreado de empresarios y carente de políticos, salvo los mendicantes que se
le sumaron desde la UCR.
Ese fue el acuerdo informal con
Macri, quien daba sustento político a su candidatura, mientras ella cubriría
con una estola de “mujer conocida” los primeros pasos internacionales de su
gestión, en base al trato que tuvo como funcionaria con líderes mundiales,
incluido el presidente de los Estados Unidos, Barack Obama. El diseño
fantaseado en plena borrachera del éxito electoral que instaló a las
corporaciones transnacionales en la Casa Rosada, coronaría con la frutilla de
una representante “propia” al comando de las Naciones Unidas que, para el
equipo amarillo del PRO, constituiría un equivalente laico al obispo argentino
y peronista que se sienta en el sillón de San Pedro.
Con una candidez impropia del
cargo que ocupa y escasa fineza diplomática, el jefe de Gabinete, Marcos Peña,
se atrevió a decir que “los argentinos ya tenemos a Bergoglio en el Vaticano, a
Messi en el Barca y sólo falta Malcorra en Naciones Unidas”.
En los despachos de la Casa
Rosada relacionados con los “asuntos estratégicos” critican -en sordina pero
con dureza- a la canciller; consideran que las acciones que adopta la todavía
jefa de la diplomacia, incluido el “acuerdo” con Gran Bretaña, luego desagiado
en “anuncio”, buscan fortalecer su postulación a la conducción de la ONU por
encima de los intereses del conjunto del gobierno. Las fuentes, a pesar de
trabajar para el presidente Macri, opinan que al no ser un especialista en los
manejos de política exterior, el mandatario “deja hacer” a la ingeniera
devenida en funcionaria internacional.
En el propio Palacio San Martín,
pasada la luna de miel con el cuadro de “alto rango del sistema multilateral”,
arrecian las críticas. Otra vez su aspiración a reemplazar a Ban Ki-moon ocupa
el centro de la escena, con una percepción de que todo el trabajo de los
diplomáticos baila al compás de la “ambición personal” de Malcorra, quien diseñó
dos giras mundiales, con más de 15 destinos extranjeros y casi un mes afuera de
la Argentina que, a entender de los que saben fueron diagramadas “a la medida
exacta del traje de candidata”, y costeadas con fondos del erario público.
De alguna manera ella reconoció
la situación a través del cable interno del MRECIC que se vio obligada a
circular a sus “Estimados colegas” el 26 de mayo a las 15.21, en el que les
manifestó que “Nada de lo que haga en estos meses de ´campaña` me apartará de
los principios que me llevaron a aceptar este desafío” y les adelantó que “en
las próximas semanas me espera un agenda muy activa”.
Malvilands, Falkvinas
Las aguas se inquietaron más aún
a partir de los anuncios de Malcorra y el ministro británico de Asuntos
Exteriores, Alan Duncan, en el marco del Foro de Inversión y Negocios porteño,
al que el macrismo y su prensa denomina “Mini Davos”, en contraste orgulloso
con el Foro Económico Mundial que se realiza en esa ciudad suiza, con la
presencia de los principales líderes empresariales, líderes políticos
internacionales, premios nobeles e intelectuales de renombre.
Los diez puntos del comunicado
fueron aceptados por la canciller sin el concurso de los asesores de Balcarce
50, que “llegaron tarde” con su intento de corrección. La comunicación busca de
manera obvia instalar al gobierno argentino mucho más cerca del británico de lo
que estuvieron las anteriores gestiones, incluso de lo que quieren los
políticos del PRO, quienes saben de la sensibilidad nacional frente a la problemática
de la recuperación efectiva de la soberanía que los argentinos tienen sobre las
Islas Malvinas y los demás archipiélagos usurpados por Londres.
Incluso, reinstala el memorándum
de 1989, recordado por la política de “paraguas”, anunciado por Carlos Menem
que, en su dificultoso inglés, planteó esconder la soberanía bajo una
“umbrella”; contradice las resoluciones de la ONU que instan a Londres a abrir
negociaciones sobre el tema, y despertaron sospechas entre la dirigencia
opositora sobre una “jugada” de Malcorra para tratar de evitar el veto del
Reino Unido a su candidatura a la ONU.
