Los actores centrales del pensamiento
emancipador latinoamericano han
interpretado el mundo desde una visión no occidental (latinoamericana o
caribeña). Su contribución se ha comprobado con sus acciones políticas. Así,
han logrado generar un nuevo proyecto de nación, o si se prefiere, consiguieron
la emancipación mental de su sociedad, pero también la emancipación social en
su realidad nacional o regional.
Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América
El pensamiento emancipador en América
Latina y el Caribe es la expresión de determinados actores políticos que buscan
darle forma a un proyecto de nación. Para ello, el proceso de formación del
pensamiento emancipador se va a integrando con los discursos, testimonios,
proclamas, ensayos y libros que van generando dichos actores. De esa manera,
dicho pensamiento va a ser la armazón teórica de sus protagonistas que a través
de sus ideas van a servir de guía para hacer frente a las formas de dominación.
En un primer momento el pensamiento emancipador ubicó como su adversario
principal al colonialismo español,
francés, británico u holandés. En un
segundo momento la lucha por la emancipación se orientó por erradicar la
opresión interna de los sectores oligárquicos y sus aliados internos y
externos. En la tercera fase, ese mismo pensamiento emancipador comenzó desde
los primeros años del siglo XX y se prolongó hasta una centuria después.
Identificó la hegemonía del imperialismo norteamericano y sus aliados mundiales
(imperialismo británico o de otra
potencia occidental como los adversarios principales).
Así, el pensamiento emancipador
emergió como una serie de ideas originales en la región latinoamericana y
caribeña. En contraste, el pensamiento crítico, alternativo y periférico es una
respuesta a un nuevo contexto de dominación.[1] Esencialmente, el pensamiento crítico y el alternativo,
señala Hugo Biagini, “irrumpe en
respuesta a la globalización neoliberal, enarbolada como una modalidad
irreversible por los estratos dominantes y hasta por posturas claramente
progresistas”.[2] El filósofo argentino añade para el caso del pensamiento alternativo
que: “Más allá de los auges y recortes temporales, para Arturo Andrés Roig el
pensamiento alternativo se halla, por una parte, estrechamente ligado con la
existencia humana, a través de cuestiones de tanta relevancia como el derecho a
la utopía y a la esperanza”.[3] Así, el
pensamiento crítico y el alternativo en gran medida pueden ser considerados
como una práxis teórica. Esto
es, pensar la realidad críticamente.
Semejante como a lo que postuló Carlos Marx desde una visión del pensamiento
revolucionario occidental. El filósofo alemán proponía en la onceava tesis
sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de
diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.[4]
De esta manera los actores centrales
del pensamiento emancipador latinoamericano
han interpretado el mundo desde una visión no occidental
(latinoamericana o caribeña). Su contribución se ha comprobado con sus acciones
políticas. Así, han logrado generar un nuevo proyecto de nación, o si se
prefiere, consiguieron la emancipación mental de su sociedad, pero también la
emancipación social en su realidad nacional o regional.
Diversos han sido los actores de este
proceso revolucionario en el orden de gestar un pensamiento plenamente
emancipador. En la historia latinoamericana destacan tanto por sus proyectos e
ideas puestas en práctica, por ejemplo, los primeros libertadores de nuestra
América. Simón Bolívar en su “Juramento en el Monte Sacro”, se adhirió a
un proyecto que cumplió a cabalidad. El
15 de agosto de 1805 en Roma, el joven Bolívar sostenía frente a su maestro
Simón Rodríguez: “¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro
por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi
brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por
voluntad del poder español!”.
Ciento
cincuenta y cinco años después, el 2 de
septiembre de 1960, otro actor central del proceso emancipador latinoamericano
y caribeño, proclamó la Primera Declaración de La Habana. Documento y
testimonio de ese pensamiento al
establecer el derecho de emancipación de los oprimidos para decidir y alcanzar
las plenas reivindicaciones políticas, sociales y económicas del pueblo cubano
y de los pueblos del mundo para su definitiva liberación.[5]
Hace 56 años Fidel Castro, el principal líder de la Revolución Cubana reunido con un millón
de personas en la Plaza de la Revolución pronunció aquellas palabras, con las
que: “En nombre propio y recogiendo el sentir de los pueblos de nuestra
América, la asamblea general nacional de pueblo de Cuba”, asumió tomar nueve
acuerdos, entre los que destacaron: “Primero:
condena en todos sus términos la denominada Declaración de San José de Costa
Rica, documento dictado por el imperialismo norteamericano, y atentatorio a la
autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos
del continente”. Asimismo, en el sexto
acuerdo de la Primera Declaración de La Habana se estableció la condena a la dominación de los pueblos oprimidos de
nuestra América y su derecho a la rebelión y por ende a su liberación. Así,
dicho acuerdo señaló:
El derecho de los campesinos a la
tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el derecho de los niños a la educación; el
derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria; el
derecho de los
jóvenes al trabajo; el
derecho de los
estudiantes a la enseñanza
libre, experimental y
científica; el derecho
de los negros
y los indios
a la ‘dignidad plena del hombre';
el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el derecho
del anciano a
una vejez segura;
el derecho de
los intelectuales, artistas
y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de
los Estados a la nacionalización de los
monopolios imperialistas, rescatando
así las riquezas
y recursos nacionales; el derecho
de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el derecho
de las naciones
a su plena
soberanía; el derecho de
los pueblos a
convertir sus fortalezas militares
en escuelas, y
a armar a
sus obreros, a
sus campesinos, a sus
estudiantes, a sus
intelectuales, al negro,
al indio, a
la mujer, al
joven, al anciano,
a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos,
sus derechos y sus destinos.[6]
En ese pensamiento latinoamericano y caribeño han figurado a lo largo de la historia diversos actores
políticos. Sus nombres son diversos en tiempos y lugares, pero a manera de
ejemplo podemos mencionar por su obras, ensayos, proclamas y manifiestos, así como en su correspondiente
quehacer revolucionario a hombres y mujeres de la talla de Simón Bolívar,
Benito Juárez, José Martí, Augusto C. Sandino, Pedro Albizu Campos, Juan
Bosch, Omar Torrijos, Hugo Chávez y
Rigoberta Menchú entre otras grandes
figuras del pensamiento emancipador latinoamericano.
[1] Cf.: Eduardo Devés, “Pensamiento
periférico”, en Hugo Biagini y Arturo A. Roig,
Diccionario del pensamiento alternativo, Buenos
Aires, Biblos, 2009, pp. 400-401.
[5] La Primera Declaración de La Habana,
se aprobó el 2 de septiembre de 1960,
como respuesta del Gobierno emanado del triunfo de la Revolución Cubana y
pronunciada por el Comandante Fidel Castro, en respuesta a la Séptima
Reunión de Consulta de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrado el 2 de agosto de aquel año en San José,
Costa Rica.
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