A cuatro años de la
muerte de Hugo Chávez, y al observar lo que está sucediendo en nuestra región y
en el mundo, nos asalta una profunda inquietud por el futuro inmediato, ante
una serie de fenómenos que están desestabilizando a países y continentes
enteros.
Aram Aharonian / Rebelion
Las viejas formas
democráticas y republicanas no son asediadas por revoluciones marxistas sino
por “populismos derechistas” de corte ultranacionalista, que pone en riesgo
todo el proyecto globalizador y las formas democráticas occidentales que
parecían consolidar una “nueva lógica del capital” en este siglo.
Llegó el momento para
una profunda y dura reflexión, partiendo de que no se puede construir una
democracia sólida en Nuestra América sin la alfabetización política de la
población ni la organización de las bases populares; sin reformas
estructurales, constitucionales, que cambien la estructura electoral, que
terminen con una justicia corrupta y al servicio de los poderes fácticos, y sin
la democratización de la comunicación para que se acabe el monopolio de los
medios de comunicación, un factor decisivo en la disputa político-ideológica.
Y tampoco se puede
construir democracia, sin prestar la debida atención a un mundo que ha cambiado
radicalmente, con una democracia formal en crisis, que parece dirigirse hacia
plutocracias (refutación práctica del credo liberal), y donde la hegemonía del
capital financiero quita los recursos que podrían dirigirse hacia la generación
de bienes y de empleo, y hacia actividades productivas, para orientarlos,
desviarlos hacia actividades especulativas.
¡Qué falta hace hoy el
pensamiento, la acción, la creatividad de Chávez! ¡Qué vacío nos ha dejado!
Dos décadas atrás la
izquierda latinoamericana tenía ideas pero no tenía votos; ahora tiene votos y
pareciera que le faltan ideas. Hoy está a la defensiva: defiende la obra y no
habla de cambio ni de futuro, de lo que viene y cómo abordarlo. Sin bien el
discurso no pude ir dirigido a todos los públicos, la izquierda desdeña a las
clases medias e ignora que cuando los pobres dejan de ser pobres actúan como
clase media. Sin duda, ser gobierno desgasta.
Hoy se hace necesario
recrear una izquierda que no se base en la melancolía o la nostalgia. ¿Por qué
la izquierda no llega a la juventud y no la seduce? Porque le habla sólo del
desarrollo y no de la felicidad humana; le habla de las conquistas sociales
pero no le da esperanza, sin darse cuenta incluso, que gracias a sus políticas
inclusivas ha surgido un nuevo proletariado, de base universitaria. No se puede
repetir el mismo libreto de hace 40 años, porque así es imposible llegar a los
jóvenes. No basta con justicia social, ¿y el futuro?
La derecha casi siempre
aparece unida con la ventaja que los programas están hechos por el poder
fáctico. La izquierda sigue desunida, perdió la comunicación y entonces no hay
una lucha común contra el enemigo común. Con la “locomotora” de Hugo Chávez
había una coordinación informal-formal al menos de los gobernantes: ahora cada
cual está por la suya... y en desbandada.
Hace cuatro años nacía el mito
Dolor. Inmenso dolor de
todo un pueblo desolado en las calles. ¿Quién, chavista o escuálido
(antichavista) podía imaginarse hace cuatro años a Venezuela sin Chávez, a
Latinoamérica sin él? Pero, como decía Alí Primera, el cantautor revolucionario
venezolano, a los que mueren por la vida no pueden llamarse muertos.
Hugo Chávez, la
locomotora que impulsó la construcción diaria de la Patria Grande, la de los
pueblos, deja una nación huérfana. Perdón, deja una patria huérfana. La era
está pariendo un corazón, no puede más, se muere de dolor…”, diría Silvio
Rodríguez.
Catorce años que
transformaron Venezuela pero también Nuestramérica, Lapobre. Primero,
considerando que nuestras grandes mayorías, los invisibilizados por las elites
y los medios hegemónicos, no solo eran objeto sino que se transformaron en
sujetos de política. La vida digna para todos
Atreviéndose a hacer lo
que muchos consideraban (o creíamos) imposibles, como enfrentarse al
imperialismo, o romper con las buenas costumbres de la democracia formal y
liberal, institucional y declamativa, entendiendo que había que empoderar a los
pobres, dándoles acceso a la educación, vivienda, salud, para todos.
Comprendiendo que había
que pasar de la etapa de más de 500 años de resistencia a una etapa de
construcción de naciones soberanas, de una verdadera democracia participativa,
de construcción de poder popular, mediante una revolución por medios pacíficos,
avanzando hacia integración y unidad de nuestros pueblos –y no de nuestro
comercio-, mediante la complementación, la cooperación y la solidaridad, lejos
de los dictados del Consenso de Washington.
Hugo Chávez simbolizó
la emergencia del pensamiento regional emancipatorio del cambio de época, con
críticas anticapitalistas de cuño marxista, con una concepción humanista. Y
rescató la “sepultada” idea de socialismo como horizonte utópico
Del “ALCa-rajo”
marplatense –junto a sus “socios” Néstor Kirchner y Lula da Silva- que enterró
la pretensión libre comercial estadounidense, al pensamiento boliviariano que
da sustento a lo que denominó Socialismo del Siglo XXI. Entendió bien lo que
decía Simón Rodríguez, el maestro de Bolívar: Es necesario crearse un símbolo
ideológico propio. Y Chávez lo pensó basado en un Estado eficaz, que regule,
impulse, promueva, el proceso económico; la necesidad de un mercado, pero que
sea sano y no monopolizado ni oligopolizado y, el hombre, el ser humano.