Las críticas surgieron, siempre
bajo reserva de anonimato, dentro del propio macrismo, teniendo en cuenta que
las áreas oficiales no diplomáticas involucradas en un tema de estas
características, como Asuntos Estratégicos, Legal y Técnica o Energía y
Minería, no fueron consultadas por Cancillería para la elaboración del paper
leído de apuro en el Centro Cultural Kirchner, más allá de que la lógica de
relacionamiento internacional de las autoridades nacionales pasa, precisamente,
por “facilitar” cualquier tipo de desembarco transnacional sobre los bienes
naturales comunes del país, a los que consideran meros “recursos naturales”
transables.
El párrafo referido al “fortalecimiento
de la relación bilateral y la búsqueda de soluciones de los problemas globales
dentro de los marcos multilaterales que correspondan”;, se relaciona con las
precisiones de Malcorra al diario británico The Guardian un mes atrás, en plena
campaña por su candidatura cuando, además de adelantar la intención de ampliar
los vuelos desde y hacia las Islas, expresó su anuencia a generar “un joint
ventures argentino-británico de exploración de petróleo alrededor de las islas
Malvinas”. En realidad, ese tipo de alianza estratégica es utilizada por
empresas, e incluso por estructuras gubernamentales, para ampliar espacios para
sus negocios y ampliar mercados, no siempre de manera equitativa sino en
beneficio del protagonista de más peso.
En el caso malvinero, la
supuesta ”articulación de empresas”, le abriría a Gran Bretaña la posibilidad
de la explotación hidrocarburífera alrededor de Malvinas, Georgias del Sur,
Sandwich del Sur y de los espacios marítimos argentinos circundantes.
El tema amplía las grietas en
las relaciones del oficialismo con la oposición, además de constituir uno de
los ejes capaces de nuclear rechazos contra el Ejecutivo nacional, por encima
de las diferencias de distinto tipo que el oficialismo riega con paciencia, con
los ojos puestos en las elecciones del año próximo. Hasta el senador radical
Julio Cleto Cobos, titular de la Comisión de Relaciones Exteriores de la cámara
Alta, apoyó el reclamo iniciado por el senador chubutense del FpV-PJ, Juan
Mario Pais, respaldado de sus colegas Juan Manuel Abal Medina, Marcelo Fuentes
y Ruperto Godoy, para que Malcorra comparezca ante la misma para aclarar las
intenciones del “acuerdo”, los radicales se sumaron a la exigencia y hasta la
Mesa Nacional de la CC-ARI de Elisa Carrió expresó su preocupación por el
acuerdo.
Todo lo contrario a lo que
deseaba Macri en su primera participación ante la Asamblea General de la ONU, a
la que llegó atajándose con un “hay que bajar las ansiedades”; y asegurando que
“no hay ningún acuerdo”.
La normativa vigente en la
materia, en especial la ley 26.659, de la que es autor Fernando Pino Solanas,
prohíbe desarrollar actividades hidrocarburíferas sin autorización nacional en
la Plataforma Continental Argentina y expresa cuáles son las condiciones para
la exploración y explotación. A juicio de los críticos de la iniciativa de la
canciller el Gobierno no podría avanzar en estas conversaciones, ya que
acciones de esas características implicarían “un reconocimiento de facto de
derechos británicos sobre el territorio argentino”.
El presidente de Parlasur y ex
canciller argentino, Jorge Taiana, consideró que, con esas condiciones el
actual gobierno aceptó la decisión británica de “desmontar las medidas legales
que ha venido aplicando nuestro país para resguardar sus derechos y sus
recursos naturales no renovables por tratarse, además, de acciones expresamente
prohibidas por las Naciones Unidas” y constituiría el primer paso del Reino
Unido para avanzar sobre “una agenda que aspira a superar los logros que obtuvo
la Argentina en años recientes”.
