Estamos asistiendo
estos años a una envestida económica, mediática, cultural e ideológica brutal,
por parte del neoliberalismo contra los procesos políticos progresistas en
América Latina. No es que alguna vez la derecha se haya ido y que ahora esté de
regreso, no. Si observamos bien, la derecha nunca se ha ido, y nuca se irá por
voluntad propia.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
En el único país donde
la derecha no se fue, sino la echaron, fue en Cuba; porque en Cuba hubo una
revolución radical; hubo un cambio profundo del modelo económico. En el
socialismo cubano no tenían lugar los capitalistas, esos que siempre pusieron
el capital por encima del ser humano. La oligarquía batistiana huyó de la isla
y, creían que regresarían pronto; pensaban que los barbudos de la Sierra
Maestra no podrían gobernar el infierno que ellos estaban dejando;
menospreciaron las capacidades de los revolucionarios, creyendo que tarde o
temprano -por las buenas o las malas-, ellos retornarían a seguir administrando
el prostíbulo en que había convertido el país Fulgencio Batista. Pero se
equivocaron. Allá en Miami están delirando; son algunos octogenarios
batistianos, que cada vez que despiertan de sus pesadillas pegan sus alaridos.
Saben que a Cuba no volverán jamás, porque en Cuba se gestó una revolución
popular.
No podemos decir lo
mismo de otros procesos políticos progresistas de América Latina; en esos
países las oligarquías nativas en contubernio con el capital transnacional
nunca salieron, ni nunca fueron echados, ahí están; en algunos casos no son
gobierno, pero siguen teniendo poder. Y en los países donde han vuelto a ser
gobierno, como en Brasil y Argentina, lo hacen mostrando toda su fiereza desde
todos los poderes del Estado, contra los ninguneados y vilipendiados.
En estos tiempos, el
poder mediático en América Latina insiste en hacer creer la necesidad de más
Mercado y menos Estado. Es el mismo discurso de hace varias décadas, cuyas
políticas empobrecieron a nuestros pueblos y saquearon las riquezas de nuestras
naciones. Los políticos que ayer administraron el Estado para beneficiar a las
grandes empresas, hoy se presentan como la alternativa frente a los
“estatistas”. Son innombrables los políticos de derecha que otra vez quieren
atragantarse con los buenos negocios en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Costa
Rica, El Salvador, Colombia.
Pero no solo es la
prensa de aquí, también están los medios españoles que quieren dar cátedra de
democracia. ¿Qué tienen que objetar ellos a los gobiernos progresistas de
América Latina? ¿Quién le ha dado a la gran prensa española el status de
supervisora de las democracias en nuestra región? ¿Qué autoridad moral tiene
ese grupito de periodistas trasnochados de la televisión española para decir lo
que debe hacer y lo que no debe hacer Evo Morales, Rafael Correa o Nicolás
Maduro? No señores, nosotros ya no somos sus colonias; preocúpense por ustedes,
que no son pocos los problemas que tienen con su democracia, que ya lleva
produciendo cerca de cuatro millones de parados.
¿Por qué será que hoy
quienes siempre han hablado de libertad de prensa, no dicen nada cuando el
gobierno gendarme de Mauricio Macri deja por fuera a Telesur del paquete básico
de cablera en Argentina? Sencillamente porque la derecha viene desarrollando
una guerra ideológica y cultural en todo América Latina.
Lo que el gobierno de
Macri ha hecho contra Telesur es una muestra no sólo de que la derecha nunca ha
creído en la libertad de prensa -por eso la persigue y la censura-, sino que
siempre ha temido la confrontación de ideas. Tampoco acepta que nuestros
pueblos conozcan la historia, esa historia de explotación y saqueo a manos de
las oligarquías. Una vez más pretende que nuestros pueblos vuelvan a creer que
su destino dependerá de las migajas que caen de sus mesas.
Pero se equivoca,
porque los pueblos de América Latina han crecido en dignidad y han aprendido a
defender sus derechos.
Continuarán las grandes
arremetidas neoliberales de esa derecha bruta, pero también vendrán las grandes
resistencias de los pueblos que han decidido ser libres. Las luchas que se
libran hoy en las calles de Brasil, Argentina, Venezuela, Bolivia y Ecuador no
son luchas aisladas, en ellas radica la esperanza de nuevas derrotas del
neoliberalismo.
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