La Revolución cubana
cumplirá sesenta años el 2019, pero sus enemigos -también sus amigos- no
terminan de entenderla; no han comprendido ni su naturaleza ni su esencia. Cuba
no es un país donde la Revolución se hizo por decreto o por capricho de algún
puñado de iluminados, si así hubiera sido, hace mucho tiempo que hubiera impresionado.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
Raúl Castro en la Cumbre del MNOAL. |
Escuchar hablar a Raúl
Castro en la XVII Cumbre del Movimiento de Países No Alineados (MNOAL) es
volver a escuchar las ideas libertarias, independentistas, internacionalistas y
socialistas que defiende Cuba desde el triunfo de su Revolución en 1959. Se
engañan quienes creen que la nación caribeña ha cambiado, a propósito de la
normalización de las relaciones diplomáticas con Estados Unidos, iniciado el 17
de diciembre de 2014.
Todo empezó cuando el
2006 por razones de salud Fidel delegó sus responsabilidades al frente de Cuba
a su hermano Raúl, entonces los ilusos que llevaban varias décadas
pronosticando la inminente caída de la Revolución, creían que esta vez sí sería
de verdad; que esta vez su mismo hermano se encargaría de encabezar la
“perestroika y la glasnost” al estilo cubano. Fueron varios meses en los que se
desató una enorme bacanal ideológica en los medios comerciales del imperio.
Presentaban a Fidel
como el ortodoxo y duro; él era el triste y sombrío pasado de Cuba, mientras
que Raúl era calificado de reformista, práctico y flexible; él era la esperanza
de la Isla. El imperio ducho en mentir y en dividir -según las investigaciones
de sus servicios secretos-, aseguraba que habría desavenencias entre ambos.
Había llegado la hora añorada.
Incluso, muchos que
decían ser de “izquierda”, simpatizantes y admiradores de la Revolución cubana,
pero desinformados (a estos Fidel les diría: "No les pedimos que crean,
les pedimos que lean”), lamentaban los cambios anunciados por la prensa
comercial, creyendo que el capitalismo llegaba a la mayor de las Antillas. Raúl
Castro nunca había anunciado nada de eso.
Dos años después (el
2008), en una histórica sesión, la Asamblea Nacional de Cuba lo eligió como
sucesor de Fidel en la presidencia del país. Sus palabras fueron: "Asumo
la responsabilidad que se me encomienda con la convicción de que, como he
afirmado muchas veces, el Comandante en Jefe de la Revolución cubana es uno
solo. Fidel es Fidel, todos lo sabemos bien." Y para que no les quedara
ninguna duda a quienes creían que con Raúl la Revolución tendría otro rumbo
-distanciándose de las directrices de Fidel-, el nuevo Presidente de Cuba, lo
expresó con prestancia: "Solicito en esta Asamblea, como órgano supremo
del poder en el Estado, que las decisiones de especial trascendencia para el
futuro de la nación, sobre todo las vinculadas con la defensa, la política
exterior y el desarrollo económico del país, me permita continuar
consultándolas al líder de la Revolución, el compañero Fidel Castro Ruz."
La Revolución cubana
cumplirá sesenta años el 2019, pero sus enemigos -también sus amigos- no
terminan de entenderla; no han comprendido ni su naturaleza ni su esencia. Cuba
no es un país donde la Revolución se hizo por decreto o por capricho de algún
puñado de iluminados, si así hubiera sido, hace mucho tiempo que hubiera
implosionado. Como lo ha dicho Fidel muchas veces, en Cuba, la Revolución la
forjó el pueblo en auténtica y heroica lucha. Por eso es un pueblo identificado
totalmente con su patria; ama y defiende lo que ha conquistado; es una nación
llena de dignidad y de coraje. De lo contrario, ¿cómo habría resistido por más
de cincuenta años el criminal bloqueo comercial, económico y financiero
impuesto salvajemente por Washington?
La pasada semana en
Isla Margarita, Raúl en su discurso no se guardó nada, y le dijo al mundo que
Cuba “reafirma su incondicional respaldo al gobierno y pueblo venezolanos”; que
rechaza “enérgicamente el golpe de Estado parlamentario-judicial en Brasil
contra la presidenta Dilma Rousseff”; que “la hermana Colombia tendrá todo el
apoyo de Cuba para avanzar en el difícil camino de la implementación del
Acuerdo y la consolidación de la Paz justa y duradera que merece su pueblo”;
que confía en que “el pueblo de la República Árabe Siria será capaz de resolver
sus diferencias por sí mismo, sin injerencias externas dirigidas a promover un
cambio de régimen”; que es inaceptable “que todavía el pueblo palestino
continúe siendo víctima de la ocupación y la violencia, y que la potencia
ocupante siga impidiendo la creación de un Estado palestino independiente con
Jerusalén Oriental como su capital”; que se requiere la acción de la comunidad
internacional porque “todos los intentos de garantizar la autodeterminación del
sufrido pueblo saharaui se han frustrado”; que es solidaria “con la histórica
demanda del pueblo puertorriqueño en pro de su autodeterminación e
independencia”; que respalda al “reclamo de la República Argentina sobre las
islas Malvinas, Sandwich del Sur y Georgias del Sur.” Esa es la voz de Cuba en
el concierto internacional de las naciones, ¿qué otro país o gobierno tiene
autoridad histórica y moral para habar así?
En ese escenario Raúl
ratificó la naturaleza de la Revolución cubana: “Ratificamos la voluntad de
sostener relaciones de convivencia civilizada con Estados Unidos, pero Cuba no
va a renunciar a uno solo de sus principios, ni a realizar concesiones
inherentes a su soberanía e independencia. No va a ceder en la defensa de sus
ideales revolucionarios y antiimperialistas, ni en el apoyo a la autodeterminación
de los pueblos.”
1 comentario:
Esclarecedor artículo del compañero. Porque CUBA VA. Agradecemos a los compañeros de AUNA por darlo a conocer y hacérnoslo llegar. Abrazo Fraterno Lidia Donnini ( Mesa Internacionalista)
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