Tampoco se privó de calificar de
“papelón” el minué de afirmaciones, desmentidos e insistencias presidenciales
entre Macri y Malcorra, a partir del “breve intercambio con Theresa May”, tras
el cual el presidente argentino “ha salido a decir que eso es conversar sobre
soberanía”.
Yes, Mr Obama
Con las visitas de Barack Obama
a Buenos Aires en marzo, y la de su secretario de Estado, John Kerry, en el mes
de agosto, la administración Macri buscó mostrar una supuesta “reinserción en
el mundo” del país, contra lo que considera el “aislamiento” kirchnerista, que
dio prioridad a relaciones independientes con Latinoamérica y el Caribe, los
BRIC´s, Rusia, China y organizaciones regionales como UNASUR, CELAC y un
Mercosur con Venezuela como miembro de pleno derecho.
A pedido de Francia y Estados
Unidos, Argentina se comprometió a recibir 3000 refugiados provenientes de
Siria, en lo que pareciera constituir otro de los puntos de la “campaña
Malcorra”, que hasta logró incluir en el acuerdo anunciado en el CCK que
Londres elogie la decisión de establecer ese “programa” en el marco de la “Crisis
de los Refugiados”;. Nadie da cuenta de la forma en que se calculó esa cantidad
de refugiados, un número que, para un tema con connotaciones políticas, migratorias,
económicas, de seguridad y, en particular, de inteligencia, es elevado. Otra
vez la sobreactuación del equipo Malcorra, genera rispideces en otras áreas del
Ejecutivo, e incluso de la Cancillería.
Dibujos de niños refugiados sirios
De apuro, sobre todo ante la
llegada de Kerry, distintos despachos del Ministerio de Relaciones Exteriores
desempolvaron propuestas y planes de trabajo de la gestión anterior
relacionados con potenciales refugiados sirios y con los desplazados sirios en
Líbano. Finalmente, la canciller logró que el tema fuese uno de los puntos
principales de la rueda de prensa brindada junto al secretario de Estado de
EEUU, una foto que le garantiza instalación en los principales medios de prensa
del mundo, que siguen con preocupación el desplazamiento de millones de
personas desde las zonas de crisis.
Los principales funcionarios
migratorios argentinos, manifestaron su preocupación por la selección de los
refugiados y por la forma en que se hace “inteligencia” sobre ellos, una tarea
para la que el país carece de la preparación y los recursos suficientes, como
quedó demostrado con los errores, anuncios y desmentidas a que se vio obligada
la cúpula del Ministerio de Seguridad, que primero creyó detener a un
“terrorista” libanés, que en realidad era libio y no era “terrorista”, y pocos
días después se vio obligada a otra desmentida tras alertar sobre la presencia
del Estado Islámico en el país, que en realidad no era real.
Fuentes que participaron de
alguna de las reuniones vinculadas con el “Programa Siria” -en realidad
establecido desde el 14 de octubre de 2014 por el gobierno de Cristina
Kirchner-, apuntan que los informes de las autoridades de Migración
contabilizan 1500 sirios llegados al país desde aquel momento; la idea de la
conducción política de la diplomacia es “descontar” esa cifra de los 3000
comprometidos ante Obama y Kerry. Por otra parte, los responsables de las
autorizaciones migratorias, tienen datos sobre decenas de esos refugiados que
en los últimos meses salieron y regresaron al país más de una vez, lo que
genera su preocupación, ya que quieren evitar “comerse” cualquier acción
delictiva cometida por alguno de ellos.
Presidente guionado
Un gobierno gestual como el de
Mauricio Macri y Jaime Rolando Durán Barba, se apoya una y otra vez en su
propio relato, sin buscar anclajes reales que lo sustenten. Pura tecnología
comunicacional, sobre un proceso de toma de decisiones definido por los
intereses de los grupos más concentrados de la economía sentados de modo
directo en el gabinete argentino.
El plano internacional es un
territorio más complicado que el de las visitas programadas a determinadas
casas de familia, que hasta lo llevan a “pedir el baño a una vecina”, siempre
mencionando el nombre de la elegida o el designado por el libreto de su equipo.
