Indigna que medios oficiales y personas en
redes sociales, pretendan convertir a las víctimas de la tragedia en
victimarias. A las niñas recluidas en ese infierno disfrazado de albergue
juvenil, entre ellas las calcinadas, se
les ha criminalizado y lo mismo se ha hecho con sus familias.
Carlos Figueroa Ibarra / Especial para Con Nuestra América
Desde Puebla, México
Escribo estas líneas mientras espero el avión
que me llevará de regreso a mi hogar después de cumplir actividades académicas
en la Universidad de San Carlos de Guatemala. Durante mi estancia, el país y el
mundo fueron conmocionados por la tragedia acontecida en el albergue
"Hogar Seguro Virgen de La Asunción".
En dicho lugar se encontraban hacinados aproximadamente 748 niños y
jóvenes en unas instalaciones que tenían capacidad para 400.
El miércoles 8 de marzo de 2017, un grupo de
niñas fue encerrado en una de los recintos del establecimiento después de una
tentativa de fuga. Las muchachitas fueron encerradas con un candado en lo que
parece haber sido una de las tantas represiones
que sufrían. Las noticias indican que
más de 50 niñas fueron dejadas
bajo llave cuando un incendio se desató en su lugar de encierro. Nadie acudió
o pudo liberarlas cuando humo y gritos
de horror sacudieron al lugar del infortunio.
Desde dos años atrás, la reportera Mariela
Castañón del vespertino La Hora de Guatemala venía denunciando las terribles
condiciones de vida de los muchachos y
muchachas internados en ese lugar. Nunca hubo de parte del Estado respuesta adecuada a dichas denuncias. Hoy
cuando las noticias nos dicen que el
número de niñas muertas asciende a 40, sabemos que las menores del albergue
eran violadas o abusadas sexual y físicamente por personal del establecimiento,
que existía comercio sexual, trata de blancas y embarazos indeseados. Tanto en
el pabellón masculino como en el femenino, la situación desde años atrás era
una bomba de tiempo y los encargados del lugar mantenían allí un régimen militar.
Ocurrida la desgracia en el día internacional de la mujer, es
inevitable asociarla a aquella otra que ocurrió el 8 de marzo de 1908 cuando un
grupo de obreras textiles de Nueva York se declararon en huelga y fueron
encerradas bajo llave en la fábrica Cotton New York. Entre 130 y140 mujeres
trabajadoras murieron cuando un incendio se desató en la fábrica y no pudieron
salir de la misma porque habían sido encerradas. De esa calamidad surgió en el
Congreso de la Internacional de Mujeres
Socialistas de 1910, la idea de Clara Zetkin y otras dirigentes
socialistas y comunistas, de convertir la fecha de la fatalidad neoyorquina en un día que rindiera homenaje a
las mujeres del mundo.
Indigna que medios oficiales y personas en
redes sociales, pretendan convertir a las víctimas de la tragedia en
victimarias. A las niñas recluidas en ese infierno disfrazado de albergue
juvenil, entre ellas las calcinadas, se
les ha criminalizado y lo mismo se ha hecho con sus familias. Infamemente se
han dicho que las víctimas eran jóvenes violentas y delincuentes y sus hogares
ámbitos familiares disfuncionales e irresponsables. La criminalización de las
víctimas busca encubrir la
responsabilidad gubernamental.
Estado guatemalteco y régimen neoliberal son
los verdaderos responsables de lo ocurrido.
Cientos de miles de jóvenes viven en las calles en situación de riesgo y
luego son recluidos en verdaderas escuelas de crimen regenteadas por
criminales. He aquí el origen de la tragedia.
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