En su propuesta de
ruptura con el capitalismo hegemónico, aparece un modelo humanista con bases
marxistas y esto responde a la pretensión y necesidad de construcción de un
modelo ideológico propio, de verse con ojos venezolanos y latinoamericanos.
“La democracia (formal)
es como un mango, si estuviese verde hubiese madurado. Pero está podrida y lo
que hay que hacer es tomarlo como semilla, que tiene el germen de la vida,
sembrarla y entonces abonarla para que crezca una nueva planta y una nueva
situación, en una Venezuela distinta”, solía decir.
Y puso en marcha su
revolución pacífica hacia el socialismo, camino que trazó desde Porto Alegre,
en uno de los Foros Sociales en los que participó, junto a los movimientos
sociales.
Hace cuatro años murió
Hugo Chávez, el hombre que cambió el rumbo de Venezuela y América latina, a
quien le bastó con pronunciar dos palabras en 1992 para entrar la historia de
Venezuela y convertirse en un nuevo referente político. Las imágenes
televisivas, de apenas un. minuto y 15 segundos, transmitidas a las 10:30 del 4
de febrero de 1992 dejaron a la posteridad su reconocimiento del fracaso de la
intentona revolucionaria: “por ahora”
Sobrevivió a la
intentona y, una década después -siendo Presidente- sería objeto de un golpe de
Estado el 11 de abril de 2002 que culminó con su restitución –con el pueblo en
la calle exigiendo el retorno de su presidente constitucional- dos días
después. Sobrevivió al sabotaje petrolero y paro patronal de 62 días. El cáncer
–propio, inducido- terminó con su vida cuando iba a comenzar un nuevo mandato,
y dio inicio al mito.
El soñador, a veces
ingenuo, perdonavidas, el guerrero, el que siempre quiso ser beisbolista, que
sufrió también la soledad del poder, supo combinar el pensamiento político e
ideológico con lo pragmático.
A cuatro años de su
muerte y el comienzo del mito, la imagen de sus ‘ojos’ no deja de esparcirse
por Venezuela. El ícono chavista ha sido borrado del edificio de la Asamblea
Nacional por la dirigencia opositora, pero éste sigue apareciendo en cada
barrio de todo el país, recojocen los medios hegemónicos internacionales. En
los barrios, en las ciudades, en el campo, en las camisetas de los jóvenes y
los viejos, acompañando sus anhelos, sus esperanzas, su fe.
Nació el mito, y
llegaron los libros, tesis, películas sobre su persona y sus ideas. Y no cejó
la campaña por.dañar su imagen, cosificarlo, reducirlo a consignas. Hace 18
años que la derecha quiere destruir su imagen. Uno de los ghuinoistas de la
oposici´pon, Luis Vicente Léon, director de la consultora Datanálisis osó decir
que "Chávez es una especie de James Dean o Marilyn Monroe, se mantiene una
foto joven, bonita, espectacular y exitosa”. Ni él lo puede creer, pero le
sirve a sus patrocinantes del exterior.
Hoy, en Nuestra América
Lapobre soportamos un mar de politiqueros pusilánimes, más interesados en la
promocipón de su imagen y en los micrófonos y cámaras de televisión que en sus
pueblos, lejos, muy lejos de aquel Arañero de Sabaneta que subió al estrado de
Naciones Unidas a denunciar al mundo que Bush olía a azufre…
Lejos de aquel Tribilín
que soñaba con jugar en las Grandes Ligas de beísbol, y le fastidiaban los
coros de burócratas, arribistas, vendedores europeos de espejitos, alcahuetes
(de uniforme o guayabera), ávido por leer todo lo que pudiera, dispuesto a todo
debate de altura, con cadetes, jóvenes o “académicos”.
Comunicador nato hizo
todos los intentos posibles para democratizar la comunicación … Y fue quien nos
dio la posibilidad de poner en marcha el hito revolucionario en la comunicación
latinoamericana: el surgimiento de Telesur, para que Latinoamérica y el Caribe
tuvieran su propia voz y su propia imagen. Chávez solía recordar aquella frase
del Ché Guevara: “Ningún intelectual debe ser asalariado del pensamiento
oficial”…
Hace cuatro años se nos
fue de repente. Me pidieron que escribiera anécdotas sobre su forma de ser, de
gobernar, de convencer. Quizá, algún día: no todavía, su recuerdo está
demasiado vivo y hoy Nustra América comenzó a sangrar nuevamente.
Su pueblo aún hoy lo
dice en las calles: “Todos somos Chávez”. Dejó su Plan de Gobierno 2013-2019,
una senda trazada, y lo difícil ha sido recorrerla. “Hay golpes en la vida, tan
fuertes… ¡Yo no sé!”, diría César Vallejo.
Hace cuatro años,
cuando su muerte, decía que “siempre me llamaron la atención sus ojos vivaces,
juguetones, su cara de pícaro, de chiquilín sin maestra. Hoy no me pidan
análisis. El lagrimón se me pianta sin autorización: no solo yo lo voy a
extrañar”.
Hoy, no basta con
recordar a Hugo Chávez. Debemos retomar el camino de la lucha, de la esperanza,
de darle poder a los pobres, de la integración, de la unidad... de la esperanza
y del futuro común.
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