No alcanzan los espejitos de colores que, en realidad, son la prenda que el
capital transnacional y Estados Unidos como potencia regional pretende entregar
a cambio de que el país cumpla sus condiciones, económicas y geopolíticas.
En ese exacto resquicio se
intersecan Susana Malcorra y Mauricio Macri. Sus posibilidades dependen de un
juego que la rosarina tiene cubierto por el lado de Washington pero que no
controla en el espacio de los otros cuatro miembros permanentes del Consejo de
Seguridad: Gran Bretaña, China, Rusia y Francia, cualquiera de los cuales, con
su solo veto, la saca de carrera y deja al mandatario sin premio y sin focos
internacionales. Muchos de los anuncios internacionales de la Cancillería
parecen responder a un plan de granjear simpatías hacia su jefa o, al menos, de
evitar enojos que conduzcan al veto de los “cinco grandes” de la ONU.
La situación se complica más
para la dama, si se tiene en cuenta que en sus oficinas reposan los pedidos de
exhorto girados por el juez Sebastián Casanello, quien investiga las
irregularidades financieras del mandatario argentino destapada por los Panamá
Papers, convertidos en “Macri Papers” a partir de la existencia de cuentas y
compañías offshore, supuestamente en vigencia durante el ejercicio de sus
funciones públicas y no declaradas.
El cajoneo o la desidia en la
tramitación de esos trámites constituiría un nuevo mal precedente en una foja
de servicios ya cuestionada en el seno del organismo multilateral, en
particular a partir de las acusaciones en su contra por supuesto encubrimiento
de violaciones de niños en África, cometidos por tropas francesas de los
“cuerpos de paz” de la ONU, documentadas por UNICEF. La denuncia fue formulada
por el director de las Operaciones de Campo del organismo, Anders Kompass,
veterano luchador sueco de los derechos humanos, que debió renunciar al cargo
tras filtrar el caso a las autoridades del Gobierno de François Hollande y ser
acusado de no cumplir con los “protocolos” de la institución.
Dominó
A esta altura, la suerte de
Malcorra es incierta. Lo único seguro es que el primer aniversario de Macri en
la Rosada encontrará al Palacio San Martín en nuevas manos…, por ascenso o por
eyección.
El tema, que no le quita el
sueño al Presidente, tendrá sin embargo sus consecuencias; este como cualquier
gobierno, puede sufrir un remezón fuerte ante la salida de uno de los miembros
del gabinete nacional. Más allá de las ganas de algún ministro de sentarse en
el sillón que supieron ocupar Domingo Cavallo en 1989 o Torcuato Di Tella y sus
“Historias de Winnie The Pooh” para los kelpers, la baja de la canciller puede
empujar una verdadera “corrida” en el equipo de gobierno.
También puede ser el espacio
necesario para convertir una baja forzada en la limpieza de las fichas
averiadas del Ejecutivo. Patricia Bullrich tiene todos los boletos para zarpar
pronto del Ministerio de Seguridad, una función a la que fue convocada sin
anteceddominoentes que la avalasen, como quedó demostrado una y otra vez desde
su asunción misma, a través de errores, furcios y de un afán de exhibición
impropio de la prudencia y las certezas que exige un tema como el que tiene a
cargo.
Juan José Aranguren, Ministro de
Energía y Minería, solo se sostiene en
función del empecinamiento de Macri, tras el desastre que generaron sus
decisiones tarifarias que pusieron al país al borde del desastre y arrimaron
las protesta contra el Gobierno hasta los barrios que diez meses atrás lo
habían votado. El incumplimiento del Código de Ética en la Función Pública y la
incompatibilidad entre su pertenencia a Shell hasta hace poco más de un año y
por ser propietario de millones de pesos en acciones de la compañía a la que
debe regular, lo ponen también en la línea de partida al cumplirse el primer
aniversario de la instalación del gobierno de las corporaciones en la Casa
Rosada.
*Sociólogo y periodista
argentino. Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico
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