La de los haitianos es una
crisis humanitaria de la que ningún Estado ni organismo internacional se hace
cargo, pero que genera millonarias ganancias para los traficantes de personas y
las bandas criminales que lucran con este éxodo del siglo XXI.
Andrés Mora Ramírez / AUNA-Costa
Rica
El cañón de Los Alacranes, en Tijuana (Foto: LA JORNADA). |
En la ciudad de
Tijuana, Baja California, en la frontera entre México y los Estados Unidos, en
medio de un cañón pedregoso –conocido como el cañón de Los Alacranes- atravesado por un canal de aguas negras que
desemboca en las playas vecinas, se construyen por estos días las primeras
viviendas de un asentamiento de migrantes haitianos. El proyecto, promovido por
el pastor de una iglesia evangélica, pretende dar un techo a los cientos de
personas que duermen en el templo y que, al ver frustrado su sueño americano por la amenaza de
deportación y las políticas xenófobas del gobierno de Donald Trump, han optado
por regularizar su situación en México.
Ahora son cientos, pero
seguramente llegarán a ser miles los haitianos que buscarán un hogar aquí,
después de haber sido forzados a dejar sus país por el impacto de los fenómenos
naturales (huracanes y terremotos), por la interminable crisis política que ha
hecho de Haití un estado fallido e intervenido por fuerzas militares
extranjeras; y por una situación económica que no ve punto de mejoras ni
conmueve a eso que llaman comunidad
internacional.
Los haitianos en
Tijuana han recorrido un largo y peligroso camino. En el clímax de la
desesperación, oleadas de migrantes entregaron sus ahorros a los coyotes y emprendieron la ruta por
tierra desde Brasil, pasando por Centroamérica hasta llegar a México, para
alcanzar su destino final en los Estados Unidos. En 2016, solo Colombia
registró el ingreso de 4000 haitianos provenientes de Brasil, y en Costa Rica,
en ese mismo año, las autoridades de migración estimaron en 18.000 el número de
africanos, haitianos y asiáticos que entraron al país desde la frontera con
Panamá y que, ante el cierre de la
frontera con Nicaragua, tuvieron que aventurarse ilegalmente en territorio
nicaragüense para seguir su rumbo al norte. El Canciller de la República,
Manuel González, llegó a afirmar que más del 95% de los
migrantes irregulares que pasan por Costa Rica “dicen que son africanos, no les
conviene decir que son haitianos, porque aplican otras condiciones y, por
supuesto, la posibilidad de la deportación a Haití es más cercana que si
tuviéramos que hacerlo a un país africano”.
A inicios de 2017, se
estimaba que 11 mil haitianos ya había cruzado la frontera entre México y
Estados Unidos, y unos 7000 permanecían en Baja California a la espera de un permiso de ingreso. Se
trata de una crisis humanitaria de la que ningún Estado ni organismo
internacional se hace cargo, pero que genera millonarias ganancias para los
traficantes de personas y las bandas criminales que lucran con este éxodo del
siglo XXI. Uno no puede evitar preguntarse cuántos de los hombres, mujeres y
niños que iniciaron la travesía cayeron víctimas de enfermedades, de accidentes
o de la acción del crimen organizado; cuántos sobrevivieron a los horrores de La Bestia –el tren de carga- junto a
miles de centroamericanos, hermanos de infortunio; cuántos encontraron techo y
abrigo durante algunas horas en el albergue del padre Solalinde en Oaxaca; cuántos sufrieron abusos y violaciones en el
camino; cuántos están atrapados ahora en redes de trata de personas y
explotación sexual; cuántos yacen en fosas comunes, perdida su memoria en la
profundidad del anonimato…
La prensa no ha
demorado en bautizar a esta incipiente villa de Tijuana como la Pequeña Haití o
la nueva Ciudad de Dios. Sería mejor llamarla ciudad ignominia, ciudad
desprecio, vergüenza de la humanidad, y acaso daríamos mejor cuenta del drama,
la desventura y las desgracias de quienes intentarán rehacer allí la vida que
la lógica depredadora de la civilización del capital les negó en su propia
tierra.
2 comentarios:
ESA CIUDAD DEBE LLAMARSE CIUDAD ESPERANZA, porque los haitanos son gente creativa, trabajasora, poliglotas, resistentes a los climas, sobrevivientes a mil guerras e intentos de destrucción. Son los primeros heroes libertarios de américa y en sus genes llevan poesía, arte, musica, ritmo, creatividad, ganas de sobrevivir y una espiritualidad que los alienta y sostiene.
Los haitianos se quedarán en Mexico, serán nuestros hermanos, viviremos los mismos dramas y ofensas que sigue repartiendo 'el sueño americano'
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