Washington “ninguneó” a
nueve atrevidos cancilleres latinoamericanos, que pidieron revisar una política
estadunidense que afecta directamente a sus países. Fue un modo de decirles que
no se salgan del tiesto ‑‑y mucho menos en grupo‑‑ pues, como a la Cenicienta,
les toca hacer cola, uno a uno, en sus respectivas trastiendas.
Nils
Castro Herrera
Especial para Con Nuestra América
Enseguida, pero a través del portero, el rey puso en su
lugar a unos impertinentes, para que vuelvan hacer cola en la cocina.
En la conferencia de prensa diaria del Departamento de
Estado, el vocero John Kirby dijo que él recibió la carta que un grupo de
cancilleres latinoamericanos le envió a su colega estadunidense, y allí les dio
verbal respuesta. El Secretario de Estado, John Kerry, no se ocupó de hacerlo.
Con ello, la forma en que Washington contestó la misiva fue tan significativa
como lo anunciado en la conferencia.
Los ministros de relaciones exteriores de nueve naciones
del Continente ‑‑México, cinco países centroamericanos, Colombia, Ecuador y Perú—le
habían remitido dicha carta a su colega norteamericano el 29 de agosto,
solicitando revisar un aspecto de la política regional de Washington. Al
efecto, señalaron que esa política fomenta un flujo de migrantes cubanos que,
buscando llegar a Estados Unidos, entran en países de la región de modo
irregular, quedando en situaciones de vulnerabilidad.
Como se sabe, entre otros remanentes de la “guerra fría”
Estados Unidos aún estimula deserciones en Cuba por medio de la política de
“pies secos / pies mojados”, que concede residencia a cualquier cubano que pise
territorio norteamericano, pero devuelve a la isla a quienes intercepte en el
mar. Así desalienta el flujo de “balseros” y promueve que arriben por tierra;
esto es, por territorio de terceros países. A la vez, le impide entrar o
permanecer en Estados Unidos a los migrantes de las demás nacionalidades,
asignándole ese privilegio exclusivamente a los cubanos.
En su carta los cancilleres latinoamericanos indicaron que
esa política implica “un estímulo al flujo desordenado, irregular e inseguro”
de migrantes cubanos, y que revisarla permitiría “una solución definitiva para
asegurar una migración ordenada y regular en nuestra región”.
Atendiendo a la prensa, el vocero Kirby aseveró que en
Washington “estamos preocupados por la seguridad de todos los migrantes en la
región”, pero comentó que la migración ilegal involucra el riesgo de “colaborar
con el crimen organizado, incluidos los traficantes de personas”. Añadió que el
gobierno norteamericano alienta “a todos los países a respetar los derechos
humanos de los migrantes” y afirmó que Washington seguirá hablando de eso “con
los gobiernos de la región”.
No obstante, el vocero cerró el tema reiterando que “la
Ley de Ajuste Cubano sigue en pie y la política de “pies secos / pies mojados”
continúa siendo la política estadunidense en lo relativo a la migración
cubana”.
Aunque se aduce que
revisar dicha Ley de Ajuste correspondería al Congreso, cosa improbable en
tiempos electorales, la política de “pies secos / pies mojados” compete al
Ejecutivo, que la puede cambiar. Esto era bien sabido cuando los nueve
cancilleres escribieron su carta, aunque el secretario y el vocero del
Departamento de Estado, como la Casa Blanca, se den por ocupados en otros
asuntos.
La respuesta de Kerry era
previsible. Sin embargo, la forma de comunicarla ‑‑por boca de un funcionario
menor y a través de los noticiarios‑‑ fue innecesariamente desconsiderada. De
esa forma Washington “ninguneó” a nueve atrevidos cancilleres latinoamericanos,
que pidieron revisar una política estadunidense que afecta directamente a sus
países. Fue un modo de decirles que no se salgan del tiesto ‑‑y mucho menos en
grupo‑‑ pues, como a la Cenicienta, les toca hacer cola, uno a uno, en sus
respectivas trastiendas.
Aunque este es un grave
problema regional, la OEA ni se da por aludida. Tales son los costos de no
actuar a través de fuertes organismos y escenarios latinoamericanos y
caribeños.
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