Para Alianza País (AP),
el partido de gobierno, el desafío electoral tiene sus particularidades: Rafael
Correa ya no podrá ser candidato y su indiscutible liderazgo es irrepetible; se
discute entre la candidatura del exvicepresidente Lenin Moreno o la del actual
vicepresidente Jorge Glas (las encuestas dan ventaja a Moreno).
Juan J. Paz y Miño Cepeda / NODAL
El 19 de febrero de
2017 se realizarán las elecciones generales en Ecuador para presidente y
vicepresidente (binomio), 137 asambleístas y 5 parlamentarios andinos. De ser
necesaria, la segunda vuelta presidencial sería el 2 de abril. Este balotaje
ocurriría si el binomio triunfante no obtiene al menos el 50% de la votación o
si, habiendo obtenido al menos el 40%, no supera a su inmediato seguidor en 10
puntos.
Para esta ocasión, han
sido habilitados 70 partidos y movimientos políticos que pueden postular
candidatos hasta noviembre, cuando se cierre el registro electoral. En ese
“multipartidismo” se confunden empresas electorales, clubes de caciques locales
o regionales, agrupaciones personalistas, organizaciones electoreras,
movimientos coyunturales y “partidos”, con múltiples intereses.
Pero es el régimen
presidencial del país el que despierta los ánimos más candentes de disputa
política, y hasta hoy es posible definir varias macrotendencias. En la derecha
tradicional hay dos sectores: uno, el Movimiento Creando Oportunidades (CREO),
cuyo candidato es el exbanquero guayaquileño Guillermo Lasso; y otro, el
Partido Social Cristiano-Madera de Guerrero (PSC-MG), con su candidata Cynthia
Viteri, respaldada, además, por Jaime Nebot, actual alcalde de Guayaquil y
figura histórica del PSC, un partido más costeño que serrano y que representa
fundamentalmente los intereses de las élites económicas de esa ciudad.
El PSC-MG forma parte
de la llamada “Unidad”, que agrupa a figuras políticas y “partidos”, entre los
que destacan Avanza, liderado por Ramiro González, el Movimiento Juntos Podemos
que patrocina a Paúl Carrasco, actual prefecto del Azuay, y SUMA (Sociedad
Unida Más Acción), una fuerza política identificada con Mauricio Rodas, actual
alcalde de Quito. En esa Unidad, el peso lo tiene Viteri y es muy dudoso que su
candidatura ceda a favor de las otras figuras que carecen, por sí solas, de
posibilidades de éxito presidencial. Queda descartada cualquier modificación de
la candidatura de Lasso, por lo cual la derecha irá dividida a las elecciones.
Otra macrotendencia
está en el Acuerdo Nacional por el Cambio (ANC), que integra a viejos partidos
marxistas, izquierdas “críticas”, líderes de los fraccionados y débiles
movimientos indígenas y de los trabajadores, y otros sectores afines. Un
pluripartidismo que supone ser la alternativa radical frente al gobierno, al
que consideran de “derecha”. Es probable que aquí se produzca otra división, si
la revivida Izquierda Democrática (ID) postula como candidato presidencial al
general Paco Moncayo, actual coordinador de la ANC. Además de estas
macrotendencias han aparecido otros precandidatos presidenciales sin
significación alguna.
Pero a todos, de
derecha o de izquierda, les une una consigna: acabar con el “correísmo”. Para
las candidaturas de CREO y PSC/MG eso significa, ante todo, deshacerse del
modelo “estatista” para reimplantar el modelo empresarial inspirado en el
neoliberalismo. Y a nivel económico, no hay ninguna diferencia entre las
candidaturas de Viteri o de Lasso, por lo que con cualquiera vendría la
restauración conservadora, que seguirá un camino similar a lo que acontece en
Argentina y Brasil. Para las candidaturas del ANC, acabar con el “correísmo”
significará lograr el triunfo de la “verdadera” izquierda e impulsar un
programa de gobierno “auténticamente popular”. Ninguno de sus precandidatos ni
figuras políticas tiene peso electoral presidencial, por lo que apuntarán, ante
todo, a obtener espacios en la Asamblea.
Para Alianza País (AP),
el partido de gobierno, el desafío electoral tiene sus particularidades: Rafael
Correa ya no podrá ser candidato y su indiscutible liderazgo es irrepetible; se
discute entre la candidatura del exvicepresidente Lenin Moreno o la del actual
vicepresidente Jorge Glas (las encuestas dan ventaja a Moreno). Si bien hay
confianza en el triunfo por los logros sociales de una década y ante una
oposición multidividida, la progresiva recesión económica desde 2015 acumula
desengaños, sobre los que a diario actúan importantes medios de comunicación
privados que obran como oposición política; ciertas contradicciones y errores
del gobierno generan desilusiones entre antiguos seguidores; y hay un contexto
de fuerzas internacionales interesadas en dar fin a los gobiernos progresistas,
democráticos y de nueva izquierda en América Latina.
Suponiendo que AP no
triunfe en la primera vuelta, el balotaje acumulará sectores políticos contra
el “correísmo” y, además, con opciones de triunfo. Y si triunfa AP en la
presidencia, pero pierde la mayoría que hoy tiene en la Asamblea, entonces
seguramente revivirá la “pugna de poderes”, cuyo futuro nadie puede ver sin
riesgos. Así es que la continuidad del proyecto político de AP dependerá, más
que de sus opositores, de lo que el partido y el gobierno hagan en los próximos
meses del fin del mandato del presidente Rafael Correa (2007-2017).
* Ecuatoriano. Doctor en Historia. Profesor de la PUCE
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