Hoy Dilma Rousseff no
está más en el gobierno, pero la derecha se equivoca si cree que ese pueblo,
que hoy está en las calles, olvidará sus fechorías. La derecha podrá tener todo
el dinero del mundo, pero no tiene al pueblo.
Ángel Bravo / Especial para Con Nuestra América
Un mar de gente se
moviliza estos días por las calles de Sao Paulo y la gran prensa se hace de la
vista gorda o mira para otro lado. Lo que se lee, oye y ve en los grandes
medios, es que Neymar casi se lesiona porque una “avalancha” de gente ingresó a
saludarlo n un entrenamiento ¡Pobrecito el menino! También recurren a publicar
cualquier disparate que se le ocurra decir a Pele, aquella gloria del fútbol,
que hoy cobra hasta por bostezar. Todo esto distrae y entretiene, especialmente
a quienes no viven en Brasil. Tal vez ni Neymar ni Pele sepan lo que está
pasando en su propio país, porque ellos, al igual que muchos famosos, viven en
otro mundo, y no les interesa ni entienden lo que es la democracia.
O Globo, el oligopolio
mediático brasileño, es el que decide lo que se publica y lo que se oculta; no
es posible que el mundo se entere que Michel Temer, el actual presidente
traidor, sea repudiado por el pueblo brasileño; quieren impedir que el mundo
sepa que hubo un golpe de Estado; no aceptan que la gente entienda que en este
capitalismo salvaje donde mandan los matones no es posible ser honrado; que el
poder financiero de la oligarquía facinerosa brasileña es capaz de acusar,
juzgar y condenar a una mujer como Dilma Rousseff, precisamente porque nunca
fue corrupta, ladrona y mentirosa como ellos. Es el precio que tiene que pagar
por ser honesta y por proyectar un gobierno con justicia social.
Lo ha dicho Dilma con
claridad en su reciente carta: “El golpe está en contra de los movimientos
sociales y sindicales y contra los que luchan por los derechos en todas sus
acepciones: el derecho al trabajo y la protección de las leyes laborales;
derecho a una jubilación justa; derecho a la vivienda y a la tierra; derecho a
la educación, la salud y la cultura; derecho de la juventud a protagonizar su
historia; derechos de los negros, los indígenas, la población LGBT, mujeres;
derecho a hablar sin ser reprimido.”
O Globo le quiere hacer
creer al mundo, que en Brasil reina la paz y la alegría, y que el fútbol sigue
siendo la mayor felicidad de nuestros hermanos brasileños. Ese oligopolio es el
ejemplo perfecto de lo que es una prensa vulgar e inmoral; y en toda América
Latina, sus compinches -todos miembros de la Sociedad Interamericana de Prensa
(SIP)-, repiten lo mismo. Hay que admitirlo, y eso sucede desde hace varios
lustros: en la Patria Grande, la verdad y la libertad de prensa han sido
secuestrados por esa concentración de medios.
Esa es la misma prensa
pedestre que hace pocos días, como si fueran papagayos repetían a los cuatro
vientos, la toma de Caracas y la caída inminente del gobierno bolivariano de
Nicolás Maduro; muchos publicistas -como Carlos Alberto Montaner y Andrés
Oppenheimer- se regodeaban anticipadamente del triunfo que tendrían el 01 de
setiembre. Perdieron. La SIP quiso ocultarlo, pero no pudo: el pueblo derrotó
el golpe de Estado que tenía preparado la oligarquía venezolana. No se
atrevieron a empujar a sus turbas hacia Caracas, porque temieron al pueblo, sí,
a ese pueblo chavista, al mismo que en 2002 devolvió a Hugo Chávez al poder.
Hoy Dilma Rousseff no
está más en el gobierno, pero la derecha se equivoca si cree que ese pueblo,
que hoy está en las calles, olvidará sus fechorías. La derecha podrá tener todo
el dinero del mundo, pero no tiene al pueblo.
Son emotivas, pero muy
ciertas y esperanzadoras las palabras de Dilma, mujer luchadora y valiente que
incluso se enfrentó a la dictadura militar: “Oigan bien: creen que nos ganaron,
pero están equivocados. Sé que todo el mundo va a luchar. Habrá contra ellos la
oposición más firme, incansable y llena de energía que un gobierno golpista
pueda tener.”
En todo esto no ha
dicho nada Barack Obama, el mismo que se llena la boca diciendo que el gobierno
de los Estados Unidos defiende la democracia, los derechos humanos y la
libertad; Washington también es cómplice de todos estos hechos.
O Globo y la SIP
entiéndanlo bien: “Esta historia no termina así. Estoy segura de que la
interrupción de este proceso por el golpe de Estado no es definitiva.
Volveremos. Para continuar nuestro viaje hacia un Brasil donde el pueblo es
soberano.”
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