sábado, 10 de septiembre de 2016

Pensamiento emancipador

Los actores centrales del pensamiento emancipador latinoamericano  han interpretado el mundo desde una visión no occidental (latinoamericana o caribeña). Su contribución se ha comprobado con sus acciones políticas. Así, han logrado generar un nuevo proyecto de nación, o si se prefiere, consiguieron la emancipación mental de su sociedad, pero también la emancipación social en su realidad nacional o regional.

Adalberto Santana / Especial para Con Nuestra América

El pensamiento emancipador en América Latina y el Caribe es la expresión de determinados actores políticos que buscan darle forma a un proyecto de nación. Para ello, el proceso de formación del pensamiento emancipador se va a integrando con los discursos, testimonios, proclamas, ensayos y libros que van generando dichos actores. De esa manera, dicho pensamiento va a ser la armazón teórica de sus protagonistas que a través de sus ideas van a servir de guía para hacer frente a las formas de dominación. En un primer momento el pensamiento emancipador ubicó como su adversario principal  al colonialismo español, francés, británico u holandés. En  un segundo momento la lucha por la emancipación se orientó por erradicar la opresión interna de los sectores oligárquicos y sus aliados internos y externos. En la tercera fase, ese mismo pensamiento emancipador comenzó desde los primeros años del siglo XX y se prolongó hasta una centuria después. Identificó la hegemonía del imperialismo norteamericano y sus aliados mundiales (imperialismo  británico o de otra potencia occidental como los adversarios principales).

Así, el pensamiento emancipador emergió como una serie de ideas originales en la región latinoamericana y caribeña. En contraste, el pensamiento crítico, alternativo y periférico es una respuesta a un nuevo contexto de dominación.[1] Esencialmente,  el pensamiento crítico y el alternativo, señala Hugo Biagini,   “irrumpe en respuesta a la globalización neoliberal, enarbolada como una modalidad irreversible por los estratos dominantes y hasta por posturas claramente progresistas”.[2] El filósofo argentino añade para el caso del pensamiento alternativo que: “Más allá de los auges y recortes temporales, para Arturo Andrés Roig el pensamiento alternativo se halla, por una parte, estrechamente ligado con la existencia humana, a través de cuestiones de tanta relevancia como el derecho a la utopía y a la esperanza”.[3]  Así, el pensamiento crítico y el alternativo en gran medida pueden ser considerados como una práxis teórica.  Esto es,  pensar la realidad críticamente. Semejante como a lo que postuló Carlos Marx desde una visión del pensamiento revolucionario occidental. El filósofo alemán proponía en la onceava tesis sobre Feuerbach: “Los filósofos no han hecho más que interpretar de diversos modos el mundo, pero de lo que se trata es de transformarlo”.[4]

De esta manera los actores centrales del pensamiento emancipador latinoamericano  han interpretado el mundo desde una visión no occidental (latinoamericana o caribeña). Su contribución se ha comprobado con sus acciones políticas. Así, han logrado generar un nuevo proyecto de nación, o si se prefiere, consiguieron la emancipación mental de su sociedad, pero también la emancipación social en su realidad nacional o regional.

Diversos han sido los actores de este proceso revolucionario en el orden de gestar un pensamiento plenamente emancipador. En la historia latinoamericana destacan tanto por sus proyectos e ideas puestas en práctica, por ejemplo, los primeros libertadores de nuestra América. Simón Bolívar en su “Juramento en el Monte Sacro”, se adhirió a un  proyecto que cumplió a cabalidad. El 15 de agosto de 1805 en Roma, el joven Bolívar sostenía frente a su maestro Simón Rodríguez: “¡Juro delante de usted; juro por el Dios de mis padres; juro por ellos; juro por mi honor, y juro por mi Patria, que no daré descanso a mi brazo, ni reposo a mi alma, hasta que haya roto las cadenas que nos oprimen por voluntad del poder español!”.

Ciento cincuenta y cinco años después, el  2 de septiembre de 1960, otro actor central del proceso emancipador latinoamericano y caribeño, proclamó la Primera Declaración de La Habana. Documento y testimonio de  ese pensamiento al establecer el derecho de emancipación de los oprimidos para decidir y alcanzar las plenas reivindicaciones políticas, sociales y económicas del pueblo cubano y de los pueblos del mundo para su definitiva liberación.[5]  Hace 56 años Fidel Castro, el principal líder  de la Revolución Cubana reunido con un millón de personas en la Plaza de la Revolución pronunció aquellas palabras, con las que: “En nombre propio y recogiendo el sentir de los pueblos de nuestra América, la asamblea general nacional de pueblo de Cuba”, asumió tomar nueve acuerdos, entre los que destacaron:  “Primero: condena en todos sus términos la denominada Declaración de San José de Costa Rica, documento dictado por el imperialismo norteamericano, y atentatorio a la autodeterminación nacional, la soberanía y la dignidad de los pueblos hermanos del continente”.  Asimismo, en el sexto acuerdo de la Primera Declaración de La Habana se estableció la condena  a la dominación de los pueblos oprimidos de nuestra América y su derecho a la rebelión y por ende a su liberación. Así, dicho acuerdo señaló:

El derecho de los campesinos a la tierra; el derecho del obrero al fruto de su trabajo; el  derecho de los niños a la educación; el derecho de los enfermos a la asistencia médica y hospitalaria;  el  derecho  de  los  jóvenes  al  trabajo; el  derecho  de  los  estudiantes  a  la enseñanza  libre,  experimental  y  científica;  el  derecho  de  los  negros  y  los  indios  a  la ‘dignidad plena del hombre'; el derecho de la mujer a la igualdad civil, social y política; el  derecho  del  anciano  a  una  vejez  segura;  el  derecho  de  los  intelectuales,  artistas  y científicos a luchar, con sus obras, por un mundo mejor; el derecho de los Estados a la nacionalización  de  los  monopolios  imperialistas,  rescatando  así  las  riquezas  y  recursos nacionales; el derecho de los países al comercio libre con todos los pueblos del mundo; el  derecho  de  las  naciones  a  su  plena  soberanía;  el derecho  de  los  pueblos  a  convertir sus  fortalezas  militares  en  escuelas,  y  a  armar  a  sus  obreros,  a  sus  campesinos,  a  sus estudiantes,  a  sus  intelectuales,  al  negro,  al  indio,  a  la  mujer,  al  joven,  al  anciano,  a todos los oprimidos y explotados, para que defiendan, por sí mismos, sus derechos y sus destinos.[6]

En ese pensamiento  latinoamericano y caribeño han figurado  a lo largo de la historia diversos actores políticos. Sus nombres son diversos en tiempos y lugares, pero a manera de ejemplo podemos mencionar por su obras, ensayos, proclamas y  manifiestos, así como en su correspondiente quehacer revolucionario a hombres y mujeres de la talla de Simón Bolívar, Benito Juárez, José Martí, Augusto C. Sandino, Pedro Albizu Campos, Juan Bosch,  Omar Torrijos, Hugo Chávez y Rigoberta Menchú entre otras  grandes figuras del pensamiento emancipador latinoamericano.




[1] Cf.: Eduardo Devés, “Pensamiento periférico”, en Hugo Biagini y Arturo A. Roig, Diccionario del pensamiento alternativo, Buenos Aires, Biblos, 2009,  pp. 400-401.
[2]  Hugo Biagini, “Pensamiento alternativo”, en ibid., p. 396.
[3] Ibid.
[4]  Carlos Marx, Obras completas, tomo II, Moscú, Editorial Progreso, 1971, p. 403.
[5] La Primera Declaración de La Habana, se aprobó el 2  de septiembre de 1960, como respuesta del Gobierno emanado del triunfo de la Revolución Cubana y pronunciada por el Comandante Fidel Castro, en respuesta a la Séptima Reunión de Consulta de Cancilleres de la Organización de Estados Americanos (OEA) celebrado el 2 de agosto de aquel año  en San José, Costa Rica.
[6] Fidel Castro, La Revolución Cubana 1953/1962, México, ERA, 1976, p. 243.

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